Un antiguo profesor de la Universidad de Harvard de edad avanzada, en silla de ruedas, en un pequeño departamento de Boston, Estados Unidos, fue entrevistado antes de fallecer por un periodista de la BBC, este estaba interesado en la estrategia de Golpe de Estado Blando, que al parecer el docente había creado. Gene Sharp había sido el autor en 1973 del libro “La política de la acción no violenta”, un texto que había pasado desapercibido por las corrientes académicas principales. Otro documento escrito por él mismo había tenido mejor suerte; un pequeño texto de menos de 70 páginas con el ambicioso título “De la Dictadura a la Democracia”, casi un manual de como derrocar a un tirano y sentar las bases para un régimen democrático.
Breve, fácil de comprender, al parecer habría sido la guía intelectual para los movimientos sociales que terminaron por remover a los gobernantes de Europa del Este que sobrevivieron a la caída de la Unión Soviética. Pero sobretodo, traducido al árabe, habría sido una lectura obligada entre aquellos que encabezaron la primavera árabe, hechos que cambiaron el rostro de esa parte del mundo en un par de años.
El profesor Sharp había estudiado ciencias sociales y sociología, fue catedrático en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard durante 30 años. En 1983 fundó la Institución Albert Einstein, una pequeña organización ubicada en el mismo lugar que su departamento, había sido creado no para el estudio de la física, sino para “promover la libertad con acciones no violentas”. El motivo de la entrevista era los alcances que habría tenido su ensayo, al parecer se había convertido en un instrumento de la CIA para derribar gobiernos que no fueran afines a la República Imperial o que resultara bochornoso apoyarlos después de la Guerra Fría. El anciano profesor no parecía estar conscientes de ese uso, sí aceptaba haber dialogado con activistas de algunos países donde había regímenes totalitarios, particularmente del lejano oriente, pero no de que una parte del mundo realmente hubiera cambiado gracias a sus escritos. El Instituto sigue ahí, fácil de alcanzar a través de internet, parece estar más concentrado en la paz que en vencer tiranos.
Sin duda las ideas de Sharp cayeron en terreno fértil, el periodista de la BBC atestiguó la lectura en árabe de su manual años antes de la entrevista, por supuesto los egipcios que lo utilizaron ignoraban completamente que el creador era un estadounidense. Las estrategias de desobediencia civil funcionaron en buena parte del mundo islámico, también dieron resultados positivos en Europa del Este. Pero no era nada nuevo, Gandhi, a quién Sharp había estudiado a fondo, había independizado la India del entonces poderoso Imperio Británico cuarenta años antes sin disparar un tiro. El ejemplo del líder indio, lo siguió Martin Luther King durante la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, en Estados Unidos durante los años sesenta con logros destacados. Lo novedoso no era la idea, sino las herramientas tecnológicas disponibles.
Ni Gandhi, ni Luther King tuvieron medios masivos de comunicación tan difundidos y utilizados como los teléfonos inteligentes actuales y las redes sociales que viajan a través de ellos. Ambos activistas usaron la radio, King la televisión en menor medida, muchos medios impresos y por supuesto la difusión boca en boca. Es de suponer el alcance mundial que hubiera tenido el pacifista y político indio cuando rompió los injustos documentos del gobierno inglés, delante de un modesto público, muy probablemente se hubiera convertido en tendencia en twitter de inmediato.
Las estrategias planteadas por Sharp para realizar un golpe de estado blando o suave para deponer a un injusto dictador se fundamentan en cuestionar la legitimidad del régimen a través de la percepción de la sociedad. La premisa es simple, si nadie obedece, el gobernante no tiene ningún poder real. Se debe dejar de obedecer a quién tiene un gobierno autoritario, Sharp enlista hasta 196 acciones de desobediencia civil para generar esa percepción.
Aunque eso no fue lo que sucedió exactamente en los casi diez países musulmanes en donde hubo revueltas y cambios de gobiernos entre 2010 y 2012, fue una mezcla de desobediencia civil, revuelta armada e intervención internacional de las potencias occidentales. Tampoco se transformaron fácilmente en regímenes democráticos justos, por una parte resurgió el fundamentalismo islámico, por otra las sociedades siguen inestables, inclusive mucho peor que antes como el caso de Siria; solo unas pocas naciones están avanzando sólidamente hacia un sistema democrático.
Aún con este resultado la teoría del golpe de estado blando prosperó, significaba que con una pequeña inversión en vidas humanas y un daño inferior a la estructura económica se podía debilitar a gobiernos que parecían sólidos, inclusive las naciones de Europa del Este parecen haber un avanzado hacia sociedades más estables. La clave parecía ser el acceso a internet y su eficacia para influir en la percepción social.
El problema es que esta estrategia sigue en uso pero en contra de regímenes electos democráticamente con una amplia base popular. El escenario donde se planteó la idea de un golpe de estado sin el uso de militares fue Estados Unidos, quienes nunca se han distinguido por respaldar gobiernos populares, ni realmente democráticos solo que sean afines a sus intereses políticos y económicos; Centroamérica, Chile, Irak, Afganistán son algunos ejemplos. Sin su contenido libertario, las medidas para debilitar Estados pasaron a sectores reaccionarios de diferentes países, principalmente a empresarios y políticos con medios de comunicación, punto focal de la estrategia.
La tendencia de retornar al estado de bienestar neokeynesiano, en respuesta a los desastres que creo el modelo económico neoliberal en todo el mundo, ha enfrentado mucha oposición, principalmente en quienes se beneficiaron de la liberación económica descontrolada. Aunque esta tendencia es global, sectores empresariales con mucha capacidad económica se resisten a retornar a un modelo que los controló y evitó crisis mundiales durante más de 40 años, pero que les generaron mucha menos riqueza. Una estrategia para retrasar esos cambios es disminuir la legitimidad de los gobiernos que retornan al estado benefactor a través de intensas campañas mediáticas que generan la percepción de ingobernabilidad, corrupción, malestar social, para fomentar formas de desobediencia civil, inclusive los norteamericanos lo vivieron con la llegada al poder de Donald Trump.
El uso de la estrategia del golpe de estado blando a favor de la ideología neoliberal ha logrado que se postergue el fortalecimiento de los estados socialdemócratas, sobre todo en las regiones consideradas dentro de la hegemonía estadounidense como en el caso de América Latina. La Marea Rosa de gobiernos de izquierda ha tenido una dura respuesta por parte de los sectores conservadores de sus respectivas naciones, pero en realidad no hacen más que retrasar lo inevitable.
Cuando Gene Sharp escribía sus textos para derrocar dictaduras no pensaba en líderes y grupos políticos surgidos de los sectores medios y bajos de la sociedad que implementaban democracias con contenido social, sus estrategias eran en contra de regímenes que ya eran impopulares pero su sociedad no consideraba viable derrocarlos por la vía armada, es un contexto completamente diferente.
El uso sostenido, constante y planeado de los medios de comunicación para deslegitimar un régimen que busca poner orden en el desgobierno neoliberal es un acto de profunda perversión. Eventualmente la socialdemocracia se impondrá como modelo global dado los resultados que produce como lo han demostrado plenamente los países escandinavos y la historia económica con las décadas de crecimiento keynesiano. Pero causar confusión, caos, polarización y enfrentamientos solo para retrasar el proceso y sentar a los nuevos gobiernos a la mesa de negociación de los grandes capitalistas son acciones que muestran la oscuridad del corazón de estos seres humanos.
Samuel Cervera.