En 1986 ocurría el accidente nuclear más devastador de la historia. La explosión de la central Vladímir Ilich Lenin, ubicada al norte de Ucrania, en la ciudad de Chernobyl, acabó con la vida de 31 personas, cuyas muertes eran causadas directamente por la explosión, aunque la radiación dejaría más de 100 heridos y, a largo plazo, más de un centenar de fallecimientos.
La evacuación en un área de 2590 kilómetros, mejor conocida como zona de exclusión, implicó el sacrificio de los animales del lugar, convirtiéndola en una masacre de mascotas y otras especies más salvajes.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, la vida prospero: todavía quedan entre 600 y 800 perros y gatos callejeros que deambulan por el lugar, según informes de las organizaciones Clean Futures Fund (CFF), que visitó Chernobyl para castrar y vacunar perros, y Spca International, que se dedica al rescate de animales en el mundo.
Además aunque se creía que ya no habría ni un indicio de vida, a día de hoy habitan animales como osos, bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski, y unas 200 especies de aves, entre otros animales, según establece el doctor en Biología e investigador de la zona, Germán Orizaola.
En cuanto a los insectos, algunos parecen vivir menos o mostrarse más vulnerables ante los parásitos, sobre todo en zonas de alta radiación. Las aves también parecen tener algunos efectos negativos, como daños en su sistema inmune, aumento de albinismo y alteraciones genéticas.
Aunque destaca una “ausencia general de efectos negativos de la radiación sobre las poblaciones de animales y plantas”, apunta: “Hemos encontrado además algún indicio de respuestas adaptativas frente a la radiación, como cambios en la coloración de las ranas. Las ranas de la zona de exclusión son más oscuras, lo que podría protegerlas de la radiación”, aseguró el doctor en Biología e investigador de la zona, Germán Orizaola
Mientras que las vacas de Chernobyl se habían organizado en manadas y presentaban un comportamiento muy diferente al que suelen tener los animales domésticos o de cría.
De acuerdo con un informe de Nat Geo, muestra que “muchas de las telarañas que se tejieron junto a algunas de las casas de las aldeas eran extremadamente inusuales”. Pues la telaraña ahora es desordenada, irregular, con grandes agujeros y sin un patrón claro, a diferencia de las que los arácnidos suelen armar, totalmente simétricas y ordenadas.
“Las arañas tenían problemas para tejer una telaraña normal”, concluye dando a entender que el comportamiento de los insectos había mutado.
Un ejemplo de esta mutación es la chinche de la malva arbórea, parecida a la coloquialmente llamada vaquita de San Antonio. “Dos ojos grandes, nariz y mentón y, debido a la simetría, hace que sea muy fácil detectar desviaciones”, señala el investigador al comentar que se observaron cambios en el color y falta de algunas partes del cuerpo, como algún ojo.
Que muchos animales hayan mutado y se adapten, poco a poco, a la naturaleza contaminada que los rodea no significa que no tengan o hayan tenido en su cuerpo altos niveles de cesio-137 -el componente radioactivo que lanzó la explosión de Chernobyl- o que varios hayan muerto ante los devastadores efectos que el material les produjo.
A 35 años del accidente nuclear más severo de la historia aún hay animales que parecen vivir en total paz y tranquilidad, sobre todo por la ausencia del hombre.
FUENTE: QUINTA FUERZA