BESTIARIO SANTIAGO J. SANTAMARÍA
Tras cortar la comunicación con la Casa del Rey y sentirse abandonados, siguieron una estrategia exculpatoria que arrastraba a la institución. Su defensa era, más o menos: en Zarzuela lo sabían todo. Lo asombroso de los exduques de Palma es cómo llevaron hasta el final, hasta la catástrofe, su idea de que aquello era normal. “Estoy plenamente convencida de su inocencia”, declaró la infanta en el juicio sobre su marido. Una de las preguntas que deja el proceso es en qué momento les desengañaron y por qué se han sentido engañados, pues arrojaban la sospecha de que siempre se había funcionado así…
La hija de Juan Carlos I y hermana de Felipe VI está estudiando el diccionario de sinónimos del nuevo domicilio de su esposo, condenado por el Tribunal Supremo de España a una pena de cinco años y diez meses de prisión por prevaricación, malversación, tráfico de influencias, fraude y dos delitos fiscales. Iñaki Urdangarín está a un paso de la cárcel. La Audiencia de Palma de Mallorca le ha entregado ya el mandamiento carcelario. Cuando esté leyendo esta columna, seguro que el vasco ‘azul’ estará ya en su celda. El alto tribunal mantiene la responsabilidad de partícipe a título lucrativo de Cristina de Borbón por delitos de malversación y fraude a la Administración, pero no por el delito fiscal. Eso le ha salvado de ser la primera Infanta en convertirse en rea de la realeza europea. Sin embargo, irá a ‘la cana’ para visitar a su socio vasco y padre de sus hijos, Iñaki, Ignacio como San Ignacio de Loyola, en castellano.
Iñaki Urdangarín, exjugador de la Selección Española de Balonmano, el yerno de Juan Carlos I, con el que soñaban buena parte de las suegras españolas, en plena Transición Democrática, tras la muerte del ‘Caudillo’ Francisco Franco Bahamonde, ‘Patxi’ por ese San Francisco de Asís, en vasco, se sentó en enero de 2016 en el banquillo, acusado de delitos por los que la fiscalía pedía para él una condena de 19 años y medio de prisión. La Audiencia Provincial de Palma exoneró al cuñado del Rey Felipe VI de parte de los delitos que se le atribuían y le condenó a seis años y tres meses, una pena que el Supremo ha rebajado ahora a cinco años y ocho meses al absolverle del delito de falsedad en documento público. La condena, pese a ser muy inferior a la petición inicial del ministerio público, implicará la cárcel a quien la plebe apoda ‘El Lute’ de sangre azul, del siglo XXI.
El Supremo se ha tomado tres meses para deliberar sobre los recursos presentados por la fiscalía, Urdangarín, Torres, Matas y otros condenados por el desvío de fondos públicos del Gobierno balear al Instituto Nóos, presidido por el marido de Cristina de Borbón y Grecia y gestionado por su exsocio, al que conoció en la escuela de negocios ESADE. La sentencia, adoptada por unanimidad de los cinco magistrados de la Sala (Manuel Marchena, Andrés Martínez Arrieta, Miguel Colmenero, Juan Ramón Berdugo y Antonio del Moral, que ha ejercido como ponente), deja al marido de la Infanta como el condenado con la pena más alta, ya que su exsocio, a quien la Audiencia impuso ocho años y medio de cárcel, ha visto rebajada la pena a cinco años y ocho meses al quedar absuelto del delito de blanqueo de capitales.
Los magistrados consideran probado que el preso se valió de su “situación de privilegio” como “consecuencia de su matrimonio con una hija de quien era entonces Jefe del Estado” para obtener en 2005 y 2006 contratos a favor del Instituto Nóos por parte del Gobierno balear. Esta situación privilegiada fue determinante además, según el Supremo, para que esta contratación se llevase a cabo “orillando toda concurrencia, y los condicionantes que podrían derivarse de una tramitación ajustada a la legalidad”. “Es de destacar que el logro del influjo ejercido desde el trampolín de su privilegiada posición no se limita a la contratación, sino también y particularmente a la exclusión de toda concurrencia posible obviando las condiciones, presupuestos y proyectos que otras empresas podían ofrecer mejorando las fijadas casi unilateralmente por el recurrente y su socio”, concluye el alto tribunal.
