Cancún fue diseñado como un sitio de descanso, pero también de negocios. En él pocos han hecho inmensas fortunas, incluso por encima de la ley, lucrando desde el poder político con permisos, con los usos de suelo.
Muchos, la mayoría, han encontrado el progreso que la vida les canceló de donde eran originarios y viven, al día, pero bien, esperanzados de que con el tiempo puedan acumular lo básico que les permita transitar cómodamente su vejez.
Otros más, el 25% de la población, según dijo el gobernador Carlos Joaquín González hace unos días, viven en la desesperanza, cerca del paraíso, pero lejos de la justicia social, habitando casuchas en zonas depauperadas, sin la garantía de un patrimonio.
Los poderosos que hicieron fortuna, y lo seguirán haciendo, lo hicieron con una gran dosis de egoísmo. Pensaron en el presente y no en el futuro. Ni siquiera pensaron que con el paso de los años sus acciones pudieran poner en riesgo el patrimonio que forjaron arrebatando por aquí, manipulando la ley por allá, pactando por lo oscurito por allí.
Vieron en el corto plazo. No hubo visión de futuro.
Sin embargo, con una pequeña dosis de voluntad política se pueden corregir acciones del pasado que hoy se están convirtiendo en un dolor de cabeza no solo para las actuales autoridades de todos los órdenes de gobierno, sino para la propia sociedad que cada vez reclama sus espacios, esos que de manera natural fueron conformando un patrimonio comunal.
De nuevo “El mirador” o playa “Delfines” está en el centro de la polémica, debido a que los propietarios de una buena porción del terreno adyacente empezaron a desarrollar un hotel.
Si bien es cierto que el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) vendió ese predio desde los años 90, también es cierto que lo hizo en un contexto diferente, cuando Cancún estaba en pleno crecimiento.
Hoy Cancún es un destino totalmente consolidado, que debe ir administrando sus recursos naturales y, en lugar de crecer, optar por la renovación. Un hotel más o uno menos no haría ninguna diferencia.
Pero conservar intacta la única ventana al mar o perderla parcialmente sí tendría gran impacto en el ánimo de una sociedad que se siente agraviada por todos lados.
Desde siempre, en sus contratos de venta de predios Fonatur estableció una cláusula que obliga a los compradores a desarrollar el predio adquirido en un plazo no mayor a los cinco años o, de lo contrario, podía recuperar la propiedad. Evidentemente en el caso que nos ocupa se puede aplicar esa condicionante y mantener intacta la espectacular ventana al mar.
Incluso, las autoridades locales pueden optar por no conceder los permisos de desarrollo y de construcción, lo que también evitaría la construcción.
Hay antecedentes de ello en Quintana Roo: en 2002 el ayuntamiento de Solidaridad, entonces encabezado por Gabriel Mendicuti Loría, no otorgó la licencia de construcción al proyecto de “homeport” de Xcaret, a pesar de contar con todos los permisos federales y estatales.
Al final, por ese solo hecho, el proyecto, que tenía una gran oposición por parte de los hoteleros, no se concretó.
Hoy un proyecto hotelero enfrenta la oposición de la sociedad. Se puede aplicar el mismo mecanismo y que Fonatur devuelva su dinero a los propietarios del predio.
Así, el Gobierno le hereda, le da certidumbre a la sociedad sobre un patrimonio para la comunidad y permite que el destino conserve esa espectacular ventana al mar que es de un valor incalculable como recurso y como atractivo.
Platea
Seriedad, no oportunismo político, ni acciones electoreras se esperan de los integrantes de la XV Legislatura de Quintana Roo que encabeza Eduardo Martínez Arcila.
El miércoles la mayoría aprobó exhortar a la Cámara de Diputados, para que revierta el huso horario que actualmente tiene el estado, es decir, que la entidad tenga la misma hora que el centro del país.
Desde luego que los promoventes de tal idea –panistas, perredistas y un priista- sólo buscan los reflectores de la época electoral y nuevamente pretenden poner en el centro del debate un tema ya superado.
Por cuestiones políticas, desde los años 80 Quintana Roo ha modificado su huso horario de manera recurrente. Siempre hay alguien inconforme por cualquiera de los meridianos que se empleen.
Y se llegan a los absurdos, como cuando el gobernador Mario Villanueva Madrid justificó con una encuesta, en la que se decía que el 70% de la población estaba de acuerdo, la solicitud para adelantar una hora los relojes en el estado.
Una vez que el Congreso de la Unión lo aprobó y se puso en marcha hubo inconformes. Como se acercaban elecciones, Villanueva Madrid envió otra solicitud, avalada con una encuesta en la se decía que estaba de acuerdo el 90% de la población, pare revertir la medida.
No se puede continuar así, cambiando las cosas al criterio de quienes en ese momento tengan el poder político. Hay que poner una gran dosis de seriedad.