EN ÓRBITA
Por Marcelo Salinas
Necesitamos más profesionales que héroes
Los cancunenses se han acostumbrado a que lo normal sea lo extraño. En no pocas ocasiones han sido víctimas de los que en teoría son “los buenos” y, cuando estos cumplen, pareciera que algo anda mal. En esta paradoja, los policías han sido protagonistas.
Tal ha sido esa costumbre de verlos con miedo o recelo, que cuando uno entre miles hace lo correcto destaca sobremanera, aun cuando la razón haya sido cumplir su obligación, lo cual puede ser equiparado incluso a un acto de heroísmo.
La noticia del policía Rafael Gutiérrez Ramos, quien rescató a una menor de un incendio en la Región 97, provocó precisamente lo anterior: asombro y reconocimiento. En SIPSE.COM fue una de las más comentadas y en las redes sociales el uniformado recibió innumerables elogios, tanto de superiores como de ciudadanos.
No es que estemos necesitados de “héroes” como podría suponerse, sino de buenos ejemplos como este, con los que se compruebe la posibilidad de cumplir la obligación bajo cualquier circunstancia, pero sobre todo de que pueden mejorar cuando están preparados. Y eso es lo que motiva.
Un dato que pasó casi inadvertido fue que Rafael Gutiérrez egresó hace poco de la Academia de Policía, donde fue capacitado para desenvolverse en situaciones peligrosas como la de aquel incendio y, seguramente, donde también aprendió a cumplir su promesa: reguardar el orden y arriesgar –literal y figurativamente– el pellejo por las buenas causas.
De que fue valiente en el acto no hay duda. Pero más que eso, se convirtió en el ejemplo vivo de que la profesionalización es la clave para progresar en la tarea policial.
Los uniformados necesitan capacitación constante en diversos ámbitos y cuando no la tienen son los primeros en propiciar el caos. Como garantes de la paz social, la cual a su vez propicia la estabilidad política, son quienes más deben cumplir su labor con eficiencia. Si no la cumplen deben aplicarles sanciones como en cualquier empleo, y en este sentido
también fue atinado castigar a los que estacionaron su patrulla en sitio prohibido de Plaza La Isla días después de conocido lo de Gutiérrez Ramos. Ley pareja no es dura.
Ahora bien, vista en perspectiva la situación de los agentes no siempre pasa por la profesionalización, sino por al menos tres inconvenientes que, aun cuando son conocidos, parecen minimizados por los responsables.
Primero: además de que no todos están capacitados, muchos se disfrazan de policías, pues en realidad trabajan para grupos delincuenciales. La infiltración de las corporaciones ha quedado en evidencia muchas veces y, pese a las “purgas” cada vez más frecuentes, por momentos estas parecen no prosperar.
El segundo es que las condiciones laborales no siempre son las mejores; es decir, el equipo táctico puede ser incompleto, las armas anticuadas, los vehículos insuficientes y los salarios paupérrimos. Ha habido una inversión histórica durante las presentes administraciones estatal y municipal, pero un problema tan añejo no puede resolverse en poco tiempo.
El tercero es que los ciudadanos no siempre colaboran. Muchos se excusan en que la obligación de perseguir es exclusiva de los agentes, o también suelen escudarse en el temor, pero la denuncia es igual o más afectiva que una investigación. En algunos países la participación ciudadana ha sido la base de los programas policiales, no solo para combatir
el delito, sino para prevenirlo. Sí han registrado mayor denuncia, pero sigue siendo poca, pese a que existen múltiples mecanismos para que sea anónima.
De esta manera, no pueden realizar una labor completa. No es suficiente que un agente como Rafael Gutiérrez egrese capacitado si el entorno inmediato lo frustra y lo obliga a incumplir. Es un todo.
De imperar estas condiciones no habrá progreso, por más que impartan cursos de sensibilización o perduren las estrategias de mando único.
En definitiva, necesitamos más profesionales que héroes de ocasión.