BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Tras eternas semanas en las que la mayoría hemos sido sucesivamente expertos en candidaturas tránsfugas de Quintana Roo, con cambios de colores y siglas que para sí quisieran muchos envidiosos camaleones de nuestro bestiario tropical; hemos osado a debatir sobre coaliciones y mayorías parlamentarias para mociones de censura en España, conocedores de cómo se forma un Gobierno socialdemócrata tras mandar a su casa a otro conservador, en apenas siete días sin ‘guerras sucias’; llegamos a ser letrados en derecho penal aplicado a delitos económicos y hasta gestores de crisis migratorias en aguas del Mediterráneo; escuchamos escépticos cómo empresarios estatales se reunían con Gobernación para tratar de la inseguridad y la violencia reinantes y preocupantes, después de que algunos de ellos dejaran firmados en sus ‘firmas’ salarios quincenales de apenas tres o cuatro mil pesos ‘criminales’…; estos días -por fin- sacamos a pasear a ese seleccionador nacional de fútbol que llevamos dentro.
Más de cien millones de ciudadanos mexicanos están ‘poseídos’. Muchos de ellos, desde hace cuatro años no han visto un partido de balompié, y de pronto sueltan: “Claro, si juegas con un falso delantero no te quejes luego de que hay pocas ocasiones de gol”. Desde hoy echaremos en cara a los jugadores que no se maten a correr la banda o que no estén marcando con la debida intensidad a Cristiano Ronaldo. Sacaremos ocasionalmente además al estratega y al antropólogo que también llevamos incorporados de fábrica para explicar algunos resultados. “Para mí no es una sorpresa que Islandia gane a Inglaterra porque los vikingos aterrorizaron sus costas durante muchos años. En cambio, contra los rusos lo tienen peor porque allí no tuvieron tanto éxito”. “Oiga, pero si la figura de Rusia se llama Mario Fernandes y nació en Brasil”. “Está claro entonces: los vikingos jamás llegaron a Sudamérica”…
“Si el fútbol no existiera habría, como Dios, que inventarlo. Solo que uno se pregunta a veces cuál de los dos es una fuerza más benigna para la humanidad”, comentaba semanas atrás el escritor y periodista británico John Carlin. En agosto de 2008 publicó el libro ‘Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation’ -titulado en castellano ‘El factor humano’-, que se centra en las acciones del presidente Mandela en 1995 durante la Copa Mundial de Rugby que tuvo lugar en Sudáfrica. El libro refleja como Nelson Mandela se propuso conquistar al bando opuesto en sus años de prisión, consiguiendo su libertad y llegando a ocupar el cargo de presidente. Desde su alto cargo Mandela consiguió lidiar con blancos y negros para asegurar la unión de un país dividido por cincuenta años de odio racial y que se encontraba al borde de una guerra civil, mostrando también su inclinación por el deporte como método de unión entre ambos bandos. Para su elaboración se basó en varias entrevistas realizadas entre 2000 y 2007 a destacados personajes de la vida política y deportiva sudafricana, valiéndose además de su trabajo como corresponsal en Sudáfrica para The Independent. ‘Playing the Enemy’ fue posteriormente llevado al cine, sirviendo como base e inspiración a la película estrenada en 2009 ‘Invictus’, dirigida por Clint Eastwood y con Morgan Freeman interpretando el personaje de Mandela. Tanto en el libro ‘El factor humano’ como en la posterior película llevada al cine ‘Invictus’, se menciona el poema de William Ernest Henley, escrito en 1875, y del que Mandela hizo uso en sus años de prisión para que le ayudara a sobrellevar su encarcelamiento. Los dos versos que cierran el poema son, quizás, los que mejor resumen el espíritu de libertad que se encuentra en su lectura: “Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
La rivalidad entre los dioses, o entre las diferentes nociones de cómo se debería alabarlos, ha generado bastante más odio y crueldad, por no hablar de masacres y guerras, que la del futbolero Madrid y el Barça, River y Boca, Galatasaray y Fenerbahçe. Incluso Celtic-Rangers. El América y el Chivas, en nuestro México, en plena fiebre electoral de cara al Primero de Julio. Elegirá al sucesor del presidente priista Enrique Peña Nieto. Todo el mundo siente en mayor o menor grado la necesidad de volcar sus pasiones en algo más amplio o grandioso que la reducida órbita de las necesidades cotidianas. La identidad de cada ser humano se ha definido a lo largo de los siglos a través de la familia pero también a través de la nación, o la ideología, o la religión. Un fenómeno mucho más reciente es el de satisfacer la necesidad de pertenencia colectiva a través de un equipo de fútbol. Todos conocemos y muchos hemos sentido la rabia que el fútbol genera pero pocas veces acaba en vidas perdidas y menos, con la posible y dudosa excepción del conflicto entre El Salvador y Honduras de 1969, en guerra.
Si Dzhokhar y Tamarlan Tsarnaev hubieran invertido sus energías o frustraciones o resentimientos juveniles en la banal afición futbolera, si su enemigo inmediato hubiera sido el Real Madrid o el Manchester United o -en caso de que hubiesen sido aficionados del béisbol- los New York Yankees, podemos suponer que el atentado de Boston, aquella maldita tarde del 15 de abril del 2013, no hubiese ocurrido, que un niño de ocho años y dos adultos no habrían muerto, que no habría 180 víctimas más (varios de ellos mutilados) y que los familiares de los dos terroristas de 19 y 26 años de origen checheno no estarían condenados a vivir presos de la culpa, la angustia y la incomprensión. No es una exageración afirmar que gracias al fútbol el mundo es menos violento y cruel de lo que sería sin él. Millones y millones de personas (aunque más hombres que mujeres, eso sí) canalizan sus inevitables antagonismos tribales vía el fútbol. Hacen suyos los triunfos y las derrotas, las glorias y las humillaciones de sus equipos de un modo similar al que individuos como los hermanos Tsarnaev hacen suyos los triunfos y las derrotas, las glorias y las humillaciones (pero en este caso más las derrotas y humillaciones) de su religión y su tierra. Son casualidades del destino las que llevan a las personas por un camino u otro. La feliz diferencia es que los fanatismos en el fútbol se expresan en gritos o llantos fugaces, en euforia o dolor pasajero, y que los resentimientos, en vez de cocinarse a fuego lento durante años o siglos, se purgan con la esperanza de un resultado favorable la semana o curso siguiente.
