EL BESTIARIO POR SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Denunciar las marañas del “otro” es una forma de proteger a los ‘nuestros’ líderes. Reconforta saberse en el lado bueno de la historia y, sobre todo, tener alguien sobre el que desplegar toda la ira. La vida política no es posible sin cloacas, el que esté libre de que arroje el primer gusano. Virgil Starkwell, aquel delincuente incomprendido de aquella película que sirvió de debut a Woody Allen como director y guionista, “Toma el dinero y corre”, nunca dejará de ser el angelito de los cielos que quizás nunca recibió el suficiente cariño de sus padres…”. La narración en off nos advierte desde el principio que el relato estará cargado de cinismo e ironía al describir al torpe y neurótico criminal, “nada pendejo”, sino ‘triunfador’ a imitar en tiempos de opacidad, antónimo de transparencia. ¿Qué sería de muchos ciudadanos quintanarroenses si no existieran en estos momentos del electoralísimo 2018 las figuras de Enrique Peña Nieto y Roberto Borge a quienes cargar todas sus problemas humanos y divinos?
Un sistema nacional anticorrupción que se enfrenta a un sinnúmero de barreras para implantarse. Una Procuraduría General de la República sin la autonomía necesaria para investigar los grandes escándalos de corrupción. Y leyes pensadas para combatir el desvío de dinero público que no logran aplicarse en los Estados. Estas son algunas de las razones por las que México es percibido, entre expertos internacionales, como una nación muy corrupta. Lo comprueba el último Índice de Percepción de la Corrupción, elaborado por la organización Transparencia Internacional. El país norteamericano ocupa la posición número de 135 de 180 en materia anticorrupción. Es el peor evaluado tanto del G20 como de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). “Efectivamente la corrupción es un problema grave en México y será un tema definitivo en el debate electoral este año”, afirma Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana.
En el informe publicado este miércoles México ha alcanzado 29 puntos, en una escala en la que 0 es lo más corrupto y 100 lo menos. Esto ubica al país en la misma posición que Honduras y Paraguay, pero por debajo de Brasil, Argentina y Colombia. La nación mejor colocada en el estudio es Nueva Zelandia, con 89 puntos. La percepción de corrupción es medida por expertos a partir del cruce de una serie de estudios internacionales sobre el tema. En México los resultados revelan un escenario de descrédito con las instituciones responsables por combatir la corrupción en un país acostumbrado a encontrarse en las páginas de los diarios con denuncias de mal uso de los recursos públicos. Además, el informe pone luz sobre otro dato poco animador: este es el tercer año consecutivo en que la percepción de que México es corrupto va en aumento.
De acuerdo con Lourdes Morales, coordinadora de la Red por la Rendición de Cuentas, hay diversas razones para que la percepción de que México como un país golpeado por la corrupción sea tan difundida tanto entre observadores internacionales como entre la propia población mexicana. La reforma constitucional de 2016 para crear un Sistema Nacional Anticorrupción avanza a marchas forzadas. Además, una serie de acusaciones que se conocieron los últimos años se quedan con investigaciones incompletas que no terminan por identificar los posibles responsables. “Si agregamos el tema de la corrupción política, los temas electorales, los fuertes cuestionamientos sobre cómo se están canalizando los recursos de la reconstrucción [tras los terremotos], o como algunas campañas electorales se están financiando, este desanimo aumenta todavía más”, afirma Morales.
