De pies a cabeza, ninguna parte de su cuerpo está libre de tinta, ni siquiera el blanco de los ojos o la lengua. Un hombre de 35 años, habitante de París, supo compaginar su pasión por los tatuajes con su vocación de maestro de primaria, aunque no sin levantar revuelo.
«Llevo unas 460 horas de tatuaje, 57 mil euros», cuenta Sylvain Hélaine, conocido como Freaky Hoody en las redes sociales. Es considerado como el hombre más tatuado de Francia.
Motivos florales de colores en el cráneo, cabeza de demonio en la espalda y sus ojos rellenos con tinta negra: el ídolo de las convenciones de tatuajes comenzó a cubrir su cuerpo en 2012.
No se arrepiente de ninguno, con «un enfoque filosófico inédito: convierto el tatuaje, que se supone que es permanente, en efímero. Probablemente acabaré todo negro a los 80 años», comentó.
Lo más importante, son sus ojos, «más una modificación corporal que un tatuaje», afirma. Sus pupilas y sus iris marrones apenas destacan sobre el «blanco» de sus ojos, ahora negro azabache. Para poder realizarse un tatuaje ocular tuvo que viajar a Suiza, pues esta técnica está prohibida en Francia.
«Es una tortura, te mantienen el ojo totalmente abierto, sientes cómo la aguja te perfora», cuenta Sylvain Hélaine que asegura que, antes de esta transformación, se sentía «incompleto».
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Ahora, su aspecto físico -repleto de tatuajes- le ha abierto las puertas a otros mundos, por ejemplo en el modelaje, como animador, como figura en las convenciones de tatuajes y como bailarín en algunas discotecas.
«Agencias de modelo me contrataron para películas y series», aseguró el polémico hombre.
Pero Sylvain Hélaine es igualmente maestro de escuela, y enseña a niños de entre 6 y 11 años, la edad de todas las curiosidades pero también de todos los miedos.
«Siempre provoco un momento de estupefacción en los niños y los padres. Pero cuando me presento y ven que soy un profesor como los demás, todo va bien», explicó a la AFP Hélaine, quien asegura ama su profesión.
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La semana pasada, lamentaba en el canal BFMTV no poder enseñar a los más pequeños, en preescolar. «Quieren estar tranquilos, y evitar que los padres puedan quejarse de mi apariencia», declaraba.
Dijo que el año pasado enseñaba en el jardín de niños Docteur Morere en Palaiseau, un suburbio de París. Todo marchaba en orden hasta que los padres de un niño de tres años se quejaron ante las autoridades educativas, pues comunicaron que su hijo, a quien Helaine no le enseñó, tuvo pesadillas después de verlo.
Sin embargo, el maestro estima en cambio que su particularidad hace su fuerza:
«Los niños que me ven, aprenden la tolerancia y el respeto por los demás. Cuando sean adultos, puede haber más posibilidades de que no sean racistas, homófobos, que no vean a los discapacitados como animales de feria», analizó.
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Las voces de algunas personas de la escuela de Sylvain Hélaine
Para muchos, su aspecto es inapropiado y no debería dar clases, mientras que para otros debe seguir en la enseñanza, pues su aspecto físico no define su inteligencia y pasión por la educación.
«No hay que juzgarle debido a su apariencia», asegura Gayané, en la escuela Paul Langevin de Palaiseau, en la región parisina. «Son sólo sus ojos los que dan miedo, pero es muy amable.»
«Es preocupante que la gente no vea más allá de la apariencia física. Reaccionan sobre todo los padres, porque hoy se enseña más a los jóvenes a respetar todas las apariencias», explica Loic, uno de sus exalumnos.
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Pero algunos padres –«de niños que no tengo en clase» asegura Sylvain Hélaine– no son tan indulgentes con su presencia en la escuela. Su jerarquía recibió una carta con fotos de él desnudo encontradas en internet, lo que provocó que fuese «apartado» durante siete semanas.
«No tengo nada contra los tatuajes pero creo que un profesor debe ser neutro», estima Farid, de 45 años, que «no sabe» si su hijo estuvo en clase con el profesor.
«Lo encuentro inapropiado. Me sorprende que la Educación Nacional deje hacer eso. Hace diez años, se negaba la entrada de los alumnos que llegaban al colegio con el pelo azul…», insiste otra madre, en el diario Le Parisien.
«Hay que ser tolerante: lo que haga con su vida privada no nos incumbe», replica Lydie Songo, madre de un alumno. «Mis hijos le llaman ‘Señor serpiente’, pero hablaré con ellos, tienen que aceptarlo así», subraya.
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FUENTE: Milenio