Siempre existe la posibilidad de la redención en el fútbol y nunca se llega a ese extremo de cero empatía con el prójimo que desemboca en casos como el de Boston en el que uno coloca una par de artefactos explosivos entre una multitud consciente de que va a provocar un atroz sufrimiento ajeno por el que uno no siente absolutamente nada. Salvo quizá una grotesca sensación de reivindicación y triunfo. Es verdad que durante un partido entre el Madrid y el Barça el grado de empatía entre los aficionados rivales baja a niveles minúsculos, pero la deshumanización del rival nunca ha llegado a tal punto que uno haya sido capaz de planear deliberadamente la muerte del otro, y de sus familias. El fútbol es la guerra, incluso la masacre, pero por otros medios, más civilizados. El escritor George Orwell decía que el fútbol era como la guerra “pero sin disparos”,
Muchas veces se ha comentado que el fútbol sirve como terapia para los pueblos. Acontecimientos espantosos como los atentados yihadistas indiscriminados en París, Londres, Berlín, Barcelona… o los bombardeos con gas contra las poblaciones civiles en Siria, las matanzas contra escolares en las escuelas y universidades de Estados Unidos, los miles de desaparecidos y baleados que siguen ensangrentando las calles de los pueblos de México… nos recuerdan una vez más el valor que tiene el fenómeno de masas más grande del mundo, lo que contribuye, por más ruido y furia que genere, a la paz. Gracias, Dios (o a esos conspiradores reunidos en un pub londinense hace 150 años), por inventarlo.
Millones de espectadores de todo el planeta contemplarán durante 31 días y a lo largo de 64 encuentros qué selección será campeona del mundo
El Mundial de Fútbol de Rusia es ya un fenómeno de masas más global que nunca. Lo llaman el deporte rey a pesar de que siempre parece lo mismo: 22 jugadores, un árbitro, los asistentes y el protagonista de todo, el balón. Sin embargo, basta echar la vista atrás para comprobar los cambios que se producen cada cuatro años y cómo los aficionados enloquecen de manera literal con los colores de su selección. Todo crece alrededor del fútbol, que se ha convertido en una fábrica de dinero con las apuestas, los patrocinadores, las denominadas estrellas y algo sin lo que ya no concebimos la vida: la tecnología. Al poner una pelota en las manos de un niño o de una niña el fútbol cobra sentido al ver que lo primero que hace es tirarla al suelo y darle patadas. Desde ese momento, la mente de muchos menores y también la de muchos padres se transforma soñando con el futuro vertiginoso que encierra el deporte profesional. Sin embargo, pocos son los elegidos para representar el papel de ídolos en el fútbol. En esta edición, la 21 de los campeonatos del mundo, 11 de los equipos participantes aportan una estrella que no solo es el emblema de su país, sino que está entre los 20 jugadores que más dinero ganan y valen en el mundo.
Al frente de todos ellos, Lionel Messi, el capitán de Argentina, que participa en su cuarto Mundial y con la cuenta pendiente de ganarlo, ya que es el único título que le falta en su palmarés. Le siguen Neymar con Brasil, Cristiano Ronaldo con Portugal, Harry Kane con Inglaterra y Kevin de Bruyne con Bélgica. Pero el fútbol es un deporte de equipo por mucho que despunte un jugador, y en cada cita destacan nuevos jugadores que no hacen otra cosa que ‘romper’ el mercado al decantarse siempre por fichar por los grandes equipos europeos. Griezman, Salah, Guerrero, Smolov, Okazaki… cada equipo tiene su estrella y su ‘tapado’ para sorprender al rival. Esta cita tampoco se escapa de los rumores, los fichajes y los sustos ante posibles lesiones. La Liga española, la mejor liga del mundo a juzgar por el número de títulos continentales en los últimos años, protagoniza varias de estas situaciones: por un lado, los rumores sobre el futuro de Cristiano Ronaldo, confesados por él mismo tras ganar la última Champions en mayo; el futuro de la estrella del Atlético de Madrid Antoine Grizman, y por último la bomba por la destitución y fichaje del seleccionador español, Julen Lopetegui, por el Real Madrid. Las apuestas, ésas que afinan tanto con el vencedor de Eurovisión, sitúan a Brasil, Alemania y España, por este orden, en la terna de favoritos, pero estamos hablando de un deporte, de un juego y de una pelota que puede o no entrar, y es que, ya lo dijo Vujadin Boškov, “fútbol es fútbol y gol es gol”…
Desde que en 1930 se disputara la primera Copa del Mundo en Uruguay, cada cuatro años, a excepción de 1942 y 1946, un país ha acogido el Mundial de selecciones nacionales, que ha ido aumentando en participación hasta situarse en la actualidad en los 32 equipos. Hasta esta 21 edición se han disputado 836 partidos, se han marcado 2.379 goles y tan solo 8 selecciones han ganado en alguna ocasión el ansiado título: Brasil (5), Italia (4), Alemania (4), Uruguay (2), Argentina (2), Inglaterra (1), Francia (1) y España (1). Únicamente Brasil ha participado en todas las ediciones del torneo (incluida la de Rusia que comienza hoy), seguida de Alemania con 19 participaciones, Italia (la gran ausente de este Mundial con 18), Argentina con 17 y España y Francia con 15. El Mundial llega por primera vez a Rusia, y lo hará en 11 ciudades y 12 estadios, algunos distanciados entre sí por más 2.500 kilómetros: Ekaterimburgo, Kaliningrado, Kazán, Moscú, Nizhni Nóvgorod, Rostov del Don, San Petersburgo, Samara, Saransk, Sochi y Volgogrado. Será la decimosexta sede en 21 ediciones, en la que solo han repetido Italia, Francia, Brasil, México y Alemania como organizadores de una Copa del Mundo.
Pero este Mundial de fútbol lo será también de la globalidad. En cualquier rincón del mundo se seguirán los partidos independientemente de los husos horarios y de que participe o no el país que lo emita. El planeta fútbol, gracias a la tecnología, permitirá que tenga una audiencia potencial de más de 3.500 millones de personas. Esto contrastará con los inicios de los mundiales de fútbol, hace 80 años, cuando la radio y los periódicos fueron los únicos canales de difusión, y lo hacían para unos privilegiados que podían ver las imágenes días o semanas después de haberse disputado los partidos. Desde la década de los 50 del siglo pasado la creación de Eurovisión (Unión Europea de Radiodifusión) permitió a alrededor de 4 millones de europeos ver siete partidos del Mundial de Suiza en 1954 en directo. Este año, entre televisión en directo y dispositivos móviles la audiencia seguro que supera a la del pasado Mundial de Brasil. Y al ser un evento deportivo tan seguido, la cultura deportiva hace que casi todos los detalles de los 23 jugadores que componen cada selección se conozcan desde semanas antes de comenzar a rodar el balón, pero hay otros aspectos menos conocidos, como la mascota del Mundial, la canción que sonará y que se hará famosa gracias a la competición y el balón oficial.
Con la creación de la mascota Rusia abrió una consulta pública para que los ciudadanos rusos manifestaran sus preferencias sobre el tipo de personaje, sus características e incluso que pudieran elegir el nombre. La mascota oficial de la Copa Mundial de Rusia 2018 es un lobo divertido llamado ‘Zabivaka’ (pequeño goleador), que obtuvo el 53 % de los votos del público ruso, seguido por un tigre con el 27% de los votos y un gato con el 20% de los votos. El tema oficial del evento, estrenado a mitad de mayo, es ‘Live It up’ (Vive el momento) de Nicky Jam, la cantante Era Istrefi y el actor y rapero Will Smith. Por último, el protagonista y responsable de que un equipo gane y el 15 de julio se proclame campeón del Mundo añadiendo una estrella a su camiseta es ‘Telstar18’, el nombre oficial del balón, que posee tonos azul marino degradados y que está fabricado con seis paneles unidos sin costuras. Bienvenidos al Mundial de Rusia 2018, porque hasta al que no le guste el fútbol e intente evitarlo, no le quedará más remedio que escuchar, ver y leer sobre el deporte del balompié en los próximos 31 días, o en los siguiente cuatro años si vive en el país del equipo ganador…, y hasta la eternidad si México logra el milagro en tierras de Vladímir Putin.
