Los votantes más ricos de Barcelona apoyan a la CUP, partido hereditario de las ideas anarquistas de la legendaria figura de la Guerra Civil Española José Buenaventura Durruti y proletarios utópicos, desheredados sin remedio… Llevo cuarenta años en el mundo del Periodismo, tras acabar mi licenciatura en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco -paradójicamente nuestra Facultad de Lejona dependía de la Universidad de Barcelona, por órdenes de las autoridades del Ministerio de Educación y Ciencia de la Dictadura de Francisco Franco. Muerto el ‘Generalísimo’ la Transición Democrática de 1978 logró que Euskadi tuviese su autonomía universitaria en el área del Periodismo. Muchas veces siento que no prestamos suficiente atención a noticias aparentemente laterales que esconden sin embargo, a poco que uno se pare a pensar en ellas, claves de asuntos determinantes de la historia real.
Llevo cuarenta años en el mundo del Periodismo, tras acabar mi licenciatura en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco -paradójicamente nuestra Facultad de Lejona dependía de la Universidad de Barcelona, por órdenes de las autoridades del Ministerio de Educación y Ciencia de la Dictadura de Francisco Franco. Muerto el ‘Generalísimo’ la Transición Democrática de 1978 logró que Euskadi tuviese su autonomía universitaria en el área del Periodismo. Muchas veces siento que no prestamos suficiente atención a noticias aparentemente laterales que esconden sin embargo, a poco que uno se pare a pensar en ellas, claves de asuntos determinantes. Desde hace años y más en los últimos meses, semanas y días estamos ‘mareados’ con tantas noticias y columnas que nos llegan desde España, relacionadas con el denominado ‘El Procés’ de Catalunya, un proceso de sedición protagonizado por las propias autoridades autonómicas, quienes han dejado a los catalanes sin su bandera tradicional, sin Estatuto de Autonomía y sin Constitución Española.
Esperemos que ahora no les dé por hacer sus ‘procés’ a los franquistas de toda la vida, a los que sueñan con un paraíso bolivariano, a los que no entienden todavía como desapareció la Unión Soviética… Me imagino que los ‘exiliados’ del cava catalán como Codorniú y Freixenet, y los ‘edulcadores’ infantiles de Cola Cao y Nocilla, para salvar la actual campaña navideña en España y la Unión Europea, querrán montar su puesta en escena con sus ‘golpes de estado’ propios para regresar a la “Help Catalonia”, como si fuera una película de Luis García Berlanga o Luis Buñuel… Voy a referirme a dos titulares periodísticos sobre Catalunya en catalán y Catalonha, en aranés. El aranés es el glotónimo que recibe la variedad de la lengua occitana hablada en la comarca española del Valle de Arán (Lérida): “Los votantes más ricos, con una media de 2.190 euros de ingresos familiares netos, votan a la CUP” y “El 25 de mayo de 2014 se convocó en 130 municipios de Cataluña un referéndum sobre diferentes cuestiones sociales, que fue prohibido por la Junta Electoral Central y el Tribunal Supremo porque se solapaba con las elecciones europeas; ese día los Mossos d’Esquadra, enviados por la Generalitat de Artur Mas, paralizaron el referéndum y requisaron urnas, hubo 500 ciudadanos identificados y 10 denunciados por desobediencia”.
¿Adivinan ustedes a qué partido político apoyan los votantes más ricos del espectro social catalán, según un estudio reciente del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat? ¿Y a qué partido votan los segundos votantes más ricos? ¿Y los más pobres? Los votantes más ricos, con una media de 2.190 euros de ingresos familiares netos, votan a la CUP -el partido anticapitalista e independentista que sostiene al Gobierno-; los segundos más ricos, con 2.175 euros, a Junts pel Sí -la coalición para la independencia formada por Esquerra Republicana y PdCat, la antigua Convergència-, y los más pobres, con 1.490 euros, al PP (los segundos más pobres votan al PSC-PSOE: 1.682 euros). Como todos, estos datos toleran muchas interpretaciones, pero dos de ellas me parecen inapelables. Una: en España, igual que en casi todas partes, son los ricos los que quieren separarse de los pobres, no los pobres los que quieren separarse de los ricos: los ricos catalanes queremos separarnos de los pobres extremeños y andaluces, que no dan golpe y gastan mucho (y no queremos separarnos de los pobres catalanes porque no podemos, al menos de momento); esto es absolutamente natural, aunque sea absolutamente injusto (y si es de izquierdas yo soy arzobispo de Canterbury). Dos: contra lo que se dice a menudo, los votantes de la CUP no son herederos de la vieja y fortísima tradición anarquista catalana: los seguidores de Durruti eran proletarios utópicos, desheredados sin remedio, esclavos en busca de emancipación, y por eso eran peligrosos para el poder; los votantes de la CUP son, con harta frecuencia, gente acomodada, coqueta y volátil, que no está dispuesta a correr ningún riesgo y no representa un peligro real para nadie. Son ‘antisistema’ pero con Seguridad Social de la Unión Europea, con los ‘delicatessen’ de la ‘Izquierda Caviar’. Esa era la primera noticia casi escondida a que aludía.
