“Si el norte fuera el sur”, ¿es posible con AMLO?
Por Martín Iglesias
La visita del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a Quintana Roo, específicamente a Playa del Carmen, trajo varias lecturas y como ya es costumbre, división de opiniones. Tengo que aclarar que no soy “lópezobradorista”, porque como consta en mis opiniones pasadas, yo ni siquiera voté por él, pero hay cosas que destacar de quien nos gobierna a todos los mexicanos, nos guste o no.
Primero, todos se creen con la autoridad “ciudadana” o periodística de señalar los errores del Presidente, no solamente en su forma de hablar, de vestir, de conducirse, sino también en sus programas de Desarrollo Social calificados como “electoreros”; tratan a toda costa de manchar la imagen del Presidente, sin realidad entender lo que realmente está pasando.
Les pondré en contexto. Desde la creación de México como país, hace más de 200 años, el Sureste (incluida la Península de Yucatán) ha sido objeto de abandono por parte de los gobernantes de la República, la mayoría de las inversiones del gobierno se iban a los estados del Norte, quienes durante décadas han disfrutado de las riquezas con las que cuenta el Sureste, como petróleo, especies exóticas, agroindustria y turismo, sin que este territorio reciba la retribución correspondiente, en pocas palabras, el mayor índice de pobreza en el país se tiene en los estados del Sureste.
No se necesita tener mucho cerebro para pensar que era lógico que los Presidentes de la República en las últimas seis décadas solo pensaran en el Norte como un eje de desarrollo, pues para ellos no importaba la condición de vida de los del Sureste; les era más fácil dejar en manos de caciques los gobiernos estatales para poder tener controlada a la “clase política” y al sector empresarial local.
Pero al llegar a la Presidencia de México un sureño nacido en uno de los estados que lo componen, Tabasco; surgido en medio del agua, el pantano, el petróleo, la tierra fértil, conviviendo con la pobreza y forjado entre los indígenas de “La Chontalpa Chica”, era lógico que se le hiciera justicia al Sureste, primero con una inversión de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) en la construcción de aeropuertos en lugares estratégicos para el turismo, como lo es Tulum (Quintana Roo), Chichén Itzá (Yucatán) y Campeche; un Tren Maya que conecte estratégicamente al Sureste al integrar en su recorrido de carga y turismo a Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo; un Tren Transpeninsular que vaya del Océano Atlántico al Pacífico al conectar al Puerto de Veracruz, Veracruz con Salina Cruz, Oaxaca que en la visión de Andrés Manuel López Obrador podría sustituir al Canal de Panamá en cuanto a la transportación de mercancías entre continentes. Además de la refinería en “Dos Bocas”, Paraíso, Tabasco.
Segundo, tenemos a un Presidente que está convencido que se debe eliminar la corrupción de la idiosincrasia mexicana, idiosincrasia formada por tres generaciones de políticos, comprada por los propios empresarios y en general por la sociedad. Lamentablemente en Quintana Roo todavía algunos simpatizantes del “lópezobradorismo” no han comprendido la doctrina juarista de Andrés Manuel. Muchos representantes sociales y de sectores del Sureste no han entendido que este sexenio es de desarrollo en esta Región del País, que es momento de cerrar filas a favor de los proyectos del Presidente, no olvidar el abandono en el que hemos estado por parte de la Federación hasta antes de la llegada de AMLO a la Presidencia. Hasta ahí…