Para el creador de ‘Gran Hermano’, el deporte no mejora las relaciones internacionales, faltaban John Carlin y Nelson Mandela para desmentirle
George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, quien vivió entre 1903 y 1950, fue un escritor y periodista británico, cuya obra lleva la marca de las experiencias personales vividas por el autor en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico que lo llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor de la justicia social, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; en contra de los totalitarismos nazi y stalinista tras su participación en la Guerra Civil Española. Orwell es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados del siglo XX, y más conocido por dos novelas críticas con el totalitarismo: Rebelión en la granja y 1984 (la cual escribió y publicó en sus últimos años de vida). En 2008, figuraba en el puesto número dos del listado de los 50 escritores británicos de mayor relevancia desde 1945, elaborado por The Times. Testigo de su época, Orwell es, en los años treinta y cuarenta del siglo XX, cronista, crítico de literatura y novelista. En ‘1984’, crea el concepto de ‘Gran Hermano’ que desde entonces pasó al lenguaje común de la crítica de las técnicas modernas de vigilancia. El adjetivo ‘orwelliano’ es frecuentemente utilizado en referencia al distópico universo totalitarista imaginado por el escritor inglés. George Orwell comentaba que “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.
Poco entusiasta al deporte a pesar de su origen británico, escribió un interesante artículo periodístico sobre el “espíritu deportivo’ con motivo del partido de fútbol jugado entre el Dínamo de Moscú y el Arsenal de Gran Bretaña. En este artículo hace ese famoso comentario de que el fútbol es “una guerra sin disparos”. George Orwell, a diferencia de John Carlin no cree que el deporte ayude a mejorar las relaciones entre las comunidades nacionales e internacionales. En la época de Orwell no abundaban personalidades como las de Nelson Mandela, quien le dio la razón a John Carlin y desautorizó a George Orwell. Creo que es interesante leer lo que decía el autor de ‘1984’…
“Ahora que ha finalizado la breve visita del equipo de futbol Dínamo de Rusia, es posible decir públicamente lo que muchos intelectuales hablaban en privado incluso antes de la llegada de los Dínamos. Y lo anterior es que el deporte es una causa constante de mala voluntad, y si una visita como ésta tuviera el más mínimo efecto sobre las relaciones anglo-soviéticas, sería únicamente para empeorarlas un poco más de la situación actual. Incluso los diarios han fallado en ocultar el hecho de que al menos dos de los cuatro partidos jugados ocasionaron un malestar general. En el partido contra el Arsenal, como me comentó un asistente, un jugador británico y uno ruso se fueron a las manos y la audiencia abucheó al árbitro. En el partido de Glasgow, como alguien más me informó, fue simplemente una batalla campal desde el inicio. Después se presentó la controversia, típica de nuestra era nacionalista, sobre la composición del equipo del Arsenal. ¿En efecto se trataba de un equipo de ingleses como declararon los rusos?, ¿O se trataba meramente de un equipo de liga como decían los británicos? Y, ¿acaso los Dínamo finalizaron abruptamente su gira para evitar jugar contra un equipo de puros ingleses? Estas respuestas, como siempre, fueron contestadas de acuerdo con las preferencias políticas personales. Aunque no en todos los casos, sin embargo. Observé con interés, a manera de ejemplo de las pasiones viciosas que provoca el fútbol, que el corresponsal deportivo del rusófilo News Chronicle tomó la opinión anti-rusa y mantuvo que el Arsenal no era un equipo conformado por puros ingleses. No hay duda de que la controversia continuará haciendo eco durante años en las notas al pie de los libros de historia. Mientras tanto, el resultado de la gira del Dínamo, en tanto que en efecto haya tenido cualquier resultado, habría sido generar una animosidad fresca en ambos bandos”.
La presencia de los ‘espías’ de Dínamo de Moscú en Gran Bretaña, en 1945, preparaba al mundo para la ‘Guerra Fría’
“¿Y cómo iba a ser de otra manera? Me sorprende cada vez que escucho a alguna persona decir que el deporte genera buena voluntad entre las naciones, y que si tan sólo la plebe del mundo pudiera conocerse mutuamente en el futbol o cricket, no habría inclinación alguna para encontrarse en el campo de guerra. Incluso sin el conocimiento de ejemplos concretos (los Juegos Olímpicos de 1936, por ejemplo) de que las justas deportivas internacionales llevan a orgías de odio, uno puede deducir lo anterior con base en los principios generales. Prácticamente todos los deportes practicados hoy en día son competitivos. Uno participa para ganar, y el juego tiene poco significado a menos de que se haga todo lo posible por ganar. En las áreas verdes es donde se toma partido y no se involucra ningún sentimiento de patriotismo local, es posible jugar por el simple hecho de la diversión y el ejercicio: pero tan pronto surja la cuestión del prestigio, cuando se sienta que tanto uno como cierta unidad mayor se deshonrará con la pérdida, es cuando se levantan los instintos combativos más salvajes. Esto lo sabe cualquiera que haya participado incluso en un partido de futbol escolar. En el nivel internacional el deporte se trata francamente de una mímica del conflicto armado. Pero lo importante no es el comportamiento de los jugadores, sino la actitud de los espectadores: y, detrás de los espectadores, de las naciones que se conducen hasta la furia durante estos concursos absurdos, y además que creen con seriedad (a cualquier costo y durante periodos breves) que correr, brincar y patear un balón son la prueba de la virtud nacional.
Incluso cuando se trata de un juego pausado como el cricket, que requiere más gracia que fuerza, puede ocasionar suficiente mala voluntad, como lo pudimos observar con la controversia alrededor del lanzamiento de bola corta y rápida hacia la pierna y con las tácticas ásperas del equipo australiano que visitó Inglaterra en 1921. Es aún peor el futbol, un juego en donde todos se lastiman y cada nación tiene su propio estilo de juego que parece poco justo para los extranjeros. El peor de todos es el boxeo. Una de las situaciones más horribles del mundo es una pelea entre un boxeador blanco y uno de color frente a una audiencia mixta. Pero la audiencia del boxeo siempre es repugnante, y el comportamiento de las mujeres, en particular, es tal que, hasta donde sé, hace que la armada prohíba su asistencia a las justas. Hace dos o tres años, sin importar el rango, cuando la Guardia Nacional y las tropas regulares tenían un torneo de boxeo, me colocaron como guardia de la puerta del lugar, con órdenes de mantener a las mujeres afuera.