El tribunal acusa a Urdangarín de ejercer una “eficaz presión” a la que sucumbieron José Luis Ballester (amigo del marido de la infanta y exdirector general de Deportes de Baleares) y Jaume Matas, de quien los magistrados destacan su “voluntariosa y disciplinada actitud de acatamiento a todas las propuestas” del marido y el que entonces era su socio. El expresidente regional, condenado a tres años de prisión, aceptó la tarifa y las condiciones de los dos principales acusados “sin reparar en obstáculos burocráticos o rémoras de reglas administrativas”. La sentencia solo anula a Urdangarín y Torres la condena por el delito de falsedad por el que les condenó la Audiencia en combinación con delitos de malversación de fondos públicos y prevaricación. Los magistrados no consideran probada la intervención de ninguno de los dos en la documentación falsa elaborada por los funcionarios para justificar los contratos. Esta decisión del tribunal es la que implica la rebaja en cinco meses en la pena impuesta a Urdangarín, ya que el Supremo ha aplicado además la atenuante de reparación del daño que observó la Audiencia de Palma al haber consignado antes del juicio fondos suficientes para hacer frente a todas las responsabilidades civiles e indemnizaciones que se le habían atribuido.
Respecto a Cristina, la Sala mantiene su responsabilidad como partícipe a título lucrativo en los delitos de malversación de caudales públicos y de fraude a la Administración cometidos por su marido, lo que asciende a 136.950 euros. Sin embargo, el alto tribunal anula la indemnización de 128.138 euros impuesta a la hermana del Rey como partícipe a título lucrativo del delito contra la Hacienda Pública por el que la Audiencia de Palma sí la condenó. La consecuencia de esta decisión es que Urdangarín deberá asumir en su totalidad el pago de lo defraudado por los delitos fiscales. Ambos habían consignado ya una fianza ante la Audiencia de Palma, a la que ahora le corresponde hacer la liquidación con la condena firme impuesta por el Supremo. La ‘princesa’ no había recurrido la sentencia de la Audiencia de Palma, pero se ha beneficiado del recurso presentado por la esposa de Diego Torres, Ana María Tejeiro, a la que el tribunal ha dado en parte la razón.
El Palacio de la Zarzuela ha expresado, por enésima vez, su “absoluto respeto a la independencia del Poder Judicial”. Hacienda cifra en más de 16 millones de euros los cobros de la trama del vasco, su conglomerado mercantil captaron 103 clientes en nueve años, el 40% de los ingresos totales del ‘holding’ salieron de las arcas públicas. “Se impone el Estado de derecho. La sentencia del Caso Nóos refuerza la independencia de la justicia en España”, editorializa el periódico de mayor tirada en España y en Latinoamérica, EL PAÍS.
“Era septiembre del 2011, Iñaki era un campeón olímpico, a Cristina le gustó aquel joven alto, guapo, rubio y simpático como pocos”
“¡Venga, Cristina, mueve el culo!”, le gritaba la profesora de aeróbic en el gimnasio Iradier, a donde acudía a diario. La Infanta Cristina (53 años) siempre intentó hacer una vida normal en Barcelona, donde se instaló en 1992 en busca del mar y de la libertad que le proporcionaba estar lejos de su familia. Vivía en Sarrià y todos la conocían en el barrio, donde solía pasear por sus callejuelas, saludaba a los vecinos con una sincera sonrisa y disfrutaba de una vida sencilla. Hasta que se cruzó con Iñaki Urdangarin (50 años), un deportista olímpico, ambicioso y competitivo, que cambió su vida. Una vida convertida ahora en un drama que nadie intuyó el día en que se conocieron. La hija menor de los entonces Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, contrajo matrimonio el 4 de octubre de 1997 en la catedral de Barcelona. Más de 200.000 personas se agolparon a lo largo del recorrido nupcial para contemplar a los novios y su cortejo. Una fecha y un 21 aniversario que no podrán celebrar como pensaron.