Según explica Bohórquez, la definición de lo que se considera un país con altos niveles de corrupción va más allá de los casos de uso irregular de dinero público. “No es que no haya corrupción en Europa; ocurre que cuando el caso se da a conocer hay una reacción institucional muy fuerte”, dice. “Esta sensación no la tiene la opinión pública mexicana”, agrega. La corrupción, como arma de destrucción política, es pólvora mojada. La corrupción es un asunto explosivo, pero como argumento de confrontación no parece eficaz. Otro tanto puede decirse cuando se utiliza como escudo. Denunciar la corrupción del “otro” es una forma de protegernos: Reconforta saberse en el lado bueno de la historia y, sobre todo, tener alguien sobre el que desplegar toda la ira. Pero hemos de aceptar que no es posible la vida sin cloacas. El que esté libre de corrupción que arroje el primer gusano…
‘Mockumentary’, un falso documental ‘woodyalleniano’ que, en clave de comedia, pretende ser la autobiografía de un gran antihéroe
“Toma el dinero y corre”, esta cinta supuso el debut de Woody Allen como director y guionista. Protagonizada por él mismo, Allen consiguió el reconocimiento que tanto había buscado al saber combinar de forma inteligente la más pura tradición humorística de los icónicos: Chaplin, Keaton y los Hermanos Marx con una novedosa forma de narración llamada ‘mockumentary’: Un falso documental que, en clave de comedia, pretende ser la autobiografía de una gran antihéroe, de un tipo con buenas intenciones que fracasa en cada tarea que emprende en la vida y que carece de las cualidades necesarias para alcanzar el prototipo standar del sueño americano. Se construye así un relato que sabe alternar varios recursos narrativos: la voz en off, las entrevistas de los que lo conocieron desde su infancia y las peripecias de nuestro protagonista en su vida real. La narración en off nos advierte desde el principio que el relato estará cargado de cinismo e ironía al describir al torpe y neurótico criminal Virgil Starkwell, portagonizado por el propio Woody Allen, como un delincuente incomprendido: “Virgil nunca dejará de ser el angelito de los cielos que quizás nunca recibió el suficiente cariño de sus padres”.
Cada uno de los sucesos que conforman su vida representa la incisiva crítica de cada uno de los mitos sociales de la época, con mención u homenaje a distintos referentes cinematográficos. Su infancia refleja la marginalidad y la delincuencia de bandas callejeras, donde más que ser un delincuente consigue ser objeto de burlas, ya que sus escasas dotes físicas lo convirtieron en un desastre hasta para cometer malicias en la infancia. Su juventud se convierte en una frustración permanente, sin alcanzar su sueño de ser músico en una banda. La sentencia del profesor entrevistado es contundente: “No hay nada bueno que pueda decir de él… No tenía ni idea de lo que era la armonía”. Finalmente cuando se establece son su esposa, los pocos ingresos económicos lo conducen a un intento fallido de robo a un camión blindado.
La biografía del corrupto bandolero, tal como dijo una vecina tras su final detención: “Y pensar que ese idiota era el gángster del año…”
Armado con una simple pistola de juguete fracasa estrepitosamente y es detenido en el acto. Tras ser encarcelado, consigue escapar de prisión e iniciar una nueva vida con su adorada esposa, pero esta vez el director, homenajeando a la esencia de los films ‘Noir’ (Cine Negro), nos muestra un individuo con un pasado delictivo que lo persigue sin que pueda escapar de él. Son muchas las escenas con gran chispa y brillo, sin abandonar el espíritu crítico, como por ejemplo, la escena donde intenta conseguir un trabajo “decente”. Para un gran amante del cine como Allen, tampoco podían faltar los intertextos sobre figuras míticas de la pantalla, como la escena del atraco bajo la dirección artística del mismísimo Fritz Lang. Volverá a una prisión de alta seguridad, esta vez, rememorando la película de “La leyenda del indomable” y protagonizará una “Gran evasión” en grupo.
Otro gran punto importante lo representan los entrevistados: Sus padres disfrazados que se avergüenzan de él, su psiquiatra con interpretaciones peregrinas sobre su personalidad, o el propio agente del FBI que consigue su final detención (amigo de J. Edgar Hoover, hablando sobre una conspiración ateo-comunista). Todos los grandes tópicos de la sociedad estadounidense del momento, ridiculizados y criticados sobre el hilo argumental de la biografía del permanente hombre sin éxito, sin fama y sin fortuna. Tal como dijo una vecina tras su final detención: “Y pensar que ese idiota era el gángster del año…”.