En Inglaterra, la obsesión con el deporte es lo suficientemente mala, pero existen pasiones incluso más feroces que emergen en los países más jóvenes en donde las competencias deportivas y el nacionalismo son ambos desarrollos recientes. En países como India o Birmania, en los partidos de fútbol es necesaria la presencia de fuertes cordones policiales para evitar que la muchedumbre invada el campo. En Birmania, he visto a los aficionados de una parte atravesar a la policía e inhabilitar al arquero de la parte opuesta en un momento crítico. El primer partido grande de fútbol que se jugó en España hace unos quince años provocó una revuelta incontrolable. Siempre desaparece la noción de jugar el juego con base en las reglas tan pronto se despiertan los fuertes sentimientos de rivalidad. La gente quiere ver una parte victoriosa y la otra humillada, y olvidan que la victoria obtenida mediante la trampa o con la intervención de la audiencia carece de importancia. Incluso cuando los espectadores no intervengan de manera física intentan influenciar el juego aclamando a su propia parte y ‘traquetear’ a los jugadores opuestos con abucheos e insultos. El deporte serio no tiene nada que ver con el ‘fair play’. Está fuertemente sostenido por odio, celos, presunción, indiferencia de todas las reglas y un placer sádico en la testificación de la violencia: en otras palabras, se trata de una guerra sin disparos.
En lugar de balbucear sobre la rivalidad limpia y saludable del campo de fútbol y el gran papel de los Juegos Olímpicos de acercar a las naciones, es mucho más útil preguntar el cómo y porqué despertó este culto moderno al deporte. La mayoría de los juegos que jugamos en la actualidad tienen un origen antiguo, pero el deporte no parece haberse tomado muy en serio entre los tiempos romanos y el siglo XIX. Incluso en las escuelas públicas de Inglaterra el culto al juego no comenzó hasta finales del siglo pasado. El Dr. Arnold, considerado como el fundador de la escuela pública moderna, consideraba los juegos como una pérdida de tiempo. Entonces, principalmente en Inglaterra y en los Estados Unidos, los juegos se concibieron como una actividad altamente financiada, capaz de atraer a audiencias grandes y de despertar pasiones salvajes, y la infección se transmitió de país a país. Los deportes más combativos y violentos, el fútbol y el boxeo, han sido los que han tenido mayor alcance. No puede haber mucha duda de que todo se encuentra atado con el aumento del nacionalismo, esto es, con el hábito moderno y lunático de identificarse a sí mismo con un poder grande de unidades y observar todo en términos de prestigio competitivo. También, los juegos organizados tienen más probabilidad de florecer en las comunidades urbanas en donde el ser humano promedio vive una vida sedentaria o al menos confinada, y no tiene muchas oportunidades de trabajo creativo. En una comunidad rústica, un niño o un hombre joven gasta gran parte de su excedente de energía caminando, nadando, batallando con bolas de nieve, trepando árboles, montando caballos y en varios deportes que involucran crueldad hacia los animales como la pesca, las peleas de gallos y la caza de ratas. En una ciudad grande uno debe dejarse llevar por las actividades grupales si busca una salida para su fuerza física o impulsos sádicos. Los Juegos se toman con seriedad en Londres y en Nueva York, así como se tomaban con seriedad en Roma y Bizancio: se jugaban en la Edad Media, y probablemente con demasiada brutalidad física, pero no estaban mezclados con la política ni con una causa de odios grupales.
Si usted quisiera añadir el vasto fondo de mala voluntad existente en el mundo en este momento, lo podría mejor a través de una serie de partidos de fútbol entre judíos y árabes, alemanes y checos, hindúes y británicos, rusos y polacos, italianos y yugoslavos; con cada partido a ser visto por una audiencia de 100.000 espectadores. No sugiero, por supuesto, que el deporte es una de las causas principales de rivalidad internacional; el deporte a gran escala es por sí mismo, así lo pienso, meramente un efecto más de las causas que han producido el nacionalismo. Aun así, no deben empeorarse las cosas enviando un equipo de once hombres, etiquetados como campeones nacionales, para ir en batalla contra algún equipo rival, y permitir en ambas partes que cualquier nación que pierda será ‘humillado públicamente’. Por lo tanto, espero que no demos seguimiento a la visita del Dínamo enviando un equipo británico a la URSS. En caso de tener que hacerlo, mandemos entonces un equipo de segunda categoría al que seguro le ganarán y no podrá decirse que representa a Gran Bretaña en su totalidad. Actualmente existen suficientes causas reales de problemas, y no necesitamos añadirles el hecho de motivar a los hombres jóvenes a patearse mutuamente en las espinillas entre los rugidos de los espectadores enfurecidos”.
Los ‘19-9’, recibidos como héroes por el Kremlin y homenajeados como ejemplo de la superioridad del hombre socialista sobre el capitalista
En la primavera de 1947 se estrenó en Moscú el musical “19-9”. Tan extraño título escondía un homenaje a Dínamo de Moscú, el primer equipo de la Unión Soviética que realizó una gira por Inglaterra. Poco después de que se cumpliera un mes del cese total de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial con la rendición de las tropas japonesas formalizada en el acorzado Missouri fondeado en la bahía de Tokio, el equipo fundado por un inglés seguidor del Blackburn Rovers -aún hoy luce los colores blanco y azul- en 1897 y que después de la Revolución pasó a ser controlado por las fuerzas de seguridad soviéticas -futuro KGB, el de Vladimir Putin, el de Crimea y Ucrani, el nuevo ‘zar’ de Rusia- se presentó en Londres. Allí, todo lo ruso levantaba una enorme curiosidad… y sospechas. El resultado de la gira fue de dos victorias sobre Cardiff y Arsenal y dos empates ante Chelsea y Glasgow Rangers, un balance de 19 goles a favor y 9 en contra, lo que valió para que los jugadores del Dinamo fueran recibidos como héroes por el Kremlin y homenajeados como ejemplo de la superioridad del hombre socialista sobre el capitalista.
El 1 de noviembre de 1945, el Dinamo de Moscú era esperado en un Londres en el que las secuelas de los bombardeos de la Lufwaffe. Sin embargo, los rusos no aterrizaron hasta el día 4 en el aeropuerto de Croydon. Su llegada fue recogida en apenas dos líneas en The Times. A los cuatro partidos que tenían cerrados se sucedió una lluvia de invitaciones de otros equipos ingleses para medirse al equipo que el 16 de septiembre, a falta de una jornada, se había proclamado campeón de la liga de la URSS. Había ganado 19 de los 22 partidos, marcado 73 goles y encajados 13 en la primera Liga jugada después de la Gran Guerra Patria, nombre que los ex soviéticos dan aún hoy a la II Guerra Mundial. El 13 de mayo de 1945, sólo cuatro días después de la confirmación de la derrota nazi ante el Ejército Rojo, había dado comienzo aquel campeonato en el que el Dinamo superó por un punto al CSKA.
