La atención de los embarazos adolescentes cuesta alrededor de 100 millones de pesos al sector salud del estado de Quintana Roo, de acuerdo con un reciente informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en México, que midió el impacto económico y social de la maternidad temprana en el país.
El reporte “Consecuencias socioeconómicas del embarazo adolescente” indica que el índice de maternidad entre la población adolescente es de 70.6 por cada mil, por lo que se estima que si en el estado hay 71 mil 170 mujeres entre los 15 y 19 años de edad, al menos cinco mil 024 habrán tenido uno o más hijos vivos.
Arie Hoekman, representante para México, Cuba y República Dominicana de la UNFPA, señaló que sólo la atención promedio de cada uno de estos partos costó al servicio público 20 mil pesos, por lo que en conjunto, los más de cinco mil embarazos tuvieron un impacto económico de 100 millones 492 mil pesos, que pudieron no ser utilizados para este fin, sino para la prevención de esta problemática.
Asimismo, explicó que el impacto no termina ahí, ya que más del 60% de las madres adolescentes trunca sus estudios a nivel secundaria o preparatoria, por lo que muy pocas pueden acceder a trabajos bien remunerados o que les brinde la protección de los servicios de salud para ellas y sus hijos.
“Las mujeres que tuvieron un embarazo siendo adolescentes tienen 11% menos acceso a la seguridad social que quienes fueron madres en edad adulta. Los ingresos anuales de quienes tuvieron una maternidad temprana es 31.6% menores a sus contrapartes, así el ingreso laboral promedio de estas últimas es de 68 mil pesos, en comparación de 46.5 mil pesos”, dijo.
María Antonieta Alcalde, directora de la organización IPAS México, señaló que una de las vías para frenar el número de casos de embarazos en adolescentes -y sus consecuencias- es la promoción de educación sexual y reproductiva, así como servicios amigables hacia los jóvenes.
“Entre las recomendaciones para poder prevenir están invertir en prevención de violencia, educación integral de la sexualidad y servicios amigables con la oportunidad de interrumpir un embarazo cuando no es planeado, no deseado o producto de una violación”, dijo.
Ser madre adolescente
Cuando Lorena se enteró que iba a ser mamá, tenía 17 años y se encontraba estudiando su último año de preparatoria. Al tener el resultado positivo en sus manos, la primera preocupación fue comunicar la noticia a su abuela, quien fungía como su tutora.
“Más que dejar mis estudios, mi mayor preocupación era decirle que iba a tener un bebé y fallarle a la familia, porque es el modo que te lo hacen ver, que le fallas a la gente, pero en realidad es a ti mismo, porque truncas una parte de tu vida”, dijo.
Pese al temor, ella recibió el apoyo suficiente para poder continuar con sus estudios, sin embargo, su embarazo se complicó e impidió su asistencia a todas las clases, por lo que al no tener la asistencia suficiente, no pudo acreditar sus últimas dos materias.
“Acabé la escuela cuatro años después y ya siendo mamá. Mis planes a futuro y mi punto de vista cambiaron, no le tenía miedo a nada, pero no tenía idea de todo lo que venía hasta que tuve a mi bebé, nunca imagine que fuera tan complicado tener un hijo y sin estudios, te complica mucho el panorama porque no hay trabajo, ni dinero”, dijo.
Aunque su situación cambió, Lorena resistió, el amor por su pequeña la motivó a buscar empleo, a capacitarse e incluso a estudiar una licenciatura a la par de cuidar de su hija y desarrollarse en una empresa.
FUENTE: Sipse