A los pilotos de la Fórmula 1, como Sergio “Checo” Pérez, les gusta decir que, en estos días, su carrera poco tiene que ver con manejar autos de carreras. Al pasar el día previo a una competencia con uno de los 20 mejores atletas del mundo en la cima del deporte de motor entiendes a qué se refieren.
Un jueves de finales de julio, un par de días antes del Grand Prix de Hungría, el piloto de Red Bull, “Checo” Pérez, uno de los atletas más famosos de México y Latinoamérica, llega a Budapest en jet privado desde Madrid, ciudad que lo recibe con una serie de compromisos promocionales. Después de registrarse en el Four Seasons, en donde una multitud de aficionados a la F1 se reúne todo el fin de semana, se lo llevan a una sesión de fotos para uno de sus patrocinadores en un edificio de departamentos abandonado en el centro de la capital húngara. Aquí, Checo revisa un montón de fotos antiguas y comparte recuerdos de las distintas etapas de su carrera.
El papel de Checo Pérez en la Fórmula 1
Como uno de los pilotos con más experiencia en la F1 –y que busca su propio lugar dentro de los pilotos más rápidos de todos los tiempos–, Pérez tiene mucha historia. Tanta historia, tantas carreras en el curso de tres décadas, que ya confunde todo. “No voy a recordar la mayoría”, advierte con las fotos en las manos. “De esta no me acuerdo”, comenta viendo la primera imagen. Tampoco recuerda otra en donde carga un trofeo. “No recuerdo, pero acababa de ganar una carrera”. De repente, hace memoria. “En esta gané la carrera nacional, muy importante en Monterrey”, explica estudiando una imagen de una carrera de karting de su juventud. “Una carrera importante con muchos pilotos muy buenos”.
“¿No es común que un mexicano gane una carrera ahí?”, le pregunta el camarógrafo, intentando sacarle más material a este piloto excesivamente conciso. Pero su pregunta provoca más respuestas directas. “No”.
Cuando termina la sesión, Checo se va con su mano derecha y amigo de toda la vida, Luis Aguirre, a la pista. Hoy no va a manejar su monoplaza. Se dirige a hacer una sesión de entrevistas, compromisos de marketing y preparativos para la semana de la carrera. Habrá cámaras y grabadoras apuntándole a la cara en todo momento. Atravesamos 14 kilómetros del campo árido al noroeste de la capital húngara para llegar al circuito. Checo y Aguirre hablan de las Olimpiadas, se preparan para un video de mercadotecnia en el que le preguntarán al piloto por la historia de los Juegos.
“Les encanta que parezca tonto”, señala el piloto de 34 años con una risa bonachona. “Cuanto más tonto parezca, mejor”. Más tarde habrá una reunión de pilotos con el consejo de administración de la F1. Este fin de semana se filmará la película sobre la Fórmula 1 de Brad Pitt, F1, aquí en Budapest, así que habrá todo un sistema ficticio del Gran Circo operando a la par del real: fotógrafos, reporteros, fans y equipos falsos.
Llegamos al Hungaroring y buscamos el estacionamiento VIP, otro miembro del equipo de Checo le pone otra tarea en su checklist. Van a derrumbar una sección del Hungaroring y los pilotos deben conmemorarlo. “Esta semana tienes que firmar la pared, puedes escribir un mensaje”, le indica el empleado de Red Bull.
“¿Ves lo que te digo? Viniendo desde fuera seguro te das cuenta de la cantidad de tonterías que hay que hacer”, menciona Checo, menos bonachón que hace rato. Esta es su decimocuarta temporada como piloto de la Fórmula 1, por lo que ha visto la transformación de la disciplina. De un exclusivo deporte europeo dirigido a propietarios de Rolex, a un espectáculo cada vez más global con su propio reality en Netflix y carrera en el Strip de Las Vegas. Ha visto cómo el sinsentido ha llegado a niveles casi insostenibles. Los seguidores ahora son fanáticos: una tarde en Budapest vi a unos fans bajarse de un coche en un alto y correr hacia el vehículo del piloto de Ferrari, Charles Leclerc, para tomarse una selfie.
La atención de los medios también ha aumentado. En breve, Sergio “Checo” Pérez entra al paddock —un terreno largo, de casi una hectárea, que alberga “el circo itinerante” de diez equipos de la Fórmula 1— y lo recibe una multitud de reporteros que le ponen las grabadoras en la cara. Comparado con esto, manejar un coche de 800 kilos a 320 km/h en vivo para un público de 110,000 fans parece relajante.