El drama que comenzó en 2011 con la imputación de Iñaki Urdangarín por el Caso Nóos alcanzó esta pasada semana el acto final al conocerse la sentencia del Supremo de España. La ex duquesa de Palma, hija segunda de los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, se ha librado por los pelos de la cárcel. Fue ella quien llevó las riendas de la relación al principio, lo que abrumó a su ahora marido. Coincidieron en una fiesta en el restaurante El Pou, propiedad de Urdangarín y algunos amigos, y ella quedó deslumbrada. “Quiero el teléfono de ese”, le dijo a uno de sus íntimos, un regatista que había organizado el encuentro en honor al equipo de balonmano español, oro olímpico en Atlanta 96. Lo recuerdan algunos de los asistentes a la celebración: “Aquella noche ligaron en el sentido clásico; se gustaron, charlaron un rato, entre risas tontas y promesas de volverse a ver”. Era septiembre, Iñaki Urdangarín era un campeón olímpico y a la Infanta le gustó a primera vista aquel joven alto, guapo, rubio y simpático como pocos. Ahora, nada queda de aquella carismática sonrisa, ni siquiera el pelo dorado se mantiene, oculto tras un gran mechón blanco producto del estrés judicial.
La prensa amiga se llenaba aquellos días la boca en elogios, “El yerno perfecto”, tituló uno de los periódicos con más tirada de la época
Alejados de su país, de su familia y de sus amigos, la pareja se enfrenta en estas horas a duras decisiones que irán tomando forma en los próximos días. Lo que diga Cristina será fundamental, como siempre ha sucedido en el matrimonio; su opinión siempre ha sido decisiva. Hasta en la primera cita en el otoño del 96: quedaron para ir al cine con Alexia de Grecia y Carlos Morales. Cuando Urdangarín recibió la llamada de la infanta, lo primero que hizo fue telefonear a algunos amigos para contarles lo que estaba pasando. “¡Me ha llamado la infanta! ¿Qué hago? Esto es una locura”, les dijo a sus amigos. Tras aquel cine, Iñaki recibió una nueva llamada de Cristina, quien esta vez le pidió que se encargara él de invitarla a cenar. Directa, organizada y con todo bajo control. Así es la hermana de Felipe VI, una mujer educada en la disciplina y la tenacidad.
Todo funcionó y el deportista se enamoró muy rápido. “Se enamoró de ella y de todo lo que la envolvía”, matizan desde su entorno cercano. La pareja se rodeó de íntimos que les protegían de las miradas ajenas, conscientes de que cualquier error podían convertirse en motivo de ruptura. Urdangarín, por ejemplo, tenía pareja en aquel entonces, una chica con la que compartía incluso vivienda en Barcelona. Carme Camí, se llama la ex novia, una mujer que supo de la ruptura de su relación al escuchar las noticias del compromiso real en Antena 3. Iñaki justificó su decisión por el miedo que tenía a que la infanta se cansara de él, de que no se tomara en serio su relación. Cuando todo se afianzó, cuando llegaron incluso los anillos y el compromiso oficial, ya no hubo vuelta atrás. La prensa amiga se llenaba aquellos días la boca en elogios a Urdangarín. “El yerno perfecto”, tituló uno de los periódicos con más tirada de la época.
