La muerte de nuestros perros es un evento traumático para muchos, pues suelen ser los compañeros ideales: juguetones, cariñosos y fieles. La esperanza de vida de un perro depende de su raza y tamaño, pero es mucho más corta que la de un humano. Las explicaciones científicas abundan, pero un veterinario nos ofrece otra basada en una experiencia que tuvo justo hace un año.
El médico veterinario Froilán Sequera ofrece consejos en su cuenta Instagram @ElDogtor, donde expone sus conocimientos como miembro de la sociedad científica y concientizador animal. Desde allí contó una anécdota que transformó su percepción sobre cuánto debemos disfrutar a nuestras mascotas.
“Sentado junto con un señor muy mayor, padre de un paciente de dos años que acababa de fallecer en mis manos… comenzamos a recordar anécdotas de cómo se ponía al entrar al consultorio, al ser vacunado, de cómo movía la cola cuando hacíamos cierto sonido y justo en ese momento pensé en voz alta: ‘¿Por qué su tiempo es tan corto?”, reflexionó Sequera.
Amor puro de los perros
Cuenta que tras un silencio, el anciano le respondió: “Porque ellos nacen sabiendo amar”. La sabiduría del hombre lo conmovió: “Y en ese momento lo entendí, entendí que mientras nosotros necesitamos tantos años para aprender tantas cosas, entre ellas el amar, ellos lo saben desde el primer día”.
Para Sequera los perritos “sienten desde que llegan al mundo ese amor tan incondicional y tan puro, que algunos de nosotros los humanos quizás nunca sentiremos o aprenderemos a sentir, y es así como viven de una manera tan apasionada y desmedida que en su corazón no hay espacio ni tiempo para nada más nacen conociendo el gran propósito de la vida: amar”.
Un amor incondicional
Un amor, que según el veterinario es incondicional, pues “viven su vida amándonos al máximo, tratando de enseñarnos que no se necesita dinero, ni mucho menos lujos para ser feliz, que solo teniéndonos el uno al otro podemos lograrlo, que con un poco de comida y agua se puede sonreír y que una simple rama puede significar horas de felicidad absoluta”.
Por ello, explica que “al partir sentimos ese vacío tan grande, porque en su presencia no hubo más que amor, amor real. Mientras nosotros perdemos tanto tiempo ‘aprendiendo’, ellos simplemente vienen a enseñarnos”.
FUENTE: NUEVA MUJER