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Hoy se cierne sobre él una nube de tensión. Las especulaciones en torno al futuro de su carrera están por los cielos. Checo ha sido parte de Red Bull desde 2021, año en el que ayudó a su compañero de equipo, el niño prodigio danés Max Verstappen, a ganar su primer Campeonato del Mundo conteniendo a Lewis Hamilton en la última carrera de la temporada en Abu Dabi. A sus 24 años, Verstappen se llevó el título individual de la temporada, Pérez terminó cuarto, pero todo esto fue intencional. Red Bull contrató a Checo a mitad de su carrera para que fuera el fiel número dos de Max. Y a él le benefició ese papel: el modesto cuarto lugar fue el mejor que había conseguido en la Fórmula 1. Desde que llegó a Red Bull, ha ganado cinco carreras y se ha parado en el podio 29 veces, hilando la aguja más microscópica de los deportes profesionales: su desempeño ha sido lo suficientemente bueno para que Red Bull haya ganado dos Campeonatos de Constructores seguidos, pero no tanto para amenazar el dominio de su compañero, el ahora tres veces Campeón del Mundo individual. El tapatío ha fomentado el triunfo de su equipo sin desestabilizarlo.
Este año, el ojo de la aguja se cierra todavía más. Después de una exitosa apertura en la que Checo se subió al podio cuatro de cinco carreras, lleva una racha de mala suerte y mal rendimiento en el momento preciso que el dominio apabullante de Red Bull peligra gracias a sus rivales McLaren y Ferrari. Cuando Sergio Pérez no gana, ya no es un bache en un año arrollador, sino un obstáculo para que Red Bull gane otro título como equipo. Y Red Bull —una olla a presión en un deporte que es otra olla a presión— no tiene paciencia para los pilotos que decepcionan.
Por ello, en julio en Budapest, la inmensa red de medios de chismes dedicados a la Fórmula 1 sigue especulando sobre Checo y su contrato con Red Bull, un equipo que no tiene problema para despedir a sus pilotos en plena temporada. “Pérez no tiene asegurado su lugar en Red Bull pese a la extensión de su contrato”, lee un encabezado. “De acuerdo con Red Bull, el rendimiento de Pérez es ‘insostenible’ en un momento que entra en vigor la cláusula del contrato de la F1”, lee otro.
“Si en la próxima carrera no acumula puntos otra vez, entonces lo van a reemplazar”, atacó el antiguo campeón mundial Jenson Button. El Gran Premio de Hungría podría ser una especie de boleta de calificaciones para su futuro.
Es un fin de semana particularmente caluroso en Budapest, estamos casi a 38° C en el paddock, pero con toda la maquinaría, el pavimento y las personas se siente más calor. Cuando Checo emerge del nido de reporteros y se sienta en la carpa de Red Bull, tiene el ceño fruncido y está sudando un poco. Pero no pierde el porte de acero. De hecho, no hay duda de que hoy Checo está relajado: lleva puesto un reloj para fitness y su ritmo cardiaco no demuestra que esté estresado. “Lo he hecho muchas veces. Los conozco bien [a los reporteros]. Sé que quieren hacerte sentir la presión. Quieren una buena cita. Así es el deporte. Tienes una, dos carreras malas, hablan mal de ti, pero también es parte de la cultura del equipo, de Red Bull. Las conversaciones al respecto, sobre el contrato, etcétera. Es parte del juego”.
Una temporada de retos para Checo Pérez
Se suele decir que el trabajo más difícil en la Fórmula 1 es ser compañero de Max Verstappen. Implica un callejón sin salida que ningún deportista sueña cuando empieza su carrera: Checo debe ser su sombra y, al mismo tiempo, soportar la intensidad de ser piloto para Red Bull. En ocasiones, el escrutinio del público proviene de su propio equipo, como en 2023, cuando el indiscreto asesor del equipo, Helmut Marko, compartió con la prensa: “Tiene problemas para calificar, tiene fluctuaciones en su desempeño. Es sudamericano y no se sabe concentrar bien” (Marko se disculpó por el comentario racista que encima puso a México en el lugar equivocado del continente). O cuando el jefe de Red Bull, Christian Horner, declaró sobre el desempeño de Checo: “N
A principios de esta temporada Checo comparte: “Tuve una oportunidad, dos, de cambiar de equipo”, pero decidió quedarse. “Cuando me lo planteé decidí que me encanta el reto que tengo en Red Bull. Es un reto inmenso ser compañero de Max. Es un reto que te prepara para todo. Decidí que quiero pasar los últimos años de mi carrera en la cima, en donde la presión es implacable”, cuenta. Uno de los rumores es que Checo Pérez se podría retirar pronto y nuestra conversación se torna reflexiva. “A fin de cuentas, cuando pasas por un periodo difícil, se habla mucho. Pero en última instancia, al 90% en la parrilla le hubiera encantado tener mi carrera. Cuando eres piloto, solo piensas en la próxima carrera, el próximo reto, la próxima categoría, el próximo contrato. El próximo todo. A veces es bueno hacer una pausa y recordar lo lejos que has llegado. Es un deporte brutal”, concluye.
