El presidente de México no es rey, sino presidente. El titular del Poder Ejecutivo del estado no es presidente, sino gobernador. Los diputados no son empleados del gobernador, sino representantes del pueblo que en términos republicanos no están ahí para cuidar y atender los gustos del antedicho, sino los interese del pueblo. En Café Negro nos declaramos totalmente adversos al punto de acuerdo de la XV Legislatura de Quintana Roo para la reversión de la reforma legal que creó la zona horaria del sureste, pero hemos reconocido que existe una gran mayoría de opiniones entre la población –ya no diremos más como predicadores en el desierto que nos parecen en general irracionales y sin fundamento, pero dominan con toda claridad– que repudia la adopción del huso horario referenciado al meridiano 75 al oeste del de Greenwich.
El domingo expresamos aquí nuestra coincidencia con la opinión del gobernador Carlos Joaquín González que calificó de populista la moción legislativa, y en diversos foros dijimos estos días que este tema no está entre los que debiera ser sometido al juicio de la plebe –aclaramos otra vez: el término no es despectivo, sino descriptivo– sino a criterios meramente técnicos, orientados a procurar mejores condiciones económicas para el estado, sin las cuales se dificulta considerablemente la atención a la población. Todo claro y so far, so good.
Empero, como bien nos lo hizo notar un legislador un tanto inconforme con la publicación de marras, los integrantes de la asamblea popular que conforma nuestro Poder Legislativo, con todo y mayoría afín al gobierno, no están ahí para aplaudir y sí está entre sus funciones recoger y arropar las inquietudes de la gente, que sin lugar a dudas, por lo menos en el sur del estado, no está de acuerdo con nuestros registros del paso del tiempo. El del teclado considera que no hay razones ni fundamentos para sustentar tal postura, pero vox populi –vox dei– dice lo contrario, así que la moción legislativa es por lo menos adecuada.
Creemos firmemente que la postura de los empresarios turísticos –mayoritariamente del norte de la entidad– y del gobernador es la correcta, pero si en su momento festejamos que con el famoso cambio en el poder los diputados ya no serían más peones del Poder Ejecutivo es preciso reconocer que el sentir de sus representados coincide con su moción contra la zona horaria vigente. No se trata de que al que esto escribe o a los señores turisteros les satisfagan las determinaciones parlamentarias, las cuales por cierto tenemos el derecho de criticar con lujo de tomatazos y nadie ha hecho por coartarnos: el tema republicano, constitucional, es que un congreso que incluso es afín al gobernador pueda, sin complejos, temores o traumas decir no cuando Carlos Joaquín dice sí. La XV Legislatura no le tiene miedo al mandario y éste no duda en diferir, pero nos congratulamos de saber que no habrá cuerpos flotando en la Bahía de Chetumal por el diferendo. No pasa nada. Normalidad republicana.
Quienes nos dedicamos al periodismo podemos dar un testimonio que no habría que escatimar: Carlos Joaquín envió a la cámara una iniciativa para abrogar la Ley de Protección a Periodistas y Personas Defensoras de los Derechos Humanos desde hace varios meses, con la que los diputados hubieran podido “matar” de una vez por todas a esa que un grupo de comunicadores traumados por las agresiones del gobierno de Roberto Borge Angulo apodaron con el apellido del exgobernador, pero en realidad es una normativa producto de concienzudos estudios y consultas con los mejores expertos. Los diputados no cayeron en la tentación de levantar el dedo para quedar bien con el “jefe”, organizaron foros de nutrida participación de los interesados y tienen ya en la parrilla un ordenamiento perfeccionado y cribado por los instrumentos democráticos al alcance.
Por lo menos tiene dignidad.