Nada de lo que hicieran era sospechoso y hasta la doble relación del novio de la Infanta era tomada casi en broma. Se casaron en 1997, momento en el que el rey le entregó a ella el título de duquesa de Palma, y se mudaron de inmediato a un gran piso en la avenida Diagonal con Pedralbes, una de las zonas más nobles de la ciudad. En 1999 nacía su primer hijo, Juan, y Urdangarín comparecía ante los medios: “He vivido muchas cosas muy bonitas con la infanta, pero nunca nada como estos diez minutos que nos han cambiado la vida”. Llegaron después Pablo, Miguel y el cuarto embarazo, el de Irene, momento en el que la pareja decidió mudarse de casa.
En 2004, tras visitar varias casas, se decidían por la mansión situada en el número 13 de la calle Elisande Pinós, no sin antes recibir el visto bueno del rey Juan Carlos I, quien visitó la vivienda y hasta se tomó un whisky con el propietario y vendedor, el abogado y empresario Mario Herrera. La casa de más de 1.000 metros cuadrados (en un solar de 2.100 metros), el mal llamado palacete, costó 6,3 millones de euros, a los que se sumaron 2,9 para las reformas.
“Urdangarin no quería ser un florero, como Marichalar”. Lo han contado sus amigos, tratando de hallar una explicación a los desmanes
En total, más de 20.000 euros de hipoteca mensual -suscrita con La Caixa- a la que debían hacer frente con el sueldo de 200.000 euros anuales de la infanta como responsable del área internacional de la Obra Social de La Caixa y el de su marido como asesor deportivo y miembro del COE (de 2001 a 2005). En 2003 Urdangarín había emprendido una aventura empresarial junto al profesor de ESADE, Diego Torres, a quien conoció mientras estudiaba en la prestigiosa universidad. Crearon el Instituto Nóos, una entidad que debía operar sólo con fines sociales, sin ánimo lucro. En paralelo, Urdangarín fundaba Aizoon, empresa inmobiliaria en la que también participaba su mujer. Entonces empezó el infierno. La frase se ha repetido mucho en esta historia: “Urdangarín no quería ser un florero, como Jaime de Marichalar, ex esposo de la otra infanta, Elena de Borbón”. Lo han contado sus amigos, tratando de hallar una explicación a los desmanes del ex deportista. La presidencia de Nóos duró poco tiempo en el currículum de Urdangarín. En 2006 abandona la gestión, apremiado por la Familia Real, y es nombrado consejero Telefónica.
Ningún sueldo podía emular la sensación de poder que le había ofrecido la presidencia de Nóos. Y el tren de vida de la pareja no era fácil de mantener. La situación económica pasó a ser insostenible para la pareja, que llegó a pedir ayuda a Felipe de Borbón para afrontar las deudas. En la fiesta sorpresa que la infanta organizó a su marido por su 40 cumpleaños, en 2008, Urdangarín buscó un momento para advertir al futuro rey de que los gastos de la familia eran demasiados. Pero lejos de encontrar la respuesta esperada, el entonces duque vio cómo no iba a encontrar apoyo en su cuñado. No hubo apoyo económico y al poco tiempo el matrimonio se veía forzado a abandonar España. Más flores para el jarrón: Urdangarín era nombrado presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica y Estados Unidos. La holgura económica se instaló en casa de la familia. Pese a que Urdangarín aseguró ante el juez que cobraba 350.000 euros anuales, la declaración de la renta presentada en Estados Unidos cifraba sus ingresos en 5,1 millones de euros. Datos que aparecerían en las pesquisas judiciales que ya habían tomado su camino y pesaban sobre la cabeza de la infanta como una ‘Espada de Damocles’.