Causa comportamientos corruptos la inexistencia del gen que mueve a instituciones y personas a renovarse y mejorar permanentemente
El uso de la corrupción en nuestro Quintana Roo, México y otros países como España, tanto para atacar como para defenderse no resuelve el distanciamiento cada vez mayor entre sus ciudadanos y sus élites políticas. Es evidente que algo estamos haciendo mal. ¿O no será que estamos interpretando inadecuadamente el propio fenómeno de la corrupción? Esta duda nos conduce a sir Arthur Eddington, eminente astrofísico británico, a quien se atribuye la parábola del ictiólogo, que explora el océano con una red de anchura de malla de dos pulgadas. Este imaginario investigador marino deduce, a la vista del pescado capturado, que no existen peces de tamaño inferior a dos pulgadas. Ampliemos nuestra mirada, fuera del debate político. Porque la corrupción tiene que ver con la ideología lo mismo que con la presión atmosférica: nada. Reconsideremos la corrupción. Según los expertos, la corrupción es el abuso del poder público para beneficio privado, situándose así en el eje público-privado. Cabe preguntarse por qué no la consideramos ubicada, también, en el eje de los fuertes frente a los débiles, extremos que trascienden a los populistas de casta y gente. Pues en cualquiera de las modalidades delictivas que puede revestir la corrupción hay alguien que tiene el poder de beneficiarse y quien, como consecuencia, sale perjudicado. Y esto es así independientemente de la naturaleza de los bienes lesionados, públicos o privados, la personalidad jurídica de los actores intervinientes o el lugar de los hechos.
Si consideráramos la corrupción en la encrucijada de ambos ejes, los ciudadanos no veríamos la corrupción como cosa de políticos únicamente. Y, por ende, aunque solo fuera por egoísmo, tenderíamos a comportarnos de manera ejemplar y evitar las prácticas corruptas, por muy privadas que sean, con independencia de su cualidad y cuantía. ¿Acaso es posible una política corrupta en una sociedad sana? Es más, ¿la corrupción supone un problema que causa desafección en la ciudadanía o es un síntoma de males más hondos?, continúa preguntando el ictiólogo de Eddington. La corrupción es, también, señal de que algo no funciona en las profundidades de la cultura organizacional de las instituciones. Una de las principales alteraciones que dan lugar a comportamientos corruptos es la inexistencia del gen que mueve a instituciones y personas a renovarse y mejorar permanentemente.
Los Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade Kuribreña repiten sin desmayo viejas letanías
Cuando ignoramos esto, nos quedamos en la superficie. Hablamos continuamente de medidas preventivas con las que combatir la corrupción. Pero una cosa es disuadir (más leyes, mayores penas) y otra muy diferente prevenir en origen. Y esto se logra mejorando la selección de personal a la entrada de las instituciones y, en su interior, aumentando la calidad de la toma de decisiones allá donde se preparan futuras acciones punibles. Hablamos hasta la saciedad de la transparencia como el mejor antídoto contra la corrupción. Pero es una transparencia limitada a asuntos pasados y presentes, nunca futuros, alejada aún de la transparencia 360 grados que la sociedad demanda. ¿A qué esperan las instituciones? Publicitar las finanzas debe hacerse, pero además debemos conocer de qué forma las instituciones van a acometer, a corto, medio y largo plazo, los procesos de mejora continua de su organización.
Esta es la clave: la mejora permanente de las instituciones. Este es el ingrediente que, hoy ignorado, resulta condición sine qua non para que la transparencia deje de ser un alud de datos indiscriminados; el disfraz de los defensores del actual statu quo; un estado de cosas garantizado por el espíritu normativista y auditor de la lucha contra la corrupción característico de todos, de izquierda a derecha, pasando por los Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade Kuribreña repiten sin desmayo viejas letanías. Entre ellos saldrá el nuevo presidente de los mexicanos y representan a Juntos Haremos Historia, integrada por Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES); ‘Por México al Frente’, conformada por el PAN, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC); y ‘Todos por México’, conformada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Nueva Alianza (PANAL), respectivamente.