En la expedición del Dinamo, al margen de los jugadores, el presidente soviético Josef Stalin incluyó a agentes del entonces llamado NKVD, a cuyo frente estaba Vsevoldov Nikolayevich Merkulov. Moscú interpretó que era una excelente oportunidad para analizar sobre el terreno una ciudad que en los años futuros iba a ser clave. Antes de aceptar la invitación, el Kremlin envió una carta de 14 puntos a la Federación Inglesa dejando claro que no iban a ceder en ninguno, que no aceptaban un partido en Wembley ante la selección inglesa y que sólo jugarían con equipos de un nivel similar al suyo “nunca contra una selección de los mejores de su país”. Los rusos pidieron que un árbitro que viajaba con ellos pitara al menos un partido, que no se permitieran las cargas que estaba aceptadas sólo en Inglaterra, que se les permitiera realizar cambios (se podía en la URSS pero no en Inglaterra), que todas sus comidas las pudieran realizar en la embajada soviética en Londres…
Todo fue aceptado menos una cosa que pedían los rusos: jugar sólo los sábados y sin que hubiera más partidos a la vez. A esto no cedió Stanley Rous. Todo eso hizo que la recepción a los rusos fuera bastante fría y que hubiera riesgo hasta última hora sobre realización de loa gira. Los rusos no aceptaron más partidos que los que tenían cerrados. El día 9, el embajador soviético en Londres, Feodor Tarasovich Gousev, invitó a la delegación del Dinamo a la celebración del aniversario de la Revolución. En la sede diplomática, el equipo y sus ‘ayudantes’ coincidieron con Clement Attlee, primer ministro y con Winston Churchill, su sucesor y entonces presidente de la Fundación de Ayuda a Rusia. El 13 de noviembre, en Stamford Bridge, llegó el primer partido. El teniente Clark fue el árbitro elegido. Los entrenamientos sirvieron para que los ingleses se quedaran con la boca abierta ante los métodos que empleaba el técnico del Dinamo. Yakuskhin, como se puede leer en la prensa londinense de la época “hace del dominio del balón un arte”. Para los ingleses fue una enorme sorpresa descubrir que el entrenador soviético, ganador con el Dinamo como jugador de tres Ligas y una Copa antes de la guerra, utilizaba una pizarra para explicar a sus jugadores cómo moverse.
El choque ante el Chelsea, que acabó con empate a tres y en el que el Dinamo falló un penalti, de disputó ante 85.000 espectadores, de ellos 74.496 de pago para dejar una recaudación cercana a las 7.000 libras. El público, tras escuchar los himnos de los dos países, estalló en una enorme ovación cuando los rusos fueron a la banda para recoger cada uno un ramo de flores y dárselos a sus rivales.
El segundo partido fue una masacre porque el Dinamoo aplastó al Cardiff (10-1) en la capital de Gales. Al Arsenal, en el campo del Tottenham, le ganaron 4-3. Ese partido fue el más especial para el entrenador del Dinamo, que antes de viajar a Londres quiso asegurarse un partido con los ‘gunners’, equipo al que admiraba, “porque ir a Inglaterra y no jugar ante el Arsenal es como viajar El Cairo e irse sin ver las pirámides”. Ese encuentro se jugó bajo una niebla increíble que hacía que los 54.000 espectadores que estaban en White Hart Lane apenas vieran lo que pasaba. El árbitro, el soviético Nikolai Lathysev, siguiendo órdenes del embajador soviético, se negó a que se parara el partido por mucho que lo pidieran los ingleses. Además, los jugadores del Arsenal montaron en cólera al descubrir que los rusos, aprovechando la niebla, habían estado jugando 20 minutos con 12. Tras el encuentro, el capitán del Arsenal, Bastin, y el entrenador, Allison, se quejaron de la parcialidad del árbitro y la dureza de los rusos, que se tomaron esas palabras como una agresión y una falta de hospitalidad. Una ingente labor diplomática evitó que el Dinamo se negara a jugar el último partido.
Las carpetas de la KGB, sobre el espionaje en Inglaterra se llenaron de contenidos, nombres, lugares estratégicos, posibles contactos…
Acabó la gira en Ibrox Park, ante 90.000 espectadores, el 28 de noviembre con un empate a dos ante el Glasgow Rangers. Hasta su regreso a Moscú, la delegación del Dinamo se dedicó a participar en recepciones en las mejores mansiones británicas sin que nadie sospechara que junto a los futbolistas Stalin había enviado a individuos que nada tenían que ver con el fútbol. Casi a mediados de diciembre, el Dinamo regresó a Moscú, donde fue recibido con honores de héroes. El Kremlin concedió 10.000 rublos a cada jugador (1.000 libras), 12.000 al capitán (Semichastny) y 15.000 para Mihail Yakuskhin, el entrenador. La prensa moscovita se regodeó del parcial de 19-9 sin que ciudadanos soviéticos supieran nunca que el 10-1, base de esa gruesa diferencia, fue logrado ante un modestísimo equipo de Tercera división como era el Cardiff, al que se referían como “el gran ganador de la Copa de 1927 contra el Arsenal”. La gira del Dinamo por Inglaterra se convirtió en una enorme obra de propaganda en la Unión Soviética. Poco después de la vuelta del equipo se publicó un libro de 90 páginas con fotografías, autógrafos de los jugadores, dibujos, entrevistas y reportajes de la exitosa gira por el Reino Unido. Allí, en Inglaterra, quedó la sensación de que su fútbol se había estancado y un sentimiento de desconfianza aumentado hacia todo lo ruso. En la sede del NKVD, las carpetas destinadas a informes de espionaje en Inglaterra se llenaron de contenidos, de nombres, de lugares estratégicos, de posibles contactos…
Esperemos que los servicios de inteligencia de Vladimir Putin no estén tan activos en su Mundial. Hay que evitar que se ‘manipule’ políticamente lo que no es más que un juego que nos apasiona. El fenómeno de masas más grande del mundo, contribuye a la paz entre los pueblos. Me llamaba la atención, durante mis viajes a Fez, Marraquech, Casablanca, Ourzazate…, ver en sus zocos a jóvenes ataviados con camisetas del equipo de fútbol de la Real Sociedad de San Sebastián, donde jugaba el cancunense Carlos Vela. Por entonces había logrado desbancar al tándem del Real Madrid y Barcelona de los títulos de la Liga Española y la Copa del Rey. Los hinchas ‘Txuri Urdiñ’, en castellano blanquiazul, es el nombre que recibe el himno oficial de la Real Sociedad de San Sebastián. De hecho, los ‘txuri-urdiñ’ es el apodo de los aficionados o seguidores de dicho equipo vasco. Hoy se imponen los aficionados del Barcelona o Real Madrid. En Cancún sorprende el gran número de aficionados blaugranas, del Barça y del Atlante, quienes comparten colores comunes. El fútbol acerca a los pueblos y a las aficiones. En tiempos de George Orwell había políticos, los más, que se no se habían enterado que este es un deporte de la calle y no de gubernaturas, congresos, senados o ayuntamientos. “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, una de las frases más conocidas del filósofo español José Ortega y Gasset la aplicó demasiado literalmente el escritor de ‘Rebelión en la granja’.
