A casi dos años de que se registró el primer caso de COVID-19 a nivel internacional (noviembre de 2019), el mundo sigue en pie de lucha para contener y erradicar el virus; sin embargo, como todos los virus, éste muta y genera nuevas variantes.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta junio de 2020, se tienen detectadas 11 variantes del COVID-19.
La mayoría de los cambios tienen escaso o nulo efecto sobre las propiedades del virus. Sin embargo, algunos cambios pueden influir sobre algunas de ellas, como por ejemplo su facilidad de propagación, la gravedad de la enfermedad asociada o la eficacia de las vacunas, los medicamentos para el tratamiento, los medios de diagnóstico u otras medidas de salud pública y social.
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La OMS, en colaboración con asociados, redes de expertos, autoridades nacionales, instituciones e investigadores, ha estado vigilando y evaluando la evolución del SARS‑CoV-2 desde enero de 2020.
La aparición de variantes que suponían un mayor riesgo para la salud pública mundial, a finales de 2020, hizo que se empezaran a utilizar las categorías específicas de “variante de interés” (VOI) y “variante preocupante” (VOC), con el fin de priorizar el seguimiento y la investigación a escala mundial y, en última instancia, orientar la respuesta a la pandemia de COVID-19.
Hace algunas semanas, la OMS empezó a utilizar las letras del alfabeto griego (Alfa, Beta, Gamma, etcétera) para denominar a las variantes, con el objetivo de que fueran más fáciles de identificar y no generar estigma sobre su lugar de origen.
Variantes preocupantes (nombre y lugar de origen)
- Alpha-Reino Unido
- Beta-Sudáfrica
- Gamma-Brasil
- Delta-India
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Variantes de interés
- Épsilon-Estados Unidos
- Zeta-Brasil
- Eta-Reino Unido-Nigeria
- Theta-Filipinas
- Iota-Estados Unidos
- Kappa-India
- Lambda-Perú