El mejor amigo del hombre bien se merece ese título, al fin y al cabo, ha evolucionado fielmente a su lado y se ha adaptado a sus rutinas. Pasea con nosotros y juega, como antes cazaba a nuestro lado, y en muchas ocasiones parece entender lo que le decimos mientras nos observa. Pone ojos de cachorro para darnos pena o bien parece sonreír mientras saca la lengua, y obedece cuando le decimos que se mantenga quieto o se siente.
Pero, ¿cómo procesa nuestras palabras para entendernos? ¿Realmente sabe cómo se llama o simplemente responde al tono de nuestra voz? Son preguntas bastante frecuentes que le surgen no solo a los amantes de los perros, sino a todo el mundo en general. Por suerte, poco a poco vamos conociendo más acerca de nuestras mascotas favoritas, aunque aún nos queda un largo camino por recorrer: un estudio reciente, publicado en ‘Scientific Reports’, ha demostrado que los cerebros de los canes procesan las palabras habladas de maneras jerárquicas sorprendentemente similares a la manera en la que nuestro propio cerebro usa una jerarquía de dos niveles para procesarlas.
Prosodia emocional
Para hacer el análisis, utilizaron a 12 perros de entre dos y 10 años de edad y de tres razas diferentes (seis border collies, cinco golden retrievers y un pastor alemán). Los investigadores utilizan un término específico para describir la manera emotiva y las inflexiones que utilizan las personas al dirigirse a los perros: prosodia emocional. Esto se comprueba claramente en el tono agudo, similar al que se usa con los bebés, que utilizamos para elogiar a los perros.
¿Cómo actúa el cerebro del can cuando eso sucede? Primero, las regiones debajo de su corteza cerebral perciben la entonación del discurso y así coligen si el tono es positivo, negativo o neutral. Luego, las áreas de la corteza auditiva del perro interpretan la denotación y el significado de una palabra hablada u orden, como “siéntate”. Para descubrirlo, sometieron a los perros a una resonancia magnética mientras repetían varias palabras. Las primeras (azaz “muy bien”, ügyes “qué listo”, y jól van “bien hecho” en húngaro) se repitieron en distintas entonaciones. Las segundas se repitieron de la misma manera, pero eran palabras que no se usan en ese tipo de contextos y que carecían de lógica, eran aleatorias (akár “parecido”, olyan «como” y mégsem “todavía”). De esta manera fueron capaces de entender la jerarquía de su pensamiento.
Primero, las regiones debajo de su corteza cerebral perciben la entonación del discurso y así deciden si el tono es positivo, negativo o neutral
«Nuestros hallazgos sugieren que los perros, de manera similar a los humanos, procesan las señales prosódicas en palabras habladas a niveles más bajos (en las regiones de la corteza primaria y subcorteza, reflejadas en efectos de adaptación tanto a corto como a largo plazo) y la información léxica a niveles más altos (regiones de la corteza auditiva secundaria y casi primaria, reflejadas en efectos de adaptación a largo plazo) de la jerarquía de proceso auditivo», explicó el autor del estudio, Attila Andics, según informa ‘Psychology Today‘.
«El procesamiento del habla en humanos es único en muchos aspectos, pero ese estudio ha revelado similitudes entre nosotros y una especie que no habla», añadió. La investigación sugiere que tanto las regiones subcorticales del cerebro ‘perruno’ como las del humano analizan generalmente señales más simples y cargadas de emoción contenidas en la entonación de las palabras. Por otro lado, los léxicos más complejos y aprendidos (es decir, palabras con significado) parecen analizarse en regiones corticales de orden superior del cerebro del perro. «Lo que nuestros resultados realmente arrojan luz es que el procesamiento del habla humana también puede seguir esta jerarquía más básica y general», concluyó el investigador. No obstante, las palabras no son la mejor manera de conectar con tu mascota, si te lo estabas preguntando. Otra investigación anterior mostró que el sistema de recompensa neuronal de los perros está más en sintonía con las señales visuales y olfativas que con las verbales. Aún queda mucho por aprender de nuestros amigos con cuatro patas.
FUENTE: EL Confidencial