La actual reina Leticia nunca vio con buenos ojos a Urdangarín, a quien consideró un charlatán que había engatusado a la familia real
La reunión de Felipe VI y Urdangarín en su fiesta de cumpleaños terminó en la marcha de la pareja a Estados Unidos. Así es como pudo ayudarle su familia política. Aunque aquella velada fue algo más, fue un capítulo casi definitivo en el alejamiento de don Felipe y doña Letizia de quienes habían sido además de hermanos, amigos. La actual reina nunca vio con buenos ojos a Urdangarín, a quien consideró un charlatán que había engatusado a la familia real con un lenguaje alejado de palacio. A ella, sin embargo, nunca la engañó. Y eso que el ex duque fue siempre un experto en sutilezas. Llegó incluso a escapar de su mujer y mantener relaciones de gran amistad con algunas mujeres. Algo que él quiso tapar con una demanda interpuesta en los juzgados de Barcelona para evitar que se publicaran unos correos que podrían revelar que no había sido aquel marido ejemplar del que hablaban algunos periodistas en el inicio de su matrimonio. “Yo he venido aquí a proteger los correos de carácter personal y íntimo, no le voy a reconocer si yo he cometido o no unas infidelidades”, declaró Urdangarín en 2013 en el juzgado de primera instancia número 46 de Barcelona. Sin quererlo, cayó en su propia trampa.
En plena tormenta judicial por el Caso Nóos, la Infanta supo lo que había sucedido años atrás, que su marido la había traicionado. La amistad de Urdangarín con una ex novia sucedió en 2006, pero Cristina de Borbón fue informada en 2013, cuando acorralado por la prensa, su marido le contó que necesitaba poner una demanda para frenar la posible publicación de correos íntimos. Ese ha sido el único momento de flaqueza de la Infanta. Siempre ha considerado que su marido era una víctima a la que habían dejado caer para salvarse en el Palacio de la Zarzuela pero en aquel momento le dio la espalda. Urdangarín estaba en plena batalla judicial, con todos los bienes y cuentas embargados, así que no disponía de capital para poner una demanda. La infanta le negó ayuda y él tuvo que buscar en otros lugares. Todo indica que fue su abogado y amigo, Mario Pascual Vives, quien se hizo cargo de las costas.
Al ver que su vida se desmoronaba, confirmó su traslado a Suiza, con su marido y sus hijos, en Barcelona ya no contaba con protección alguna
Muchos pensaron que había llegado el momento de la separación. La Casa Real lo había intentado por todos los medios, aunque el resultado siempre fue el contrario. Cuanto más presionaban para separarlos, más unían al matrimonio. Lo mismo sucedió con la traición: al ver que su vida se desmoronaba, la Infanta confirmó que debía trasladarse a Suiza. Con su marido y sus hijos. Juntos. Fue consciente de que en Barcelona ya no contaba con protección alguna; ni siquiera algo tan sagrado como la vida conyugal escapaba del ojo público. Los cuatro hijos del matrimonio han sido, y siguen siendo, la principal preocupación de Cristina. Sobre todo Juan, el mayor, un chico muy sensible que ha sufrido lo indecible por la situación de sus padres. El desarrollo del Caso Nóos no permitió que la pareja se refugiara en Telefónica ni en Washington DC por mucho tiempo y en septiembre de 2012 volvían a Barcelona. En el Liceo Francés de la capital catalana los niños eran objeto de las burlas de los compañeros más crueles, que les insultaban por tener un “padre ladrón”. No era algo puntual: la situación de los Urdangarín de Borbón se volvió insostenible en la ciudad condal, donde Iñaki dejó de ser bienvenido hasta en la panadería (es literal, también le insultaban cuando iba a comprar el pan). El ex duque de Palma vio cómo su imán social se daba la vuelta y pasó de atraer a todos a ahuyentarlos.
