Es un respiro, un acto de justicia, un premio al mérito bien ganado. Apenas la Secretaría de Gobernación emitió la Declaratoria de Emergencia para siete municipios quintanarroenses debido al inusitado aguacero de los días 13 y 14 de junio, las autoridades municipales y estatales vieron fructificar sus gestiones para recibir los recursos económicos del Fondo para la Atención de Emergencias (Fonden), con lo cual inicia la etapa de recuperación.
Esto significa que tras los daños visibles serán atendidas las necesidades de alimento, abrigo y salud en Benito Juárez, Isla Mujeres, Solidaridad, Cozumel, Tulum, Felipe Carrillo Puerto y Othón P. Blanco, en una época y bajo condiciones susceptibles de ser afectados por fenómenos meterológicos, incluidos un huracán de alta categoría, como está en los pronósticos. Pese a ello, la experiencia y la preparación de las autoridades dan garantías de no padecer más de lo cuenta.
En Benito Juárez, por ejemplo, el más perjudicado por los más de 180 milímetros de lluvia y los vientos superiores a 50 kilómetros, se constató un trabajo coordinado entre Seguridad Pública, Servicios Públicos, Protección Civil, Bomberos y la Comisión Federal de Electricidad, lo que permitió reducir los impactos negativos al recibir reportes de auxilio y brindar pronta atención a los habitantes, con la evidente supervisión en terreno del presidente municipal Paul Carrillo de Cáceres.
En una extensa y articulada argumentación a medios informativos, durante conferencias y en charlas a colaboradores cercanos, Paul sostenía que la vaguada resultó ser un ensayo para determinar los recursos materiales con los que se cuenta y definir las estrategias en el corto plazo, además de enfatizar en que debe multiplicarse la concientización a ciudadanos, parte fundamental de la prevención.
El primer edil de Cancún dio en el clavo: la prevención. Por la situación geográfica del Estado ha sido inevitable que los huracanes con mayor intensidad que provienen de las Antillas menores golpeen la costa norte en busca de “tierra”, cuyas consecuencias son conocidas. De ello fueron testigos los mayas, y hoy los miles de habitantes y millones de turistas.
Cada año existe la incertidumbre por tormentas y huracanes, aunque las ciudades no fueron planeadas desde el inicio para soportar esta realidad. Entonces, se ha debido corregir sobre las marcha, adoptar mecanismos eficaces de coyuntura, perfeccionar estrategias en el tiempo e incluso improvisar para sobrevivir de la mejor manera, como en este caso.
Si la autoridad ha cumplido en ello, los ciudadanos deben corresponder. Se exhibe una cultura contra fenómenos climatológicos, pero un porcentaje de la población se resiste a cumplir hábitos básicos que, a la postre, terminan por derribar todos los esfuerzos desplegados. Caso notorio son los desechos arrojados en la calle, los cuales tapan los pozos y desagües naturales, propiciando severas inundaciones, que se convierten en baches y desfondes.
Estas realidades, que ya han sido consideradas en la planeación de los gobiernos y en las dinámicas de las actividades económicas desarrolladas en la entidad, serán contempladas en el establecimiento de nuevos complejos turísticos, en la protección de la franja costera y en la conservación de ecosistemas, lo cual también permitirá mitigar los efectos nocivos, ampliando la capacidad de acción.
En este “primer ensayo” queda demostrado que el gobierno de Roberto Borge Angulo y los presidentes municipales recurrieron a formas para atender a los afectados y más vulnerables, y no solo centrándose en el apoyo sectorial de la actividad turística -como ocurría en administraciones pasadas- con el propósito de salvar vidas y tener los menores daños posibles.
Si bien los apoyos económicos del Fonden eran frecuentemente asignados al ramo turístico de Quintana Roo, hoy se piensa en la rehabilitación empezando por la periferia, la región y el centro de nuestras ciudades.