Todo lo que empieza acaba o se transforma. Ya se está trabajando para que existan de una vez por todas en nuestro país sistemas para decidir participativamente, implantar de forma ejecutiva, y someterse voluntariamente al control ciudadano. Lo que falta es una nueva práctica institucional, pública y privada, desde La Residencia Oficial de Los Pinos a la última pyme, que recorra México y señale el camino de la mejora permanente como una vía eficaz de combatir la corrupción.
Este es todavía un país habitable gracias a que los científicos, médicos, maestros, empresarios y tenderos no se comportan como los políticos
Si los científicos se dedicaran a desacreditar los descubrimientos que realizan otros equipos de investigación y por principio solo aceptaran los avances de la ciencia que salen de su propio laboratorio, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con la ideología, ¿no estaría la ciencia todavía en poder de la fe o incluso de la Inquisición? Si los médicos en lugar de curar enfermos, se pasaran el día metiéndose zancadillas mutuamente por los pasillos del hospital y cada uno pusiera en duda la honestidad y la competencia de otros colegas, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con sus adversarios, ¿acaso no causaría terror ponerse en sus manos? Si los farmacéuticos proclamaran que las medicinas que expende la farmacia de la otra esquina pueden causar daños irreparables a la salud, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con el programa de otros partidos, ¿quién sería el estúpido que les confiara una receta? Si los maestros, lejos de transmitir un conocimiento libre y sosegado, optaran por envenenar el cerebro de los alumnos con bajas pasiones, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con el patriotismo, ¿no estaríamos todavía en la caverna? Si los tenderos en lugar de vender sus mercancías a un precio razonable, se pasaran el día de juzgado en juzgado, de cárcel en cárcel, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con la corrupción, ¿no sería el comercio lo más parecido a una escuela de malhechores? Si un empresario se viera obligado a aceptar a un ejecutivo cuyo talento fuera similar al de la mayoría de nuestros políticos, ¿no estaría temblando ante la probable quiebra de su negocio?
El columnista español, Manuel Vicent, cree que por fortuna, México al igual que España, este es todavía un país habitable gracias a que los científicos, médicos, maestros, empresarios y tenderos no se comportan como los políticos.
Miedos de Starkwell aparentando ese ideal de estereotipo triunfador dentro de una sociedad exigente y cruel con los que no lo consiguen
Con este primer gran éxito de Allen, “Toma el dinero y corre”, se marca el comienzo de una serie de películas donde la ficción y la realidad se intercambian continuamente, y donde sus protagonistas principales funden persona y personaje sin que acertemos a distinguir dónde empieza uno y acaba el otro. Es un bonita y original manera de hacernos participar de todas sus reflexiones y de su visión existencialista de la vida, recubriendo siempre de un fino humor sus diálogos. Con los años, este tipo de humor surrealista y alocado de los comienzos del cine ha ido depurándose y formando un estilo propio, con visibles inspiraciones en los grandes cineastas. Podríamos decir que Allen es el mejor heredero del humor de los films clásicos.
En su vida real, Allen tuvo grandes dificultades para salir adelante en el mundo del espectáculo. Incluso fracasó para graduarse como productor cinematográfico: “Hasta los caballos consiguen acabar una carrera”. Dedicado durante años a escribir chistes para los demás, tampoco tuvo suerte en su programa de humor para la TV. Pero no cedió en su empeño y continuó escribiendo para televisión y haciendo monólogos humorísticos por los teatros de NYC. El guión de esta cinta, escrito junto a su amigo de la infancia Mickey Rose, estaba destinado para que Jerry Lewis lo dirigiera. Aunque tuvo que ser él mismo el que acabara escribiendo dirigiendo y protagonizando su primer film apoyado por una nueva y modesta productora, Palomar Pictures.