En cuanto a la carrera en Budapest, Checo no necesariamente contradijo a sus detractores: durante la clasificación, va demasiado lejos y se resbala en una parte mojada de la pista, el coche sale volando y se impacta en las barreras. “Estoy bien”, anuncia a su ingeniero por el radio.
“De momento así está corriendo. Es una época crucial para él y para Red Bull”, señala un comentarista durante las múltiples repeticiones del choque. “¿Qué van a hacer? ¿Cuánto tiempo pueden seguir diciendo: ‘Se va a recuperar pronto’? Me siento mal por él”. Durante la carrera del día siguiente, Pérez logra recuperarse y termina en un respetable séptimo lugar, Verstappen decepciona y termina en quinto. El dominio de múltiples temporadas de Red Bull se empieza a apagar y el desempeño de Checo se diluye en el contexto de una crisis inminente del equipo.
Dos semanas después de Budapest, la Fórmula 1 cerrará un mes por vacaciones de verano, que incluye un periodo estipulado en el que se prohíbe a los mecánicos e ingenieros trabajar en los coches y los pilotos pueden descansar. Checo regresará a su casa en México para pasar tiempo con sus cuatro hijos, sus tres perros y su esposa Carola. Quiere jugar golf y bajar su hándicap. Pero tiene una meta más ambiciosa, existencial, este verano: “Quiero desaparecer dos semanas”, asegura.
Recarga de combustible para Checo
Como uno de los atletas más prominentes de México, hay pocos lugares en el país en donde Checo puede desaparecer. Uno de ellos es su nueva casa en Punta Mita, en la costa del Pacífico central. Otro lugar en donde puede encontrar paz y privacidad es una villa colonial española de 20 habitaciones en las profundidades de una vasta región de granjas de agave en Jalisco, a unas dos horas de donde creció. Esta mansión, La Casona, es parte de una propiedad exclusiva, Hacienda Patrón, que pertenece a la marca de tequila, uno de sus socios principales. Llega a Hacienda Patrón en la mañana de un jueves de agosto desde Puerto Vallarta en helicóptero y me recuerda a Tom Cruise.
Aunque en sentido estricto está de vacaciones, “siempre piensas aunque sea un poco en las carreras”, me cuenta. Estamos sentados en las suites cavernosas de La Casona. “Siempre tienes en mente lo que comes, tu entrenamiento. Siempre estás atento”.
En todo caso, se le ve mucho más relajado que hace unas semanas. Red Bull acaba de anunciar que Sergio conservará su plaza para lo que queda de la temporada, pese a otra dificultad con el coche en el Gran Premio de Bélgica la semana después de Budapest. Le pregunto si se siente más estable ahora que se acabaron los rumores de que lo despedirían en plena temporada. “Ya me sentía estable. Fue mera especulación. Lo primordial es recuperar la temporada, no es cuestión de contratos”, sentencia.
Lo acompañan Luis Aguirre y dos amigos de la infancia, Carlos Arroyo y Heladio Núñez. El círculo de Checo es pequeño: su hermana Paola está a cargo de la parte comercial y de Relaciones Públicas en Pérez Racing; mientras que Núñez, arquitecto y desarrollador, diseñó la oficina de la empresa cerca de Guadalajara. En las últimas tres semanas, Sergio Pérez ha estado en su propiedad de Punta Mita con su familia, entrenando y jugando futbol, o saliendo al mar en un bote con su hijo de seis años, Chequito, para ver cocodrilos.
De hecho, Chequito también está en un punto decisivo de su vida: pronto debe decidir si se compromete con las carreras. Antes de que naciera, su papá construyó una pista para karting en Guadalajara para jóvenes pilotos mexicanos. Todos los miércoles, cuando Sergio Pérez está en casa, van juntos a la pista. “Le gusta, pero de momento no practica mucho. Llegará un punto en el que tendrá que decidir. Ahorita quiere ser futbolista o luchador”.
