EL BESTIARIO
Bernardo Bertolucci, el director de cine italiano, quien rodó en Nepal ‘Pequeño Buda’, pide solidaridad al mundo, “son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa”
Esta mañana del martes nos encontramos con titulares desoladores sobre lo que está viviendo el pueblo de Nepal y otros lugares cercanos del Tíbet e India: “El Gobierno de Nepal estima que los muertos pueden llegar a 10.000”, “Una nueva avalancha al norte del país, en una zona de senderismo, deja 250 desaparecidos”, “El terremoto y sus réplicas se estos días superan con creces los daños humanos y materiales causados por el de 1934, convirtiéndose en la peor tragedia de la historia de Katmandú y el Everest”… Y en medio de este panorama perturbador, llegaban otras referentes a la solidaridad mundial hacia este pequeño país del Himalaya, destacando las ayudas que están llegando de la India y China, principalmente, en estas primeras horas. También me llamó la atención la columna que hizo llegar el director de cine italiano, Bernardo Bertolucci, autor de ‘Pequeño Buda’, rodada en muchos de edificios emblemáticos de la cultura nepalí, hoy desaparecidos, a diversos medios de prensa internacionales, solicitanto la ayuda al mundo… “Son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa”, recalca quien filmara las históricas ‘El último emperador’, ‘Novecento’, ‘La luna’, ‘El último tango en París’…
Los muertos pueden superar los 10.000, pues hay aldeas remotas seriamente afectadas, nuevas avalanchas y 250 desaparecidos
El primer ministro de Nepal, Sushil Koirala, ha declarado este martes que el número de fallecidos por el terremoto del pasado sábado podría superar los 10.000. El último balance de las autoridades informa de más de 4.300 fallecidos y más de 7.000 heridos, pero todavía falta por conocer la cifra de numerosas aldeas remotas que se han visto gravemente afectadas por el seísmo de 7,8 grados que el pasado sábado asoló el país.
Además, una nueva avalancha en Rasuwa, al norte del país -una popular zona de trekking- ha dejado unos 250 desaparecidos, según ha informado este martes el gobernador del distrito. Entre ellos, ha indicado, puede haber turistas extranjeros. “Esta área se encuentra en un parque natural, que es popular entre los turistas. Estamos tratando de rescatarlos, pero el mal tiempo y las lluvias obstaculiza los esfuerzos”, ha declarado el gobernador, Uddhav Bhattarai, a Reuters.
En Katmandú, la población intenta volver a la normalidad. Este martes han vuelto a circular los autobuses, hay algunos comercios abiertos y de momento no hay desabastecimiento de comida (básicamente se puede conseguir arroz y fideos) ni de agua. Los ciudadanos que tienen familia en otras zonas afectadas por el terremoto sufren la incertidumbre de no tener noticias de ellos. De hecho, ahora mismo lo peor puede estar en las áreas rurales más inaccesibles.
“El Gobierno está en pie de guerra y haciendo todo lo posible para rescatar y ayudar a la población”, ha asegurado Koirala en una entrevista con la agencia Reuters. Los escombros de edificios enteros se acumulan en la esquina más inesperada. Los parques y los descampados en la capital nepalí están ocupados por tiendas de campaña, de mejor o peor calidad, levantadas por aquellos que han perdido sus hogares o temen perderlos en posibles nuevas réplicas.
Miles de personas duermen a la intemperie bajo la lluvia, sus casas colapsaron y otras no podrían resistir los embates de otras réplicas
“La gente está durmiendo a la intemperie bajo la lluvia”, ha lamentado jefe del Gobierno nepalí, al recordar que numerosas casas se han venido abajo o podrían no resistir una nueva réplica. Las autoridades del país (28 millones de habitantes) han pedido ayuda internacional y tiendas para los damnificados. El tratamiento de los heridos y la rehabilitación del país supondrá “un gran desafío”, ha dicho. Monica Kharel de 16 años, una de las refugiadas en Tundikhel, uno de los principales parques nepalíes, donde duermen ahora centenares de personas, ha relatado que lleva a la intemperie, junto a su hermana y su madre desde el sábado. “Nos tememos que ya no tengamos casa cuando volvamos”, lamenta.
Los cálculos de víctimas dados por el primer ministro sitúan esta tragedia camino de superar el terremoto de 1934, cuando perdieron la vida 8.500 personas. La ONU ha alertado este martes de que unos ocho millones de personas se han visto afectadas por el terremoto en Nepal, además 1,4 millones necesitan ayuda urgente básica. Fundamentalmente agua, comida, abrigo y medicación.
