“Volver a Miguel de Cervantes y asumir la locura de su persona como una forma superior de cordura…”, pidió en su discurso Juan Goytisolo ante Felipe VI, al serle entregado el Premio Cervantes, en Alcalá de Henares, España…
‘A la llana y sin rodeos’. Así ha titulado Juan Goytisolo su discurso de recepción del Premio Cervantes. Minutos después de que el rey Felipe VI le entregase, tan prestigiosa medalla, el autor de “Señas de identidad” se ha subido al púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá, ha desplegado cuatro folios y ha leído uno de los discursos más reivindicativos de la historia del galardón. También uno de los más breves. ‘A la llana y sin rodeos’, por lo tanto, el escritor barcelonés, de 84 años, ha reivindicado sobre todo dos cosas: la justicia social y al inventor del ingenioso hidalgo. “Volver a Cervantes y asumir la locura de su persona como una forma superior de cordura, tal es la lección de El Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos los pies en ella”, ha subrayado en las líneas finales antes de concluir con un guiño al partido que ha revolucionado en apenas unos meses el panorama político español: “Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”.
“Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo”, ha dicho después de recordar el “sombrío” panorama de una crisis triple: económica, política y social. “Al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla”.
Ante un presente así, Goytisolo ha recordado que más del 20% de los niños de “nuestra marca España” vive hoy bajo el umbral de la pobreza y ha querido imaginar a Don Quijote deshaciendo nuevamente “tuertos” y socorriendo “a los miserables”, es decir, “acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad”.
Junto a la justicia, la otra gran reivindicación del autor de ‘Juan sin Tierra’ fue para el escritor que da nombre al premio que acaba de recibir. Reivindicación que contrapuso las estrecheces de su existencia con el despliegue para encontrar sus restos en el convento madrileño de las Trinitarias: “En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel?”.
Goytisolo había anunciado que trataría de decir muchas cosas en poco tiempo y cumplió. El arranque de su discurso fue una crítica de sí mismo. Tras dividir a los escritores entre literatos que “conciben su tarea como una carrera” e “incurables aprendices de escribidor” que la viven como una “adicción”, el recién galardonado reconoció que él fue antes lo primero que lo segundo.
En un discurso más intenso que extenso, Goytisolo afirmó que su condición de hombre libre, “conquistada a duras penas”, le invita a la modestia. Por eso ponderó la mirada del exilio español frente a “los centinelas del canon nacional-católico” y se reconoció de “nacionalidad cervantina”. “Cervantear”, dijo, “es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía”. Así, ‘cervanteando’, el escritor -que se marchó de la España franquista en 1956 para recalar primero en París y luego en Marrakech, donde vive- afirmó que dudar de los dogmas nos ayuda a eludir “el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas” que se sienten amenazadas.
“La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera”, dijo Juan Goytisolo en otro tramo de su intervención. Los que conocen la obra del autor de ‘Contracorrientes’ podían esperarse la contundencia de un discurso que esta vez no brotó del subsuelo sino de un púlpito. Y allí, en lo alto y bien alto, sin rodeos y a la llana, el último premiado con el galardón más importante de la lengua española dijo, aunque fuera con pe minúscula, que podemos. Enseguida llegaron los aplausos, ‘cervanteando’…