Fueron varios los motivos que llevaron al matrimonio a mudarse a Ginebra. La función navideña de los pequeños fue clave para abrirles los ojos. Muchos padres descubrieron a Iñaki en un rincón del auditorio del Liceo Francés, escondido en la oscuridad, viendo la función de sus hijos. Cristina se movió rápido y con la ayuda de su padre logró un nuevo empleo en la Fundación Aga Khan, un puesto que podía compaginar con el de La Caixa. Los niños estaban pasándolo mal en la escuela, Iñaki no podía salir de casa sin una cola de cámaras detrás, le insultaban en las tiendas del barrio, en el Real Club de Tenis y encima sus relaciones extramatrimoniales podían publicarse en cualquier momento… No había otra salida. Y por mucho que ahora traten de buscar una luz allá a lo lejos, nada podrá alejarles de una realidad que les fue ajena durante tantos años. Desde la mudanza, Urdangarín ha ejercido de amo de casa: se encarga de los chicos, de cocinar, de los traslados a la escuela. Juan ya tiene edad para empezar la universidad el año que viene, el resto está feliz en la Ècole International (Ecolint), una escuela de élite en la que se refieren a Cristina como la princese, sin más. Partieron casi de cero -en lo social, en lo profesional y en lo personal- cuando imputaron a Iñaki en 2011 y su nueva vida también se desmorona. “Como Sísifo, la infanta Cristina quizás tenga que volver a subir con su pesada carga hasta la cima. Y nadie le asegura que no vuelva a rodar montaña abajo…”, recalca el periódico online, EL ESPAÑOL, que dirige Pedro J. Ramírez, fundador y exdirector del que fuera uno de los matutinos más importantes de la ‘Transición Democrática Española’, EL MUNDO.
La plebe carcajea en España en estas horas históricas de la primera condena judicial de un miembro ligada a una familia real de Europa
La sentencia del Tribunal Supremo confirma que la estrategia adoptada por Cristina de Borbón desde que se iniciara la investigación contra su marido ha sido errónea. Si hubiera renunciado a sus derechos dinásticos, como le pidió el rey Juan Carlos en repetidas ocasiones, hubiera sido mejor para ella y para la imagen de la Monarquía. Afortunadamente, la distancia mantenida por el rey Felipe VI ha sido encomiable y devuelve a la jefatura del Estado toda la dignidad que se espera de un órgano constitucional que debe caracterizarse por la ejemplaridad”. La plebe carcajea en España en estas horas históricas de la primera condena judicial de un miembro ligada a una familia real de Europa. En las redes sociales, Iñaki Urdangarín, es retratado como si fuera Eleuterio Sánchez Rodríguez, ‘El Lute’ (Salamanca, 15 de abril de 1942), un escritor español y un conocido ex-delincuente y ex-fugitivo, acusado y condenado por atraco y asesinato. ‘El Lute’ fue un icono de la delincuencia de robos de gallineros y cajas de ahorro durante el Franquismo, una época de hambre y miseria tras la Guerra Civil. Iñaki se ha convertido ya en la imagen de la otra delincuencia de cuello blanco, de los yuppies surgidos en la España democrática y de la globalización, de la privatización de la riqueza y la socialización de las pérdidas, del pelotazo y la impunidad… Hasta que llegó el juez José Castro, a quien los ciudadanos aplauden cuando se topan con él en las calles de la turística Palma de Mallorca, residencia veraniega de la Familia Real Española, sin Iñaki y Cristina, uno, carne de presidio y la otra, candidata a ser ‘desterrada’ a Ginebra, Lisboa, París… como lo fue su bisabuelo Alfonso XIII. Todos ellos no entendieron su papel histórico donde se imponía el respeto a las leyes y a la decisión del pueblo español de vivir en un verdadero Estado de Derecho.
La Policía Nacional registró los despachos contables, apareciendo facturas sobre las clases de baile de la Infanta y viajes a Río de Janeiro (Brasil)
Cristina solicitó en 2009 una Visa Oro a su nombre, pero con cargo a las cuentas de Aizoon, la empresa investigada de la que era propietaria junto a su marido Iñaki Urdangarín. Y con esa tarjeta, realizó una serie de gastos que se cargaron a las cuentas de dicha compañía. Hasta 136.950 euros, según ha considerado demostrado el Tribunal Supremo. Un dinero que la hermana del rey Felipe VI tendrá que hacer entrega a la Justicia, al ratificar la sentencia conocida este martes que hizo uso -sin saberlo, como partícipe lucrativo- de unos fondos procedentes de operaciones fraudulentas. Peor lo tiene su marido, Iñaki Urdangarín, que además de la condena a 5 años y 10 meses de prisión, debe hacer frente a indemnizaciones por más de 1,5 millones de euros. Sin embargo, el coste reputacional para ambos estalló mucho antes, cuando los agentes de la Policía Nacional registraron el despacho de sus contables. Allí aparecieron los correos electrónicos que confirmaban las sospechas: que el dinero de la empresa se había derivado a gastos personales del matrimonio. Y que, después, esos fondos se habían introducido como gastos para rebajar la factura fiscal.