España ha evacuado a 127 compatriotas, los primeros europeos en salir, hay 123 desaparecidos en la tragedia, superior al terremoto de 1934
Mientras, la ayuda comienza a llegar a país después de tres días sin apenas suministros por el caos en el aeropuerto. Los hospitales del país están colapsados y las necesidades más básicas de la población aún siguen sin ser cubiertas. Los primeros grupos de extranjeros han comenzado a abandonar Nepal. El Ministerio de Asuntos Exteriores español ha evacuado ya a 127 compatriotas -todos los que había localizado en el país, son los primeros europeos en salir- a India en tres aviones, dos vuelos comerciales y otro de las fuerzas aéreas. No obstante, 103 españoles están aún en paradero desconocido.
“Entre las imágenes de los escombros retransmitidas por la televisión intenté, en vano, -comienza su escrito Bernardo Bertolucci- reconocer los lugares de mi memoria; entrever la gran estupa que se erige no muy lejos de Bhaktapur. Y tuve ganas de llorar. Katmandú, Patan y Bhaktapur son los lugares simbólicos de la cultura de Nepal, país al que estoy profundamente vinculado. Y es grande el dolor que siento por las miles de víctimas”.
Descubrí esos lugares en 1973, cuando por primera vez puse rumbo a Oriente con mi mujer, Clare. La idea fue suya: ella era una viajera, yo no. Fue un viaje en el que nos conocimos y nos reconocimos. Un viaje de iniciación que derrumbó todos mis estereotipos sobre esos países. Un descubrimiento total. Fuimos a Tailandia, luego a Bali, y después a Benarés, y a Katmandú, donde vivimos durante un mes. Recuerdo el estupor y el asombro ante los edificios de Patan, donde luego filmaría ‘Pequeño Buda’. Aquello era el triunfo del horror vacui, del miedo al vacío: todo estaba decorado, cada centímetro. Arquitecturas y esculturas admirables donde el arte budista se funde con el hinduista, y encontramos a Buda junto a Visnú, Kali y Ganesh.
“Esa gente parecía sacada de los sueños de Pier Paolo Pasolini, cuando hablaba de la inocencia arcaica en los países más pobres y espirituales”
Me acuerdo de la primera vez que llegué a ese valle aislado, casi inaccesible. Nos quedamos sin aliento ante la belleza de Bhaktapur y Patan, a la que llamábamos Patan City. Emocionados ante esos tejados sobre los que crecía la hierba, algo extraordinariamente poético que me recordaba a un pueblecito de los Apeninos de Parma. El encuentro humano fue emocionante. Ese pueblo tenía una enorme cultura de la acogida. Esa gente parecía sacada de los sueños de Pier Paolo Pasolini, cuando hablaba de la inocencia arcaica en los países más pobres y espirituales. Frente a un río a las afueras de Katmandú presencié por primera vez una cremación. Había algo limpio, puro, en aquella carne que se convertía en fuego y humo.
En 1973, Katmandú, Bhaktapur y Patan eran destinos hippies, meta de un turismo pobre y respetuoso con aquellos lugares. Cuando regresé 20 años después para estudiar la zona y, más tarde, grabar ‘Pequeño Buda’, a principios de 1990, había un aeropuerto capaz de recibir los enormes vuelos chárter llenos de ese turismo que lo arruina todo. Nosotros también llegamos como una especie de ejército de ocupación: montones de camiones y grupos electrógenos que sin duda contribuirían a aumentar la contaminación. La pequeña posada donde nos hospedamos en 1973, que se llamaba Yak & Yeti, se había convertido 20 años después en un lujoso hotel de cinco plantas que sirvió de cuartel general durante el rodaje. Tiemblo con solo pensar que haya podido derrumbarse. Allí hacíamos las proyecciones con los materiales que nos enviaba la Technicolor desde Roma; eran tiempos de un cine que ya no existe.
Cerca de Bhaktapur hay una enorme y preciosa estupa, con los ojos de Buda, donde el niño americano pregunta por impermanencia”.
En Bhaktapur grabamos todas las escenas ambientadas en el palacio de Siddharta antes de convertirse en Buda. A aquella estructura añadimos una parte que hicimos nosotros y que los nepalíes quisieron conservar. Ahora, los escombros de una ciudad tan antigua se han mezclado con los escombros del cine que nosotros llevamos allí. Cerca de Bhaktapur hay una enorme y preciosa estupa, con los ojos de Buda, donde el niño americano pregunta qué significa la palabra impermanencia.
Los budistas tibetanos crean maravillosos mandalas de arena repletos de color, que luego serán destruidos por una ráfaga de viento. Eso es la impermanencia. ¿Somos capaces de imaginar la tragedia que supondría para nosotros la pérdida en unos segundos de alguna de nuestras extraordinarias ciudades toscanas? Es difícil.