Es una fase de la paternidad que le trae muchos recuerdos. Empezó su carrera a los seis años, gracias a su hermano mayor y a su papá. Para cuando era preadolescente, ya tenía una licencia especial para competir en las ligas de karting con pilotos de hasta 25 años. En 2001 era el líder de un campeonato, lo que le dio la oportunidad de probarse para un equipo más grande en Estados Unidos. Terminó con un patrocinio, un hito para cualquier joven piloto de carreras.
Fue ahí que Checo tuvo su primer roce con la parte política de las carreras de autos. “Era líder del campeonato y choqué con otro piloto”, recuerda. Ese piloto tenía conexiones con la Federación Mexicana de Karting. Penalizaron a Sergio, le prohibieron competir en México y terminar la temporada. “Fue lo mejor que me pudo haber pasado”, cuenta. La noticia de la debacle llegó a oídos de Carlos Slim. “Me llamaron para decirme: ‘Te queremos aunque no hayas ganado el campeonato. Eres el más talentoso y ambicioso’”, recuerda.
En 2003, se mudó a Estados Unidos para competir y en 2005 estaba listo para irse a Europa, el epicentro del automovilismo, a la tierna edad de 15 años. Las carreras son un deporte en el que se paga por competir en muchos niveles y sabía que el patrocinio de Slim sería su boleto. Terminó firmando con un pequeño equipo alemán y a sus 15, voló 9,656 kilómetros, de Guadalajara a Vilsbiburg, un pueblito cerca de Múnich.
Imaginar su vida en esta etapa implica entender el reto mayúsculo de convertirse en piloto de la Fórmula 1, sobre todo porque no se crió en Europa. Con su poco inglés y nulo alemán, sin su familia ni amigos, tuvo que concentrarse a un nivel improbable para la mayoría de los adolescentes. Vivía en un hotel cerca de la carretera, sin roomies, no iba a la escuela y tenía poco internet, pasaba su tiempo libre jugando videojuegos durante horas. Estaba tan aislado de una juventud normal, que el jefe de su equipo le ofreció dejarlo vivir en un restaurante del que era propietario, para que pudiera estar con más gente. “Quería estar acompañado y, más que nada, quería tener una vida normal”, recuerda. “Pero era imposible porque estaba solo, lejos de todo y de todos. Los viernes, en lugar de ir a fiestas, iba a la pista a entrenar”. A veces agendaba una cita con el dentista en México para tener el pretexto de ver a sus amigos.
El compromiso dio frutos: siguió ganando en las carreras secundarias de monoplazas europeas, como Formula BMW ADAC, British Formula 3 y GP2. Y en 2011, a sus 21 años, entró a la Fórmula 1, compitiendo para el equipo Sauber. Al año siguiente, llegó al podio por primera vez. La próxima década no fue tan lineal. Tuvo una temporada inestable con McLaren antes de firmar con Force India, un equipo que terminó en la ruina financiera cuando uno de los propietarios huyó de la India por acusaciones de fraude. El equipo cambió de nombre a Racing Point. En sus siete años con el equipo, tuvo flashazos de genialidad, pero también amargas rivalidades con compañeros de equipo y largas temporadas de inactividad. Incluso cuando su desempeño fue inconsistente, su rentabilidad le ayudó: atraía a muchos patrocinadores mexicanos y llevaba el financiamiento de Carlos Slim a todos sus equipos.Para la temporada de 2020, estaba a punto de perder su lugar en la Fórmula 1 por completo cuando se anunció que lo sustituiría el cuatro veces campeón del mundo Sebastian Vettel. Casi sin alternativas, logró una victoria inaugural, improbable e histórica, en el Sakhir Grand Prix de aquel año, peleó para tomar la delantera desde los últimos lugares y en el proceso, aseguró su futuro en el Gran Circo. Red Bull lo firmó poco después. De pronto, no solo permanecería en la F1, sino que había conseguido un codiciado lugar que le podía valer un campeonato. Este cambio mejoró su perfil, pero más importante, lo convirtió en figura y una celebridad de las más grandes en México y toda Latinoamérica. Cuando ganó Mónaco, la joya de la corona de la F1, en 2022, apareció en la portada de casi todos los periódicos nacionales.