La segunda la recordaba hace poco el señor Antonio Sanz en una carta al director de varios medios españoles que hace años el ‘padre’ de los independentistas del 2017 reprimió una consulta popular sobre diferentes cuestiones sociales, requisando urnas… Para el lector Antonio Sanz, este hecho es la demostración del cinismo del llamado derecho a decidir, “que sólo se aplica a lo que interesa a los dirigentes catalanes (…) Para que la gente exprese su opinión sobre cuestiones sociales, no se pueden poner urnas; pero, para que la clase dirigente catalana tenga un estadito donde lo controlen todo y el 3% pueda quedar impune, sí”. A ese cinismo se añade otro, quizá más sangrante, y es que los dirigentes independentistas fingen no saber que la democracia no consiste únicamente en votar, que votar es una condición necesaria pero no suficiente para la democracia, y que un referéndum no es en sí mismo un instrumento democrático: si lo fuera, Adolfo Hitler y Francisco Franco serían demócratas, porque ambos convocaron y ganaron referendos; pero los dirigentes independentistas fingen muy bien esa ignorancia, y de ahí que mucha buena gente crea en Cataluña que un referéndum antidemocrático es el colmo de la democracia. Dos noticias laterales, ya digo, pero, si de lo que se trata es de saber qué pasa en Cataluña, yo las hubiera colocado en primera página.
¿Por quién doblan las campanas, este fin de semana en los pueblos de Cataluña y España, For Whom the Bell Tolls, Ernest Hemingway?
El hispanista norteamericano Stanley G. Payne considera que no hay ninguna solución fácil sobre Cataluña y teme que, en definitiva, “no haya solución” y atribuye la situación que se vive en la actualidad en España a “un exceso de descentralización”. La situación única que se vive en estas horas en relación con Cataluña a una suma de factores como la educación, la actuación política y la tergiversación de la Historia. Aunque el nacionalismo es una tendencia que existe en otros países del mundo, lo que hace diferente a lo que se vive en España es la cierta contundencia y el exceso con la que se produce: No son en sí diferentes sino por la forma de expresión.
Stanley G. Payne, que obtuvo el pasado 15 de septiembre el premio Espasa 2017 por su obra “En defensa de España: desmontando mitos y leyendas negras” asegura en su obra que “España es el único país occidental, y probablemente del mundo, en el que una parte considerable de sus escritores, políticos y activistas niegan la existencia misma del país, declarando que la nación española sencillamente no existe”. “No hay mucho sentido activo de patriotismo. La utilización de algunos elementos históricos, ya sean falsos o ciertos, es más exagerada que en otras partes, al tiempo que las distorsiones, sobre todo de su Historia contemporánea, son más profundas”. Para el hispanista, “la de España es una historia que a menudo se ha distorsionado y, sin duda, es la más distorsionada de Occidente”. Así, cree que las dos polémicas más importantes del presente en España, como son la relativa a la nación y la que se centra en la Guerra Civil y el franquismo, quizá no tengan una solución inmediata.