Fue entonces cuando aparecieron las facturas sobre las clases de baile de la infanta, o los viajes a Río de Janeiro (Brasil). El trayecto se pagó en 2009 desde las cuentas de Aizoon, pero en los correos aparecieron billetes para toda la familia. Los pasajes para los adultos costaron 2.968 euros cada uno. Los de los niños, 2.318. En 2008, los entonces duques de Palma abonaron las once habitaciones de un viaje familiar en el albergue Santa Chiara de Roma con cargo a la empresa. Otro de los gastos fue un vuelo privado entre Telluride, una zona de esquí en Colorado (EE UU) y Denver. La factura del piloto suplente, por ejemplo, ascendía a 400 dólares la hora. Con la sentencia del Supremo, la responsabilidad sobre estos gastos recae en su mayoría en Iñaki Urdangarin, al considerar que se encargó de hacer pasar dichos gastos como propios de su actividad laboral. Por eso, la infanta sólo debe devolver el dinero disfrutado directamente por ella, 136.950 euros.
En otro de los correos analizados por la Policía, los agentes encontraron una hoja de gastos de Urdangarín donde aparecían pequeñas cantidades con el epígrafe ‘encargo Cristina’. Por el contenido de los correos, los investigadores pudieron saber que se trataba de compras de ropa por catálogo. “En la hoja de gastos me has metido unos contrarreembolsos de doña Cristina de La Redoute que es venta de ropa por catálogo. Esto no se puede meter. Ya lo has cobrado, por lo que lo meteré (esperemos que no tengamos ninguna inspección). Por favor, antes de meter los gastos mira que no haya cosas raras”, alertaba a Iñaki Urdangain el asesor Marcos Tejeiro. Las facturas reflejaban la compra de 28 platos, dos fuentes, seis platos de café, una azucarera y una ensaladera de porcelana adquirida a La Muy Nombre Y Artística Cerámica de Alcora, o la compra de 2.122 euros en botellas de vino compradas a las bodegas Baigorri, de La Rioja. En este caso, los entonces duques de Palma compraron 123 botellas. No fueron los únicos datos que erosionaron la imagen de la pareja.
El duque que se dedicaba a lo que se dedicaba, mostró en el juicio falsa ingenuidad y trató de ampararse en una impunidad real
“Yo me dedicaba a lo que me dedicaba”, respondió Iñaki Urdangarín en el juicio, aturdido, demacrado, con voz quebrada y un mechón blanco en el pelo, como la marca de una desgracia. Era un hombre caído desde lo más alto y aún no se lo explicaba. El fiscal le había preguntado cuál era su trabajo en el instituto Nóos, y de sus respuestas emergía la vaga sensación de que no estaba muy claro, o no era nada en absoluto, más que aparecer en congresos y reuniones y que bastara su sola presencia. Ser quien era. A cambio entraba dinero. Este burdo uso del título aristocrático, del pedigrí real, era la piedra angular sobre la que descansaba el instituto Nóos. Urdangarín cobraba 15.000 euros al mes de Motorpress Ibérica SL por “analizar tendencias en el mundo del motor”. Hacía informes para un ente llamado Confederación Andina de Fomento. El caso puso la guinda real, en lo más alto, a una época obscena en España con el deporte como negocio, los congresos como tinglado, la élite como saqueo.