Ante la tragedia de Nepal ya se ha producido una respuesta del mundo. Espero que sea potente, que haya una gran solidaridad hacia esos pueblos remotos. Son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa”.
‘Pequeño Buda’ cuenta como un monje tibetano busca la reencarnación de un lama que murió en Seatle, en un niño rubio, Jessie
La película ‘Pequeño Buda’, estrenada en 1993, cuenta cómo un monje tibetano llamado Lama Norbu y muchos de sus ayudantes, buscan la reencarnación de un lama que murió en Seattle ya hace ocho años. Cuando creen haber encontrado su reencarnación en Seattle, en un niño rubio llamado Jessie, van hasta allí desde el monasterio de Paro, en Bhután (viven exiliados en Nepal, Bhután y la India por la invasión de China). Según el monje, Champa, tuvo un sueño en el que se le aparecía un lugar muy hermoso, en el que había una colina y en donde estaba el Lama Dorje. Cuando llegaron a la dirección donde estaba la colina, descubrieron que la casa de Jesse estaba situada en la colina con la que él había soñado tantas veces.
Cuando los monjes contaron a los padres todo lo ocurrido, estos se quedaron pasmados porque no podían creer que su hijo pudiera ser la reencarnación del Lama Dorje. El Lama Norbu, le regala a Jessie el libro de Buda, en el que aparecen varias escenas que cuentan su vida. Cuando un socio del padre de Jessie muere, éste se ve muy afectado y empieza a cambiar de opinión sobre el budismo. Los monjes les dicen a la familia que tienen que ir a Nepal porque hay más candidatos para ser el Lama Dorje, entonces el padre de Jessie decide ir a Bhután, porque cree que si hay más candidatos posiblemente Jesse no sea la reencarnación del Lama Dorje.
Jesse y su padre se van a Bhután, pero su madre no puede. Una vez allí, Jessie conoce a Rayu y a una niña india (Gipta), quienes también son candidatos a ser la reencarnación. Tras pasar varias pruebas, el Lama Norbu está cada vez más convencido de que los tres tienen algo que ver con el Lama Dorje. Tras varias pruebas y la intervención de un oráculo, el Lama Norbu descubre que los tres niños son una parte del Lama Dorje: Jessie, la mente; Rayu, es el cuerpo; y la niña india (Gipta), es el habla o el espíritu.
El lama Norbu tras meditar varios días, muere y sus cenizas son repartidas entre los tres niños para que las esparzan; cada uno lo hace en su lugar de origen y de una forma diferente: en el agua, el aire y la tierra. Al final los niños vuelven a sus hogares. Jessie vuelve a Seattle con su padre, y se reúnen con su madre, que está esperando un bebé.
El Everest vuelve a quedar vacío, los últimos alpinistas han sido evacuados este martes de la montaña, mediante helicópteros privados
En la vertiente sur o nepalí del Everest empieza ahora el lento regreso a la civilización. Esta mañana, los helicópteros de rescate recogieron en el campo 1 de la montaña a los últimos sherpas y expedicionarios atascados a 5.900 metros, aislados del campo base al no poder recorrer a pie la ratonera de la cascada de hielo del Khumbu. Las expediciones comerciales más importantes han tomado la costumbre de abandonar hasta la próxima temporada un gran depósito de material de cocina, bombonas de gas, de oxígeno, tiendas de campaña y demás impedimenta con la que abastecer los diferentes campos de altura, pero esto servirá el año que viene.
Por segundo año seguido en las últimas décadas, no se escalará el Everest desde su ruta clásica, pero en sus faldas se siguen batiendo récords: hasta la fecha, no se había dado semejante operación de rescate con helicópteros en el Himalaya. Estos aparatos deberían servir ahora para rescatar a los heridos supervivientes del terremoto que viven aislados en aldeas de alta montaña: sólo en el idílico valle de Langtang un alud acabó con la vida de 100 personas… Si el Everest, con su aura y la presencia de alpinistas occidentales se ha llevado la luz de casi todos los focos, se empieza a saber que los pueblos de montaña de Nepal han sufrido terribles consecuencias y siguen aislados y necesitados de helicópteros que vengan en su ayuda. Claro que difícilmente podrán pagar sus servicios…
Algunos alpinistas han dejado el campo base del Everest subidos a un helicóptero, pero también se ha generado una caravana que transita a pie camino del aeródromo de Lukla, donde deberían llegar en unos cuatro días. Algunos han dormido en el campo base con el casco y las botas puestas, con los nervios de punta debido a las réplicas que hasta ayer se dejaban sentir en la zona. Todos esperan que la situación se normalice un poco en Katmandú para cuando alcancen la capital y así encontrar dónde alojarse y alimentarse.