Muchos desencuentros son más políticos que historiográficos y pervivirán durante bastante tiempo. La Historia de España, especialmente de los últimos 40 años, debe ser analizada de forma mucho más objetiva. Respecto a una reforma constitucional, Payne cree que será “enormemente complicada”, pues ante “excesos” como el régimen fiscal del País Vasco, que ha supuesto una excepción, es difícil “dar marcha atrás”. En su opinión, en España ya existe el federalismo “pero es asimétrico”, y eso, dice, conduce a muchas dificultades. Hay todavía en el mundo quienes se resisten a relegar esa imagen exótica de la Península Ibérica. España ha cambiado sustancialmente en los últimos años, pero mantiene esa tendencia al extremismo. Eso explica su marcada participación en la cultura contemporánea de la deconstrucción y de la negación del pasado y de la historia. La exageración o la tergiversación de la historia ocurren en otros países pero, dice, en algunas comunidades autónomas se encuentran algunas de las distorsiones más graves de la historia que se enseñan en las escuelas, con eufemismos que se remontan a la Reconquista. ¿Por quién doblan las campanas, este fin de semana en los pueblos de Cataluña y España, For Whom the Bell Tolls, Ernest Hemingway?
“Ya no falta finura, lo que pasa es que no hay. El malestar no nace de una noche a otra. Se crea, y se crea para destruir…”, escribe Juan Cruz
“Iñaki Azkuna, el buen alcalde de Bilbao, lo anunció mientras acariciaba con su mano blanca la bruma en la que se convertían sus compañeros de mesa, al final de su vida. Tendremos problemas allí, ya lo verán. Allí, Cataluña. José María de Areilza, que también era del país verde al que cantó Raimon, contaba tres cosas, algunas con escalofrío. ¿Arreglar el conflicto vasco? Que hagan como De Gaulle con Argelia: por el día deben insultarse; por la noche, a buscar acuerdos. Pero el problema que habrá será Cataluña…”, escribe el periodista Juan Cruz en estas horas aciagas para Cataluña y España.
El viejo diplomático contó la frase más célebre de la Transición. Fue de Giulio Andreotti, un zorro. “En España manca finezza. I tant. Y tanta finura falta”. La historia actual, predicha por esos viejos en las últimas luces de la vida, se está haciendo cerebro de un tiempo. A esos presentimientos del malestar hemos de añadir una llamada agónica (de hombre en lucha) de un conseguidor catalán, Leopoldo Rodés, que veía en la alcaldía de Barcelona un rasgo de lo que le esperaba a su país. Llamó como si pidiera socorro: va a ganar Ada Colau; hará de Barcelona un instrumento de una situación indeseable, ya lo verás. Leopoldo, qué exagerado eres.
Él reunía en su casa a intelectuales y periodistas para hacerlos hablar de la actualidad. Si se revisan las notas de aquellas cenas se puede advertir que sus silencios eran presagios. Y ahora estamos con un pie en el estribo final de la ‘finezza’. Ya no falta finura, lo que pasa es que no hay. El malestar no nace de una noche a otra. Se crea, y se crea para destruir.
“Las palabras se han sustituido por tristes guarismos. El 1-O, el 678 (los días de septiembre en que Carles Puigdemont-Carme Forcadell-Oriol Junqueras, el trío que convirtió el Parlament en otra cosa), el 155. Se aplicó primero el 678 y ahora se aplica el 155. Tanta palabra pendiente y ahora se hace la vida con números, y con gritos en las calles, y con insultos y mentiras. Un llamado ministro de Exteriores catalán se dirige a universidades graves del mundo para requerir que se pronuncien notables sobre la represión brutal que sufre Cataluña. Es honda la melancolía que padecen ahora las viejas palabras, y prosperan como piedras esos números, el 678, el 155. Hasta El Roto, el tan noble Roto, sirve para decir que España no nos quiere, y no es verdad, queremos tanto a Cataluña que iríamos con palabras (y con dibujos de El Roto) hasta el confín de Figueras llevando las palabras que a lo largo de la historia se han dicho en toda España de amor a Cataluña”.
‘El Proceso’ ya no es solo el título de la obra póstuma de Franz Kafka, hoy se habla de la sedición de Cataluña en Manhattan, Nueva York
“Peter Mayer es el decano de los editores del mundo y en este momento, cuando escucha canciones de Chavela Vargas, está siendo homenajeado en Fráncfort, adonde fue desde hace medio siglo. Pero esta vez no ha ido, le pesan los 82 años y algunos achaques. Fue siempre, como presidente de Penguin y después. Ahora preside en Nueva York y Londres la editorial que fundó su padre. Este mediodía habla de España, de sus amigos de todas partes, y de Cataluña. Ah, Cataluña, ¿qué diría Carmen Balcells?”, grita Juna Cruz.
