En los corrillos políticos quintanarroenses aseguran que las definiciones del PRI y del PAN en el vecino Yucatán están vinculadas a grupos locales. Tanto los antecedentes de la más reciente elección, como el contexto nacional en torno a la nueva correlación de fuerzas, explicarían dicha situación.
La semana pasada el tricolor optó por el diputado federal Mauricio Sahuí Rivero, cercano a Ivonne Ortega Pacheco, exgobernadora de ese estado, quien tiene estrecha relación con los ex mandatarios Félix González Canto y Roberto Borge Angulo. Aun así, Sahuí ha intentado desmarcarse de Ortega al declarar: “El único liderazgo político al que respondo, respeto y reconozco en Yucatán es del gobernador Rolando Zapata Bello”.
Por su lado, el Comité Directivo Nacional del blanquiazul eligió al todavía presidente municipal de Mérida, Mauricio Vila Dosal, quien apoyó al hoy gobernador Carlos Joaquín González en el proceso del 2016, cuando aquí hubo alternancia por primera vez.
Pero esa breve explicación es mucho más profunda de lo que parece. Las potentes redes históricas, socioculturales, turísticas y empresariales –todas en expansión– configuran un panorama imposible de ignorar en ambos lados de una frontera casi imaginaria.
Bastaría quizá con recordar que la mayor “población foránea” en esta tierra procede de la vecina entidad; que la base de las tradiciones es una misma (cómo no, si fueron sus dominios), o que un considerable porcentaje de la población trabaja en Quintana Roo pero descansa en Yucatán, donde pueden tener casa, amigos y familia.
A partir de allí se entiende que prevalece una atención por lo que pase allí. Y lo que pase en política, también. ¿Y qué puede suceder con ambos precandidatos ya definidos? Sobresale una hipótesis basada en una alternancia interesante, donde Mérida juega un rol clave.
En 1967, Víctor Correa Rachó (PAN) ganó por primera vez la capital, pero tres años después el PRI la recuperó con Víctor Cervera Pacheco (tío de la aludida Ivonne). Desde entonces se registra una alternancia bipartidista probablemente única en la república. En medio siglo, el PAN y el PRI han gobernado la alcaldía meridiana casi el mismo número de años, con una ventaja leve para el primero.
Por obvias razones, esa presidencia tiene el mayor peso: al ser el municipio con la mitad del padrón electoral se considera el “trampolín” para la gubernatura. Ejemplos son: Luis Torres Mesías, Víctor Cervera Pacheco, Federico Granja Ricalde y Patricio Patrón Laviada, y otros que no llegaron a ser primera autoridad.
Si se aplica la regla, Vila tiene muchas posibilidades de conquistar la silla grande. Porque ese bipartidismo al que hacen referencia constantemente los vecinos es tan innegable como indestructible, por más que la corriente lopezobradorista pretenda irrumpir con relativo éxito en el escenario, como en el resto del país.
Independiente de la cercanía de todo tipo con esa bella tierra, lo que ocurra en ella será tema en otras regiones: es que Yucatán es líder y ejemplo en diversos ámbitos, por lo que copiar sus recetas podría ser una buena opción para seguir progresando.
Desorbitado
Mérida cierra el 2017 convertida en una ciudad más amable, incluyente y solidaria, y esto es en gran parte resultado de las políticas culturales. En conferencia de prensa se lanzó el programa Mérida Fest 2018, el cual será desarrollado entre el 4 y el 21 de enero, con motivo de los 476 años de su fundación.
Mérida cierra un año en el que se convirtió en la única ciudad del mundo en recibir por segunda vez la distinción de Capital Americana de la Cultura y en ese marco fueron un millón 200 mil personas las que disfrutaron los 12 mil 200 actos realizados en 2017.
Allá ellos, los que desestimen su potencial.