El espejo del Tiempo por Samuel Cervera
Hace más de 4 siglos que los niños mexicanos golpean con un palo una gran esfera hecha de barro o papel con forma de estrella de siete picos sujeta a una cuerda. El precio por el esfuerzo de lograr romperla es una lluvia de dulces de la que esta rellena. Cumpleaños y posadas decembrinas tienen su punto culminante alrededor de la ya internacionalmente famosa, Piñata.
Como muchas de nuestras grandes tradiciones, la piñata es el resultado de la fusión de la cultura europea y mesoamericana, en ese gran momento histórico que fue el renacimiento. En nuestro continente esa época se vivió como la conquista por la corona de Castilla y Aragón, cuando pueblos divididos por los océanos se descubrieron mutuamente, la tecnología militar y las epidemias les dieron ventaja a los habitantes de la península ibérica; Fueron tiempos de grandes cambios, millones de seres humanos tuvieron que modificar su visión tradicional de ver y entender el mundo, ante una realidad que no dejaba de transformarse. Fue una época de mucha violencia, física y simbólica, pero también de encuentros y de creaciones únicas. Fue el duro nacimiento de una nueva cultura.
América significaba mucho más que solo riquezas materiales, era un mundo nuevo, la posibilidad de crear una sociedad sin los vicios de la Europa medieval y renacentista. También era un extraordinario campo de batalla, no solo para los hombres armados que buscaban conquistar lo físico y tangible, sino para aquellos que luchaban una guerra muy superior, la del espíritu.
Esa época que posteriormente se denominó renacimiento, no solo vio resurgir el conocimiento y arte grecolatino, también fue la época del mayor conflicto que enfrentó la institución europea más poderosa, la iglesia Católica tuvo que luchar duramente contra ese enemigo que surgió en su propio seno: la Reforma Protestante. En el imaginario de miles de creyentes estaba presente la conflagración entre el bien y el mal, era el tiempo del Armagedón, con sus respectivos anticristos ya fuese la figura del Papa, Lutero, Calvino, el Rey de Inglaterra, dependiendo de qué lado se estuviera.
Este fue uno de los motivos por los que la Corona española tomará con la mayor seriedad la evangelización de los nativos americanos, no solo era consolidar la conquista material, se requería ganar victorias a favor de su Iglesia y religión. Quizá en pocas partes del planeta había tanta experiencia lidiando con pueblos diferentes como en la península ibérica. Más de siete siglos de luchar, mezclarse, resistirse y convivir entre musulmanes, judíos y cristianos hicieron a los sacerdotes españoles expertos en trasmitir conceptos religiosos a otras culturas. A esto sumémosle que los monarcas enviaron las órdenes religiosas más comprometidas y a muchas de las mejores mentes de estos organismos.
Egresados de las principales universidades europeas, expertos en teología, capaces de hablar en varios idiomas, algunos provenientes de Flandes o de Italia, los monjes franciscanos, dominicos y jesuitas hicieron una labor sorprendente por sus dimensiones y resultados. En los primeros cien años del periodo colonial lograron convertir al catolicismo a miles de habitantes indígenas de lo que ahora es América Latina. Usaron una amplia gama de estrategias, algunas ya utilizadas durante la Edad Media, otras fueron completamente innovadoras. Entre estas últimas, la piñata.
Los monjes utilizaron todos sus recursos disponibles para tan monumental tarea: desde construir arriba de los templos prehispánicos, hacer códices con narraciones bíblicas, pinturas murales monumentales, oraciones en idiomas nativos, representaciones teatrales, educación enfocada a las nuevas generaciones, fiestas religiosas combinando elementos, música, escuelas para la élite, arquitectura y pintura indocristiana, hasta edificios exclusivamente para evangelizar como las capillas abiertas o los amplios atrios con sus capillas posas de los primeros grandes conventos.
La piñata fue uno de estos instrumentos didácticos que combinaban símbolos tanto católicos como mesoamericanos para que la población colonial asimilará mejor las nuevas ideas religiosas. Este proceso si bien complicado no era imposible, los pueblos del México prehispánico estaban acostumbrados a sistemas educativos bien conformados, a sofisticadas técnicas para memorizar, a la trasmisión de conocimiento utilizando imágenes. El arte era más que expresión de sentimientos, era religiosidad, educación e integración a la vez. En las escuelas mesoamericanas la música y la danza narraban las historias de dioses, héroes y hombres. La arquitectura religiosa era mucho más impresionante que la civil, estaba hecha para impresionar pero también para trasmitir mensajes que todos aprendían a comprender a través de colores, pinturas y abstracciones. Como redescubrieron los investigadores contemporáneos, el pensamiento de los pueblos originarios antiguos, era profundo, complejo, amplio. Los misioneros europeos estuvieron conscientes de esta realidad y la usaron a su favor, aprovecharon hábilmente que eran sociedades estrictas, jerarquizadas y usando herramientas semejantes lograron permear hasta influir en la cosmovisión de los habitantes de estas tierras.
Existen distintas versiones de donde surgió esa bella idea de un recipiente de colores brillantes relleno de dulces que al romperse esparciera su valorado contenido ante un amplio público. Una es que los chinos tuvieron un ritual vinculado al inicio de la primavera, figuras de distintos animales decorados con papel de colores vivos con semillas en su interior, los cuales eran golpeados hasta romperse. Marco Polo transportaría consigo esa atractiva práctica a su Italia natal, la cual sería adoptada por la Iglesia católica durante la cuaresma. Otra versión difundida por especialistas actuales, señala que los mexicas celebraban el nacimiento del dios Huitzilopochtli con ollas de barro decoradas con plumas de colores y llenas de adornos pequeños.
Más allá de su origen, los monjes resignificaron esta actividad, convirtiendo la olla en una estrella de siete puntas simbolizando la lucha interna contra los pecados capitales. ¿Cuál sería el resultado que obtendría el creyente una vez que derrotara todas las tentaciones? Los regalos que acompañan al católico virtuoso. La actividad parecía más apropiada para las festividades decembrinas, no cabe duda de que fue aceptada ampliamente. Pronto pasó del ámbito relacionado con la evangelización al resto de la sociedad novohispana, convirtiéndose en un elemento que expresó como pocos el gusto de ambos pueblos por integrar celebración con religiosidad.
Actualmente la piñata está más lejos de su origen simbólico, pero sigue siendo un instrumento maravilloso que reparte alegría al lograr que seres humanos coincidan a su alrededor en fechas especiales. Se ha convertido en una gran embajadora que lleva a los pueblos del mundo la esencia de esa tercera cultura que surgió hace quinientos años, muestra claramente nuestra capacidad para celebrar a la vida.