EE UU, México y Canadá, ‘United’, organizarán el Mundial de 2026, otro NAFTA de la FIFA, sin permiso del cabreado Donald Trump
Hace dos años que el suizo Joseph Blatter fue derrocado por el escándalo del ‘FIFAgate’, pero la elección de las sedes de los mundiales se rigen por los mismos parámetros que antes: dinero y política. Bajo estas dos premisas, la opción conjunta de Estados Unidos, México y Canadá se impuso con rotundidad a la de Marruecos. La triple candidatura americana acogerá el primer Mundial de la historia con 48 selecciones que se dividirán en 16 grupos de tres países. Para la FIFA que ahora dirige Gianni Infantino, como la que comandaron antes Blatter y Joao Havelange, la organización de un Mundial es una cuestión de seguridad en la rentabilidad económica del evento. La pasión por el fútbol que nucleaba las aspiraciones de Marruecos fue aplastada en la votación (134 contra 65) ante la seguridad de que el Mundial 2026, que por primera vez también organizarán tres países, será un gran negocio para la FIFA. La candidatura ganadora, bautizada como ‘United’, anunció durante su presentación que dejará unos beneficios de 11.000 millones de dólares. Marruecos, aseguró que sus ingresos duplicarán los obtenidos en Brasil 2016, pero fue más cauta. Aseguró entradas más baratas para los aficionados a costa de los réditos económicos. Su discurso apeló más al sentimiento y la solidaridad con el continente africano, solo ha acogido un Mundial por 11 de Europa y 8 de América, que a la cuestión económica.
“Una cita mundial deber ser humana, es muy fácil manejar las variables de una ecuación financiera, los beneficios no son la razón de ser de un Mundial”, dijo Mulay Hafid lalamy presidente de la federación marroquí. La candidatura africana jugó duro en su puesta en escena, principalmente contra Estados Unidos. Hizo gala de ser uno de los países más seguros del mundo y de tener prohibida el uso de armas de fuego entre su población civil. El exinternacional nigeriano Daniel Amokachi, fue muy socarrón con el arraigo del fútbol en Estados Unidos: “El fútbol es más que unas cifras. Yo tuve la suerte de estar en el Mundial del 94 celebrado en Estados Unidos y cuando a la gente le preguntabas por la calle quién era Maradona no lo sabían”.
“En México el fútbol no es solo un deporte, forma parte de nuestra cultura, será un Mundial de fútbol para todos”, según Decio de María
México, a través del presidente de su federación, Decio de María, trató de contrarrestar la cuestión pasional defendida por Marruecos: “En México el fútbol no es solo un deporte, forma parte de nuestra cultura, será un Mundial de fútbol para todos”. La parte política de la candidatura ganadora, como la otra gran pata sobre la que edificar una candidatura, la ha liderado a su manera el presidente estadounidense Donald Trump, que durante el proceso lanzó varias advertencias. “Sería una pena que los países a los que siempre apoyamos fueran en contra de la propuesta de los Estados Unidos. ¿Por qué deberíamos apoyar a estos países cuando no nos apoyan, incluso en las Naciones Unidas?”, escribió en su cuenta de twitter a finales de abril. Al poco, tras una reunión en la Casa Blanca con el presidente de Nigeria, dijo: “Espero que todo los países africanos y del resto del mundo apoyen nuestra candidatura con Canadá y México para la Copa del Mundo 2026. Estaremos mirando muy de cerca y cualquier ayuda que nos den será apreciada”. Donald Trump apoyó en 2017 el proyecto conjunto, pese a que el mandatario republicano defiende por otro lado renegociar las relaciones comerciales entre los tres socios, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). De hecho, la candidatura conjunta se fraguó en medio de la tensión trilateral por la actualización del TLC, el mayor acuerdo comercial del planeta, y la intención de Trump de levantar un muro divisorio con su vecino del sur.
La propuesta de EE UU, México y Canadá para la Copa del Mundo usó el lema ‘Unidos como uno’. Estados Unidos encabeza el número de ciudades sede con 25, Canadá con cuatro y México con tres. Los estadios mexicanos serán el Azteca (87.000 asientos), el Akron de Guadalajara (45.364) y el BBVA de Monterrey (52.237). Con la elección, la sede mexicana ha logrado que el Azteca sea el único estadio en el mundo en albergar tres inauguraciones del Mundial o tener la esperanza de albergar una tercera final tras las ediciones de 1970 y 1986. Los principales estadios de EE UU fueron usados en la anterior Copa América Centenario. De ellos destacan el MefLife de Nueva Jersey; el estadio NRG en Houston, Texas; el Rose Bowl y el estadio Levi’s, ubicados en California. Además cuentan con el de Gillete en Massachusetts, el Soldier Field en Chicago, Illinois y el CenturyLink Field en Seattle, Washington. La carta fuerte de Canadá es el BC Place en Vancouver.
La candidatura de Norteamérica ha sido la más sólida desde abril del año pasado cuando en Nueva York hicieron el anuncio oficial. La terna de Norteamérica se ha enfrentado a la de Marruecos en la busca del primer Mundial de Fútbol con 48 equipos y con 80 partidos. El reparto de los encuentros, como el de las sedes, ha sido desigual: 60 para EE UU, 10 para Canadá y 10 para México. Rabat, por cierto, con la decisión de este miércoles ya ha probado el sabor de la derrota hasta en cinco ocasiones: 1994, 1998, 2006 y 2010. Como es costumbre, los anfitriones son invitados inmediatos de la Copa del Mundo que organizan. De esta manera Estados Unidos, México y Canadá no tendrán que jugar la clasificatoria en la Concacaf, zona que hasta el momento otorga tres boletos al Mundial y uno a la repesca, por lo que se abre la oportunidad para que los equipos de Centroamérica, como Guatemala, Nicaragua y Panamá, y el Caribe eleven sus aspiraciones para jugar. La última vez que se realizó una Copa del Mundo en el norte de América fue en 1994. En aquella ocasión, Estados Unidos albergó su primera competición internacional gracias a su capacidad de infraestructura y poder económico, aunque sin una tradición de fútbol sólida. Este aspecto ha crecido este país en los últimos años con la llegada de grandes estrellas en el ocaso de su carrera, como el futbolista español David Villa o el inglés Frank Lampard. Con todo, otros deportes como el béisbol y el baloncesto cuentan con muchos más seguidores. Además del Mundial de Rusia, ya en marcha, en 2022 se celebrará la Copa del Mundo de Qatar.