Sin duda, lo más llamativo de “Toma el dinero y corre” es la apuesta narrativa por el ‘mockumentary’, siendo este film uno de las grandes referencias dentro del subgénero. Consigue una gran comedia relatando la vida de un perdedor neoyorkino. Construida con muchos de los miedos que deben afrontar todos los que desean aparentar ese ideal de estereotipo triunfador dentro de una sociedad exigente y cruel con los que no lo consiguen. Y lo consigue gracias a un humor ágil y alocado, lleno de gags y situaciones absurdas bajo la seria y realista apariencia de un documental.
“Nuestros políticos no son los únicos culpables, pero forman parte del problema. ¡Hay que cambiarlos!”, reclama Rosa Montero
Su primer libro de ficción, la novela “Crónica del desamor”, apareció en 1979. En los años posteriores ha publicado una docena de novelas, además de relatos y obras dirigidas a los niños. Una de sus novelas, “La hija del caníbal” fue llevada al cine con el mismo título por el mexicano Antonio Serrano. La periodista y escritora madrileña Rosa Montera está cabrada también con los políticos españoles, sus Mariano Rajoy, Albert Rivera, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Íñigo Urkullu, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras…
“Aumenta día tras día la desconfianza hacia los políticos; y crecen también las voces de alarma que sostienen que hablar siempre tan mal de ellos conduce a la ruptura del sistema democrático. Tienen su punto de razón y es cierto que la credibilidad del sistema está en juego. Como yo pienso que la democracia es sin lugar a dudas el mejor marco social, quiero decir aquí que a mí los profesionales de la política me parecen extremadamente respetables y necesarios. Lo que no me gusta son estos políticos, o la forma de hacer política que se ha implantado en este país. Hace poco, César Molinas sacó un artículo demoledor que ha sido criticado ferozmente, prueba de que puso el dedo en una llaga, y que, entre otras cosas, viene a decir (traducción mía de un texto largo) que nuestros partidos se han convertido en empresas dirigidas al lucro de sus socios, en contra del interés general y con negocios vidriosos…”.
No se ve un espíritu de enmienda ni en España ni en México y Quintana Roo. En las democracias avanzadas los partidos se asemejan cada vez más, y el mensaje ha sido suplantado por la pura apariencia. No importa lo que se hace y ni siquiera lo que de verdad se dice, sino el eslogan, la imagen comercial, salir en los medios; por eso los partidos son cada día más sectarios, porque, sin contenidos que discutir, sólo cabe la adhesión irracional del forofo. “A este mal, que es común, nosotros le hemos añadido el toque cañí del pelotazo. En fin, nuestros políticos no son los únicos culpables, pero forman parte del problema. ¡Hay que cambiarlos! Probemos con un sistema electoral mayoritario y listas abiertas”, defiende Rosa Montero.
El bochornoso espectáculo de las cosas que hemos oído en las conversaciones que han salido últimamente a la luz entre políticos quintanarroenses, por no nombrar otras muchas ya conocidas anteriormente, demuestra el verdadero objetivo de algunas personas que se dedican a la política. Esos rencores que se expresan con tanta claridad y tanta saña no parecen tener mucho que ver con algo de lo que suelen presumir siempre los políticos: su vocación de servidores públicos. Y debe ser verdad aquello de que están hechos de otra pasta. A cualquier ciudadano normal le daría vergüenza ir a comprar el pan si se hubiesen sabido de él las cosas que se han llegado a descubrir de muchos de nuestros políticos, pero ellos se pasean por la vida sin el menor pudor. Si lo que buscaban cuando se metieron en política era el lucro personal y la lucha más innoble por el poder, se podían haber quedado en casa. Habrían hecho un gran favor al país, aunque fuera por omisión. Se han convertido el hienas con traje y corbata que tranquilan por las calles ensangrentadas de Cancún, Solidaridad, Chetumal…
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