Esa desenvoltura de Urdangarín, ese moverse por la vida con la vida resuelta, que le llovieran miles de euros como si fueran con el cargo, fue lo más destructivo entonces para la imagen de la Familia Real. Más aún porque el escándalo estalló en noviembre de 2011, en lo más profundo de la crisis. Pero fue aún peor el juicio, en 2016, porque Urdangarín y la Borbón, tras cortar la comunicación con la Casa del Rey y sentirse abandonados, siguieron una estrategia exculpatoria que arrastraba a la institución. Su defensa era, más o menos: en Zarzuela lo sabían todo. Por tanto, concluían, no había nada malo o ni se les ocurrió, que no se sabe qué es peor. Sensación de impunidad, se llama. Urdangarín la convirtió en el juicio en desvalimiento e ingenuidad, como si nunca hubiera previsto en el guión rendir cuentas a nadie. La sentencia de este histórico junio, tras un reguero de destrozos en los mecanismos del sistema, corrige esa percepción.
Lo asombroso de los exduques de Palma es cómo llevaron hasta el final, hasta la catástrofe, su idea de que aquello era normal. “Estoy plenamente convencida de su inocencia”, declaró la hija de Juan Carlos I en el juicio sobre su marido. Una de las preguntas que deja el proceso es en qué momento les desengañaron y por qué se han sentido engañados, pues arrojaban la sospecha de que siempre se había funcionado así.
En un austero edificio era insólita aquella silla azul reservada con un papelito que parecía una equivocación: “Cristina de Borbón y Grecia”
“El primer toque de atención de la entonces Casa Real habría sido ya en 2005, tras uno de los primeros eventos de Nóos, el Illes Balears Forum. Un asesor de Zarzuela, José Manuel Romero, conde de Fontao, se reunió con Urdangarín y le aconsejó acabar con eso. En 2012, ultimátum radical: o se separaban o ella, sexta en la línea dinástica, renunciaba a sus derechos de sucesión. Según fuentes de Zarzuela, Cristina montó en cólera: “¡Yo nací Infanta y moriré Infanta!”. A partir de entonces se quedaron solos, y es la triste imagen que dieron en el juicio, como dos apestados de la nobleza arrojados entre la plebe…”, describe esta ‘película’ evocadora del olvidado pasodoble ‘España cañí’, compuesto por Pascual Marquina Navarro en 1923, con escenas fuertes ‘shakesperianas’ y ‘cervantinas’, el periodista Íñigo Domínguez. “Siempre fue cañí, poesía en flor, esta España de mujeres bellas, con fuego en los ojos, que enciende pasión. En el Albaicín gitano, que es un derroche de luz, son las zambras de las cuevas, un místico cuadro andaluz. El calé y la bailaora y el mocito cantaor dan a la fiesta andaluza mayestático fulgor. Fiesta gitana, gentil cuadro de España… cañí. Admirando a to’ lo gitano en sus cuadros sin igual, Julio Romero evoca el ambiente y el cantar. Es de España Andalucía un crisol de oro y un lindo vergel donde palpita la vida de ese pueblo hispano que nos vio nacer. Ésta es mi España, la tierra más bravía. ¡España cañí!”.
En un austero edificio de un polígono industrial de Palma, era insólita aquella silla azul reservada con un papelito que parecía una equivocación: “Cristina de Borbón y Grecia”. Los periodistas tenían delante a la Infanta, a dos metros, obligada, expuesta durante horas a su mirada. Felipe VI estaba en el juicio, pero en fotografía. En un cuadro delante de su hermana y su cuñado, sobre el tribunal, vestido con una toga y el gran collar de la Justicia. Menos mal que para entonces se había producido un corte con el pasado, a diferencia de lo ocurrido a otros, y era él quien presidía la sala, y no Juan Carlos I. El rey emérito, su época, cómo fue posible aquello, por qué se toleró, flotaba en el juicio. Fue con aquellas escenas, esos interrogatorios, cuando se rompió algo en la relación de los españoles con la Monarquía, algo en España dejó de ser como era.
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