Entre 1994 y 2001 Rudy Giuliani como alcalde de Nueva York aplicó con firmeza los programas “tolerancia cero” y “calidad de vida” y los resultados que obtuvo le valieron, por ejemplo, para que el gobierno de la ciudad de México lo contratara como consultor.
Sin embargo, Giuliani no inventó la estrategia. Su programa de “tolerancia cero” fue parte de un conjunto más amplio de reformas, muchas de las cuales ya estaban avanzando desde 1985.
Lo que hizo Giuliani fue que la policía fuera más estricta y combatir la impunidad en todos los niveles, pero también tuvo el tino de dar seguimiento a un conjunto de normas y estrategias implantadas por otras administraciones.
No hizo a un lado las medidas que heredó, al contrario, les dio continuidad, las fortaleció y consolidó y allí está el pequeño gran detalle.
En México, como se palpa día con día en Quintana Roo, se suele desterrar de tajo las acciones implementadas por gobierno anteriores. Cada quien quiere imponer su propio sello, se hace a un lado todo, aunque haya cosas buenas.
Ello impide que haya planeación a largo plazo y se tiren a la basura grandes cantidades de dinero que, si bien pueden estar plenamente comprobados en su uso y destino, al final hay un mal uso de ellos porque no se da seguimiento a lo que se consiguió con ello y esa parte no se fiscaliza. Quizá más adelante deba fiscalizarse también las decisiones de hacer a un lado acciones que costaron a todos y que son cancelados simplemente porque no responden a los intereses de los gobernantes en turno.
Acciones de largo plazo y coordinación en todos los órdenes de gobierno son acciones imprescindibles que deben tomarse en cuenta para que haya resultados tangibles en los problemas que afectan a la sociedad, como es la seguridad.
Las muestras están allí: en las últimas semanas se implementaron acciones para coordinar mejor a las policías federales, estatales y municipales y como resultado ha habido aprehensiones importantes.
Por lo menos en las ejecuciones más recientes, como las perpetradas la noche del lunes en Tulum, las corporaciones policiacas aprehendieron a los responsables. Lo mismo ocurrió en Cancún horas antes.
Acciones contundentes de ese tipo, que solo se logran con una amplia coordinación, como la que promueve el gobernador Carlos Joaquín González, son urgentes para recuperar la confianza ciudadana y revertir la percepción de inseguridad.
Para nadie es un secreto que especialmente en Cancún, donde se centran los ojos del mundo, la violencia subjetiva, aquella que cree el ciudadano que hay, es mayor que la objetiva, que la que realmente existe.
Pero la sensación de inseguridad no se combate solo haciendo policías más estrictas, combatiendo la impunidad o aprehendiendo a los responsables de los delitos.
Hay que combatir también los sentimientos de soledad o de oscuridad, promover organización social, reconstruir la institucionalidad.
Hay que alumbrar las calle, mejorare la recolección de basura y dotar de mobiliario urbano a las ciudades. Todo ello tiene que ver con seguridad.
Si las ciudades son espacios de soledades compartidas, lugares del anonimato y la inseguridad, crecerá en ellas el temor, se construirá miedo en las ciudades y tendremos ciudades construidas por el miedo.
Eso no debe permitirse. Estamos a tiempo de evitarlo.
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