La presidenta de Cozumel, Perla Tun Pech, es la de peor desempeño en Quintana Roo. Sus múltiples errores por incapacidad e insensatez le han costado caro.
Recordemos que sobre ella recayó buena parte de la responsabilidad en la etapa del cambio, no solo por su filiación política de años, sino por sus discrepancias conocidas con las autoridades estatales anteriores, cuando batalló prácticamente sola en el Congreso ganando prestigio como opositora.
Pero lejos quedaron esas expectativas en torno a “la política con agallas”, pues hoy se le conoce más por sus desatinos públicos contra rivales, los supuestos viajes al extranjero con familiares sin justificar, así como por su rebeldía sin causa ante miembros del gabinete o, peor aún, ante el propio gobernador.
La última: negarse a recibir patrullas del gobierno estatal por aparentes diferencias políticas, las cuales, evidentemente, perjudican a la población. Así, no le queda más que asumir su responsabilidad (o irresponsabilidad) en la ola de inseguridad y violencia que afecta a la otrora isla pacífica; aquella que escapaba a los registros policiacos por ausencia de notas rojas.
Debe asumir las consecuencias de balaceras, intentos de ejecución y otros delitos que se incrementan por la desidia de una Policía Municipal harta de los dislates de quien emplea la soberbia como arma de negociación. La sacará barata, porque fuentes de la administración estatal aseguran que seguirán colaborando con ese Ayuntamiento aun cuando ella decida por el enfrentamiento.
Así debe ser: la seguridad de la comunidad, el combate a la delincuencia y la solución de conflictos deben priorizarse por encima de las divergencias entre personas o grupos; más aún cuando el contexto amerita un trabajo mancomunado, sin descanso, para superar una problemática instalada desde hace rato como imagen país. Los berrinches, pues, no corresponden.
No es la primera. Los yerros fueron más evidentes a partir del carnaval deslucido (antes el más importante del estado); después fue el desprecio a la gente de El Cedral, quienes vieron enterrada una tradición centenaria; más tarde fueron las quejas por la recolección ineficiente de la basura, y lo más cruel fue la orden que dio para la matanza de perros callejeros por una seudo alerta sanitaria que no fue comprobada.
Recientemente se supieron los desaires a regidores, las renuncias de sus colaboradores, los viajes al exterior y las rencillas con integrantes de su partido, el PAN, aquellos que le achacan la pérdida de confianza en un proyecto de toda una generación.
Además de que no escucha, la presidenta está mal asesorada, ya que no hay subordinado que le presente posibles arreglos para asuntos inclusive domésticos, que podrían resolverse con sentido común. En cambio, opta por el choque o el desinterés, como escondiendo las adversidades bajo la alfombra.
En un ambiente electoral, cuando debería cuidar las formas y aprovechar las oportunidades históricas gracias a la nueva ley, prefiere el sabotaje a sí misma, a los que le dieron su apoyo y a la gente de su isla.
Desorbitado
Empresarios y políticos (o con nexos políticos) de Quintana Roo quedaron en evidencia con dos escándalos nacionales e incluso internacionales: primero, por la incautación de cajas de seguridad de “First National Security” en Cancún, y después, por la investigación periodística mundial denominada “Paradise Papers”, en la cual aparecieron los nombres de al menos cinco con intereses multimillonarios en el estado, quienes habrían operado sociedades en paraísos fiscales.
Sobre este último tema, los dueños de reconocidos parques temáticos y de hoteles lujosos están en el ojo del huracán. Podrán ser legales las acciones, pero éticamente son cuestionables. A ver qué más sale a flote con una indagatoria reporteril que promete seguimiento de alto impacto.