“Cada vez que quieran llamar a Guadalajara marquen dos cero, dos cero, dos cero o el 20-20-20. Cortesía del América”, ‘duelo’ mexicano
La rivalidad entre los dioses, o entre las diferentes nociones de cómo se debería alabarlos, ha generado bastante más odio y crueldad, por no hablar de masacres y guerras, que el ‘duelo’ mexicano Chivas-América… El primer enfrentamiento que se registra en la historia de la Primera División entre Guadalajara y América se remonta al primero de agosto de 1943 cuando en el torneo de Copa México 1942-43, las Chivas derrotaron 1-0 a los llamados Cremas. En la temporada 1959-60, cuando Chivas era llamado ‘Campeonísimo’ y América se recuperaba de una mala campaña un año antes y había llegado a dirigir don Fernando Marcos, se dio uno de los sucesos que marcaron esta gran rivalidad. Pelando por el título de esa temporada, los entonces llamados ‘Millonarios’ jugaron tres partidos consecutivos en Guadalajara. El primero ante el Oro, al que derrotaron 2-0. Posteriormente enfrentaron al Atlas para vencerlos también 2-0. Finalmente enfrentaron a las Chivas, a quien vencieron con el mismo marcador el 5 de agosto de 1959, terminando la condición de invicto que ostentaba el Rebaño.
Al final del juego, una declaración del entrenador americanista Fernando Marcos encendió la mecha de una rivalidad que hasta hoy se mantiene y dio vida al Clásico del Futbol Mexicano. “América no viene a Guadalajara a ganar, eso es rutina. Nosotros venimos para cambiarle el número de su teléfono de larga distancia. Así es que ya lo saben mis amigos: cada vez que quieran llamar a Guadalajara marquen dos cero, dos cero, dos cero o el 20-20-20. Cortesía del América”. Otro dato y que reafirmó el nombre de ‘clásico’ al Chivas-América: la bronca que se generó en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, en 1962, cuando el defensa Guillermo ‘Tigre’ Sepúlveda, tras ver ser expulsado, se quitó la playera rojiblanca y se la mostró a la banca americanistas diciéndole a los jugadores ‘cremas’: “Con esta tienen para sentir miedo…”.
“La vida es un cuento narrado por un idiota lleno de sonido y furia que no significa nada”, escribía William Shakespeare en su ‘Macbeth’
Todo el mundo siente en mayor o menor grado la necesidad de volcar sus pasiones en algo más amplio o grandioso que la reducida órbita de las necesidades cotidianas. La identidad de cada ser humano se ha definido a lo largo de los siglos a través de la familia pero también a través de la nación, o la ideología, o la religión. Un fenómeno mucho más reciente es el de satisfacer la necesidad de pertenencia colectiva a través de un equipo de fútbol. Todos conocemos y muchos hemos sentido la rabia que el fútbol genera pero pocas veces acaba en vidas perdidas y menos, con la posible y dudosa excepción del conflicto entre El Salvador y Honduras de 1969, en guerra. “La vida es un cuento narrado por un idiota lleno de sonido y furia que no significa nada”, escribía William Shakespeare en su “Macbeth”, la tragedia acerca de la traición y la ambición desmedida. La ‘Guerra del fútbol’ o la ‘Guerra de las 100 horas’, llamada así por la coincidencia de este hecho con los derivados de un partido de fútbol que enfrentó a las selecciones nacionales de Honduras y El Salvador, con motivo de las eliminatorias para la Copa Mundial de Fútbol de 1970. En ella se evidenciaron las tensiones políticas entre estos países que los llevaron al conflicto armado. Fue una guerra breve -cuatro días-.
La situación social en ambos países era explosiva y se buscaba por parte de los militares gobernantes una salida conveniente para los grupos en el poder político de cada país. Los hacendados controlaban la mayor parte de la tierra cultivable en El Salvador. Esto llevó a la emigración constante de campesinos pobres a regiones de Honduras cercanas a la frontera con El Salvador. En 1969, Honduras decidió realizar una reforma agraria, para lo cual expropiaron y expulsaron a los salvadoreños que habían vivido ahí durante varias generaciones y los que se habían hecho propietarios a base de esfuerzo propio. Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras y un ‘regreso’ masivo a El Salvador. Esta escalada de tensión fue aprovechada por los gobiernos de ambos países para orientar la atención de sus poblaciones hacia afuera, en vez de los conflictos políticos internos de cada país. Los medios de comunicación de ambos países jugaron un papel importante, alentando el odio entre hondureños y salvadoreños. Los conservadores en el poder en El Salvador temían que más campesinos implicarían más presiones socioeconómicas en El Salvador, razón por la cual decidieron intervenir militarmente en Honduras.
No es una exageración afirmar que gracias al fútbol el mundo es menos violento y cruel de lo que sería sin él. Millones y millones de personas -aunque más hombres que mujeres, eso sí- canalizan sus inevitables antagonismos tribales vía el fútbol. Hacen suyos los triunfos y las derrotas, las glorias y las humillaciones de sus equipos de un modo similar al que individuos como los hermanos Tsarnaev, los terroristas del Maratón de Boston, hacen suyos los triunfos y las derrotas, las glorias y las humillaciones -pero en este caso más las derrotas y humillaciones- de su religión y su tierra. Son casualidades del destino las que llevan a las personas por un camino u otro. La feliz diferencia es que los fanatismos en el fútbol se expresan en gritos o llantos fugaces, en euforia o dolor pasajero, y que los resentimientos, en vez de cocinarse a fuego lento durante años o siglos, se purgan con la esperanza de un resultado favorable la semana o curso siguiente. Siempre existe la posibilidad de la redención en el fútbol. Es verdad que durante un partido entre el Madrid y el Barça el grado de empatía entre los aficionados rivales baja a niveles minúsculos, pero la deshumanización del rival nunca ha llegado a tal punto que uno haya sido capaz de planear deliberadamente la muerte del otro, y de sus familias. El fútbol es la guerra, incluso la masacre, pero por otros medios, más civilizados.
Los ‘Ciudadanos Kane’, expertos encuestados políticos en Cancún, Playa del Carmen, Chetumal…, se transforman en seleccionadores de fútbol
Tras eternas de semanas en las que la mayoría hemos sido sucesivamente expertos en candidaturas tránsfugas de Quintana Roo, con cambios de colores que para sí quisieran muchos envidiosos camaleones de nuestro bestiario tropical; hemos osado a debatir sobre coaliciones y mayorías parlamentarias para mociones de censura en España, conocedores de cómo se forma un Gobierno socialdemócrata tras mandar a su casa a otro conservador, en apenas siete días sin ‘guerras sucias’; llegamos a ser letrados en derecho penal aplicado a delitos económicos y hasta gestores de crisis migratorias en aguas del Mediterráneo; escuchamos escépticos cómo empresarios estatales se reunían con Gobernación para tratar de la inseguridad y la violencia, después de que algunos de ellos dejaran firmados en sus compañías salarios quincenales de apenas tres o cuatro mil pesos ‘criminales’…; hoy -por fin- sacamos a pasear a ese seleccionador nacional de fútbol que llevamos dentro. Y ese seleccionador interno no entiende ni de aficiones ni de sexos. En México, más de cien millones de ciudadanos, una especie de posesión hace que personas que desde hace cuatro años no han visto un partido de pronto suelten: “Claro, si juegas con un falso delantero no te quejes luego de que hay pocas ocasiones de gol”. Esto pasa y entonces quien se encuentra a su lado se le queda mirando y piensa: “¿Quién eres y qué has hecho con la persona que estaba aquí hasta hace un momento?”.