Es, en Manhattan, una conversación habitual si saben que eres español. Cataluña está en todas las bocas; Daniel Fernández, de la CUP, que lo dijo hace tres años, y Anna Gabriel, su compañera más visible, lo dijo ahora: “Somos independentistas sin fronteras”. Pues tienen razón: no es que hayan inventado una oenegé, como periodistas sin fronteras; son independentistas sin fronteras, que también puede ser una orquesta punk. Lo que pasa es que cuando lo dijo Daniel Fernández sonaba a que estaban pisando tierra, la nostra terra, y en este momento lo que dijo Gabriel suena a suelo del limbo.
‘El Proceso’ ya es propiedad solo de Franz Kafka. Franz fue un escritor de origen judío nacido en Bohemia que escribió en alemán. Su obra está considerada una de las más influyentes de la literatura universal y está llena de temas y arquetipos sobre la alienación, la brutalidad física y psicológica, los conflictos entre padres e hijos, personajes en aventuras terroríficas, laberintos de burocracia y transformaciones místicas. ‘El proceso’ (título original alemán: Der Prozess) es una novela inacabada de Kafka, publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso de Kafka. En el relato, Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce. Desde este momento, el protagonista se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe qué es y con argumentos aún menos concretos, tan solo para encontrar, una y otra vez, que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más humildes y limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la ‘justicia’ y a la ‘ley’.
De la novela procede un famoso relato kafkiano, Ante la ley, devenida en la esencia de la ‘pesadilla kafkiana’. En él un hombre llegado de lejos pretende cruzar la puerta de la Ley, pero un Guardián se lo impide durante años. En el final, cuando el hombre agoniza, el guardián le grita: “Ninguna otra persona podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Ahora me voy y cierro la puerta”.
La patria española, la patria catalana, la patria vasca. Pablo Neruda advirtió contra el uso de la palabra patria, tan horrible como ascensor
‘El Procés’ es lo que se escucha en Manhattan en cuanto te metes, otra vez, en el barullo catalán, cuenta Juan Cruz. Pensabas que ibas a olvidarlo al cruzar el charco, y resulta que junto a la estatua de Colón, en el Columbus Day, sigue el tema calentando el motor de la conversación mundial. Te habla de ello el gran editor, se refiere a ese asunto el vendedor de Moleskine y te interroga por lo mismo una chica que vende polos y cuyo novio es de Costa Rica. Los que acuden a un encuentro con Fernando Aramburu en el Cervantes para hablar de “Patria” ya no saben de qué patria se habla; se ha convertido la patria, aquí, en una especie de disfraz español trilingüe. La patria española, la patria catalana, la patria vasca. Neruda advirtió contra el uso de la palabra patria, tan horrible como ascensor. Pero por un rato largo aquí, en la conversación, parece que sólo existe una patria y ésta es catalana. ¿Qué pasará con la patria catalana?, preguntan, como si uno llevara un periscopio. Se habló tanto en los medios desavisados de acá de que España era la mala de la película que ahora la perplejidad causada por la marcha atrás súbita de Puigdemont se ha convertido en mueca y la mueca en burla, porque lo que ya no es sin fronteras no ha sido el independentismo de Fernández & Gabriel sino, con perdón, el gatillazo del president.
Uno de los que le preguntan a Juan Cruz pide más precisión: ¿qué es lo que ha hecho? Y encuentra su propia respuesta: “Coitus interruptus?”. Más o menos, le digo. El que vende molesquines pregunta por el final de la película. “Pero, ¿qué va a pasar?” Lo que él ha visto es la fotografía y después la otra fotografía. En la primera una multitud se muestra abrumada por el triunfo de la independencia; en la otra, comenta el vendedor de la legendaria libreta, “la gente ya no entiende nada y llora”. Ahora sale Anna Gabriel hablando de los independentistas sin fronteras como si ansiara un remake. De momento, se queda aquí una reflexión de Mayer con Chavela Vargas de fondo: “Pero, ¿a dónde van esos pájaros fuera del nido de Europa?”. Sonaba un mundo raro en el corazón de Manhattan. “Y si quieren saber de mi pasado/ es preciso decir otra mentira…”. Todo está en las canciones, y hasta ‘El Procés’ está en Manhattan, sin permiso de Franf Kazka.