Las cifras de los fallecidos en el Everest siguen siendo confusas: unos señalan 23 muertes, otros 21, pero se sabe ya que al menos 8 de los fallecidos eran sherpas, de los cuales tres murieron después del terremoto tratando de crear una ruta segura entre el campo base y el campo 1 que permitiese a las personas atrapadas descender por sus propios medios sin esperar al helicóptero. También se sabe que uno de los fallecidos era un ejecutivo de Google llamado Dan Fredinburg, pero la identidad del resto de desaparecidos sigue sin hacerse pública.
En Namche Bazaar, la capital del pueblo sherpa, ya han comenzado los trabajos para recomponer la aldea, un lugar construido en terrazas y una referencia para los miles de senderistas y alpinistas que se alojan aquí camino del Everest, hoy casi desierto.
No tienen capacidad ni recursos para hacer frente al desastre, necesitarán ayuda de la comunidad internacional para abordar tan ingente tarea
Tras el desastre y el recuento de víctimas, llega la hora del recuento de daños en Nepal y de iniciar los planes de reconstrucción de su economía. Una tarea prácticamente inabordable para un Gobierno que maneja escasos recursos y que se encuentra inmerso en un escenario políticamente fracturado. La economía nepalí apenas alcanza los 20.000 millones de dólares, unos 18.340 millones de euros, ni si quiera el 1,5% del PIB español. Un antiguo ministro de Finanzas, Madhukar SJB Rana, admitía este lunes que el país “no tiene capacidad ni recursos para hacer frente al desastre” y que necesitarán ayuda de la comunidad internacional para abordar tan ingente tarea.
Nepal es uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo. El PIB per cápita roza a duras penas los 1.000 dólares, lo que significa que la familia media nepalí vive en la pobreza. La mala calidad de las construcciones es una de las razones que explica el elevado número de víctimas y el devastador efecto del terremoto sobre los edificios de la capital. “El coste total de la reconstrucción en Nepal, usando estándares de construcción apropiados para una región con muchos seísmos, podría superar los 5.000 millones de dólares, lo que supone alrededor del 20% del PIB”, explica Rajiv Biswas, economista jefe para Asia Pacífico de la consultora de estrategia IHS. “Se necesitará de forma urgente una ayuda masiva internacional, así como programas a gran escala de asistencia técnica y financiera de largo plazo para reconstruir la economía”, apunta en una nota. De esa ayuda dependerá, en buena medida, cómo se aborde la reconstrucción y el coste final para las arcas del Estado.
Aunque la agricultura da sustento a la mayoría de su población, el país, un rectángulo de 600 kilómetros de largo y 200 kilómetros de ancho, alberga algunas de las cumbres más altas del mundo y había apostado en los últimos años por el turismo como motor de crecimiento de futuro. Cada año, llegan al país unos 800.000 turistas, mayoritariamente dirigido al deporte, lo que permite al sector aportar directamente un 4% del PIB y hasta un 8% si se tienen en cuenta los efectos indirectos. La economía logró crecer al 5,5% en 2014 pero tras el desastre ocurrido el pasado sábado es difícil que alcance el 5% que el Fondo Monetario Internacional (FMI) calculaba para este año.
El terremoto del sábado, que arrasó el valle de Katmandú, puede superar en víctimas al de 1934, entonces murieron 8.500 personas
El paisaje cotidiano de Katmandú se ha visto alterado desde el sábado de manera drástica. Los escombros de edificios enteros se acumulan en la esquina más inesperada. Los parques y los descampados en la capital nepalí están ocupados por tiendas de campaña, de mejor o peor calidad, levantadas por aquellos que han perdido sus hogares o temen perderlos en posibles nuevas réplicas del seísmo de 7,8 grados que el sábado golpeó el país y causó miles de muertos y heridos. Las cifras van subiendo conforme pasan las horas y los días.
“Mi madre, mi hermana mayor y yo llevamos aquí desde el mismo sábado”, dice Monica Kharel de 16 años, una de las refugiadas en Tundikhel, uno de los principales parques nepalíes, donde duermen ahora centenares de personas. Su familia reside en Bag Bazaar, un barrio comercial a pocos centenares de metros donde muchos edificios han quedado dañados, y no se ha atrevido a regresar desde entonces. “Nos tememos que ya no tengamos casa cuando volvamos”, explica.