Desde hoy echaremos en cara a los jugadores que no se maten a correr la banda o que no estén marcando con la debida intensidad a Cristiano Ronaldo. Eso sí, somos los mismos que, por no echar una mínima carrerita, preferimos esperar al próximo autobús. Sacaremos ocasionalmente además al estratega y al antropólogo que también llevamos incorporados de fábrica para explicar algunos resultados. “Para mí no es una sorpresa que Islandia gane a Inglaterra porque los vikingos aterrorizaron sus costas durante muchos años. En cambio, contra los rusos lo tienen peor porque allí no tuvieron tanto éxito”. “Oiga, pero si la figura de Rusia se llama Mario Fernandes y nació en Brasil”. “Está claro entonces: los vikingos jamás llegaron a Sudamérica”.
“Cristiano Ronaldo propone a Hacienda aceptar dos años de cárcel y el pago de 18,8 millones de euros. El jugador hace una oferta a la Abogacía del Estado para saldar la causa por delito fiscal…”. Este titular comparte portada en EL PAÍS, “Sergio Ramos, capitán de la crisis de España”, horas antes del duelo ibérico en el Mundial de Rusia. No es un ‘fake news’ (noticias falsas). Es un comunicado de sus asesores de comunicación integral, remitido a la redacción del periódico madrileño. En los momentos que vivimos uno no sabe dónde hay más dosis de verdad en un ‘fake news’ o en los ‘boletines oficiales’. No me extraña que haya españoles que echen de menos hasta aquellos comunicados de ‘inserción más que obligatoria’ en todos los medios de la España de Francisco Franco.
“Cristiano Ronaldo ha propuesto a la Abogacía del Estado de aceptar una condena de dos años de prisión y el pago de una multa de 18,8 millones de euros, según han confirmado a EL PAÍS fuentes del caso. De esta forma, el jugador del Real Madrid trata de cerrar la causa abierta en su contra por un presunto fraude fiscal de 14,7 millones de euros cometido entre los años 2011 y 2014 en relación con sus derechos de imagen. La Agencia Tributaria aún debe aceptar la propuesta, y las partes están aún discutiendo la cuantía de la multa que debe afrontar el delantero. Según la información difundida por la Cadena Ser, la Agencia Tributaria reclama una cantidad que ronda los 30 millones de euros…”. La Fiscalía de Delitos Económicos de Madrid, en su denuncia, defiende que Ronaldo se ha aprovechado de una estructura societaria creada en 2010, el año siguiente a su fichaje por el Real Madrid procedente del Manchester United, para ocultar al fisco las rentas generadas en España por los derechos de imagen, lo que supone un incumplimiento “voluntario” y “consciente” de sus obligaciones fiscales en España…”.
El delantero del Real Madrid reacciona, los jueces no perdonan las afrentas sufridas por los españoles tras la crisis del 2008
Los técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) explicaron en su día que tenían indicios de que el supuesto fraude fiscal cometido por Cristiano Ronaldo es “bastante más grave que el cometido por Leo Messi”, por el que el futbolista argentino fue condenado a 21 meses de cárcel. Según detallaba Gestha en un comunicado, el portugués está denunciado por cometer cuatro delitos fiscales en el impuesto sobre la renta de no residentes (IRNR) de 2011 a 2014, que suman 14,7 millones de euros. Messi fue condenado por defraudar 4,1 millones entre 2007 y 2009. De este modo, el supuesto fraude de Ronaldo es por el triple, y eso a pesar de que disfrutó, gracias a la Ley Beckham, de unos privilegios fiscales que redujeron su tributación más que la del argentino. Cristiano Ronaldo negó el fraude fiscal, escudándose en sus asesores: “No he ocultat mai res ni he tingut intenció d’evadir impostos”. Así, Ronaldo se enfrentaría a una petición de pena mínima total de siete años de prisión por los cuatro presuntos delitos fiscales cometidos, tres de ellos agravados, que se castigan con penas mínimas de dos a seis años cada uno.
No obstante, el juez podría aplicar la atenuante de regularización extemporánea y reducir la pena a la mitad o a la cuarta parte de cada delito fiscal si el jugador reconoce los hechos y paga. En el caso de que, como con Messi, el juez redujera las penas mínimas a la mitad, la pena de prisión sería de tres años y medio, lo que supondría la entrada del jugador en prisión. Otro escenario posible es que la reduzca a la cuarta parte y se fije en 21 meses, o sea, quedar libre. El delantero del Real Madrid, tal y como se han puesto los jueces para resarcir las afrentas sufridas por la España que estudia y trabaja tras la crisis del 2008, con corruptelas protagonizadas por los propios ministros del depuesto presidente ‘pepero’ Mariano Rajoy, que se creían impunes, así como por el yerno y cuñado de los reyes de España, Juan Carlos I y Felipe VI, y todavía esposo de la infanta Cristina de Borbón, Iñaki Urdangarín, ha sido bien aconsejado…
Ha comenzado el Mundial. Como dijo Julio César al cruzar el Rubicón: que vuelen alto los dados, Alea iacta est
El Mundial es así. De la misma forma que no tiene que gustar la música para seguir Eurovisión no hay por qué seguir el fútbol para sumergirse en tres semanas -la cuarta y última es más floja- de subidón emocional de no se sabe muy bien qué. Es emotividad global en estado puro. El fútbol une al planeta ¿En qué lo une? Buena pregunta, no lo sabemos pero lo une. Cada uno tiene su propia razón y muchísimas sinrazones. De pronto se anima a Francia y resulta que La Marsellesa emociona, se lamenta no haber crecido jugando a la pelota en Copacabana o se siente nostalgia de partidos que no se han vivido… “Aquello sí que era fútbol. Echamos de menos a los que no están -¡ay, Italia!- y nos emocionamos -sí, hoy no es el día, pero el resto… ¡Vamos, Portugal! con los que llegan a toda velocidad. Es una verdadera suerte que el fútbol no tuviera la fuerza y penetración actuales durante el Romanticismo. Habría sido terrible. Pero esta fiesta se va acabando. El fútbol de selecciones está perdiendo terreno frente a los que manejan y generan el dinero -y mandan- en este negocio, que no son otros que los clubes. Lo acabamos de ver con la renovación, fichaje y destitución del ex seleccionador Julen Lopetegui al frente de España. Ya había empezado mucho antes con las reticencias, negativas y protestas de los clubes a ceder jugadores a las selecciones… y con las absurdas excusas de algunos para no vestir sus camisetas nacionales. Cuando la prioridad la tienen los contratos publicitarios es el comienzo del fin…”, escribe Jorge Marirrodriga, columnista español. Pero no es el momento de ser pesimistas. Ha comenzado el Mundial. Como dijo Julio César al cruzar el Rubicón: que vuelen alto los dados, Alea iacta est.
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