Desde que firmó con el equipo, todos los días se ha enfrentado a la intensidad de la cultura de Red Bull. “Red Bull va a tope con todo. Superintenso. Es increíble, está increíblemente estructurado”. Las sesiones de fotos que en otros equipos hacen en varios días, en Red Bull son cuestión de horas. Los días en el simulador de carreras son largos y extenuantes. “Digamos que no pierden el tiempo”.
Sin embargo, las casi tres décadas de Checo Pérez en el automovilismo lo han preparado para este tipo de intensidad. Es un cliché porque es cierto: los periodos turbulentos lo han preparado mucho más que cualquier victoria. Incluso a sus 34 años, que para el deporte ya es una persona de la tercera edad, Pérez dice que sus mentores, Carlos Slim y el expiloto de carreras mexicano Jimmy Morales, le siguen hablando como si fuera adolescente. “Todavía me hablan como si tuviera 15: ‘¿Qué pasa? Tienes que centrarte’. Siempre me reaniman”.
“Lo más importante es no darse por vencido, no quedarse en una zona de confort. No importa si pasas por una buena o mala temporada, lo importante es navegar la ola. Es la única manera de tener una carrera exitosa en este deporte, no hay de otra”, asegura.
Esto lo lleva a su hijo pequeño, quien nació en una zona de comodidad, con su propia pista. Como padre, libra una batalla todos los días. “Lo que quiera hacer en la vida, debe esforzarse, porque la vida es difícil. Llegará un punto en el que se dé cuenta de que cuesta trabajo. Llegar requiere mucho esfuerzo. Siempre creo que cuanto más lo protejo, le hago más daño”.
Checo Pérez: El rey de las pistas de la F1
En el curso de su carrera en la F1, Checo ha recibido varios apodos halagadores. Cuando firmó con Sauber, a los 21, fue “el niño prodigio mexicano”. Más tarde, en 2021, cuando contuvo a Lewis Hamilton durante la carrera que definió la temporada en Abu Dabi, los fans lo apodaron con cariño Ministro de Defensa. También lo han descrito como una bestia, así lo llamó el ingeniero de Verstappen por radio el día de Abu Dabi. Y cuando empezó a acumular triunfos en los circuitos callejeros de Baku y Mónaco, lo apodaron el Rey de la Calle.
“Le gustan las bromas”, confiesa Arroyo antes del almuerzo en La Casona. “No sé si voy a regresar a Guadalajara o a Puerto Vallarta”. Una vez, secuestró al bulldog de Lewis Hamilton, Roscoe. Le gusta poner como locos a su equipo, les avisa que va a llegar tarde o que no puede cumplir con un compromiso. Ese es un lado que ni sus fans ni sus colegas en el paddock conocen. Tiene la reputación de ser hiperenfocado, meticuloso, discreto, por eso es un caso atípico en el deporte.
A medida que la Fórmula 1 ha crecido, sus pilotos se han vuelto superestrellas globales, y a muchos les gustan los reflectores. Algunos desfilan por el paddock en ropa de diseñador, otros han convertido su vida en contenido para sus canales de YouTube. Incluso los perros de algunos –como Roscoe– son ídolos de las redes sociales. Pero después de incorporarse a un equipo ganador de campeonatos, Checo se resistió al branding. Cuando Inglaterra jugó contra España en la final del Campeonato de Europa este verano, apostó con uno de los fotógrafos del equipo: si ganaba España, este no podría retratar al piloto todo un fin de semana. Ganó España. No soporta que le tomen fotos o ser el centro de atención. Bromea y dice que “no disfrutó” su propia boda, un evento extravagante con más de mil invitados.
“Es un poco ermitaño”, explica Arroyo. Es una cualidad que quizá le viene bien en un momento como este, que está entre la espada y la pared, y su temporada necesita un reset desesperadamente. Una semana después de vernos en Guadalajara, reinician las carreras en el Grand Prix neerlandés. Checo menciona que necesita lo que queda de 2024 para sentirse exitoso. “Para regresar al podio y ganar la Constructores, implica mucho trabajo en las próximas 10 carreras”.
Además del entrenamiento exhaustivo, tiene una herramienta emocional a la que recurre una y otra vez para inspirarse: “Tengo una foto de cuando estaba viviendo en Alemania, joven, solo en mi cuarto”, comparte. Le gusta verla antes de las carreras para sacudirse cualquier sentimiento que amenace con socavar su camino: la complacencia del éxito o la desesperación de la dificultad. “No puedo faltarle al respeto a ese niño. Cuando quiero acelerar al 80% en ciertas áreas me recuerdo: no olvides de dónde vienes y las dificultades que vivió aquel pequeño”.
FUENTE: CQ