El seísmo la encontró en el piso superior de uno de los centros comerciales que han comenzado a salpicar el centro de Katmandú en los últimos años. “Bajé gritando como alma que lleva el diablo”, recuerda, mientras soldados del Ejército nepalí comienzan a rodear la zona del descampado donde la familia ha establecido su refugio con paraguas y algunas lonas. Los militares han comenzado a levantar tiendas de campaña de buena calidad, que puedan soportar las lluvias y alojar a familias completas holgadamente. “Es la primera vez que les vemos [a los soldados] en 48 horas”, apunta la muchacha. Han comenzado a repartir alimentos básicos de supervivencia, fideos y agua. “Hasta ahora no habían llegado”.
La lluvia, la falta de comunicaciones y de medios y las réplicas complicaron este lunes la búsqueda de supervivientes, mientras se teme que el número de víctimas puede ser mucho mayor debido a la dificultad de las operaciones de rescate en algunos de los sitios más afectados, en las zonas montañosas del oeste del país.
Como muchos del millón de residentes de la capital, Ram Prasad Manandhar ha pasado la noche al raso y, junto a su familia, acampa en la plaza Durbar, que hasta hace dos días era patrimonio mundial de la humanidad y hoy es apenas un montón de escombros que acarrean las excavadoras gubernamentales de modo poco ceremonioso. El domicilio de Manandhar en Basantapur, apenas dos calles más allá, ha quedado intacto, pero la familia aún está recelosa de volverlo a ocupar. Mientras charlan con los vecinos en la plaza, señalan los monumentos derruidos. “Todo esto se ha perdido. Si no nos ayudan otros países a reconstruirlo, nunca volverá a ser lo que fue. Los nepalíes son demasiado pobres, y nuestro Gobierno… bueno, todo depende de lo que quiera hacer el Gobierno. Ya veremos”, apunta Manandhar.
A pocos metros de la plaza, donde las excavadoras han comenzado a amontonar los escombros de unos templos centenarios, el barrio de Indra Chowk, normalmente plagado de turistas extranjeros en temporada alta, está prácticamente vacío. Los pocos comercios que permanecen abiertos carecen de electricidad y apenas tienen mercancías para poner a la venta. Quien hace su agosto es un vendedor ambulante, que desde una esquina ofrece lonas para tiendas de campaña a 130 rupias nepalíes (1,20 euros) la pieza. Los vecinos se las quitan de las manos.
En este barrio es difícil encontrar un edificio que no muestre señales del fuerte movimiento telúrico del sábado. Algunos han caído por completo, otros están semiderruidos, como el venerable Instituto de enseñanza media Ranipokhari, fundado en 1854 y que ha perdido toda su fachada sur. Varios se inclinan peligrosamente sobre sus vecinos, y la mayoría presentan grietas de uno u otro tipo. Es el caso del hospital universitario Bir, uno de los emblemáticos de la ciudad. “Os digo que tenemos que cerrarlo del todo”, insiste Shree Laxmi Sainju, responsable del departamento de Diálisis, a sus colegas. La estructura es inestable y presenta profundas grietas. Muchos de sus pacientes han sido trasladados a otros centros médicos, y los que quedan se encuentran en las plantas más bajas o incluso el sótano. “Nos preocupa lo que pueda ocurrir si viene otra réplica. Y luego está la falta de electricidad, la falta de agua… Tenemos a los pacientes de cualquier manera”, admite. Muchos han sido trasladados al hospital militar vecino, al que se ha derivado la mayoría de los casos de emergencia. Los hospitales se están quedando sin espacio y muchos de los afectados y sus familias duermen en colchones en los pasillos, o incluso al raso.
Pero la situación puede ser peor fuera de Katmandú. El número de víctimas mortales de las áreas más remotas solo se empieza a conocer ahora. En India el balance de muertos a causa del seísmo es de 62, mientras que otras 20 personas han fallecido en Tíbet. China ha evacuado a casi 25.000 personas de la región. Pekín y Nueva Delhi han anunciado el envío de personal y ayuda humanitaria para intentar aliviar la situación, en medio de los esfuerzos de los equipos de rescate por localizar a más supervivientes.
El terremoto del sábado, que arrasó el densamente poblado valle de Katmandú y que provocó una avalancha mortal en el Everest, ha sido el de mayor magnitud en casi 80 años en Nepal, desde que en 1934 un seísmo causó unos 8.500 muertos. También es el peor que ha vivido la región en una década desde que en 2005 un movimiento telúrico causara una tragedia de grandes dimensiones en la Cachemira, con un balance de más de 84.000 muertos..Bernardo Bertolucci, el director de cine italiano, quien rodó en Nepal ‘Pequeño Buda’, pide solidaridad al mundo, “son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa”.