Tuvieron ecos los dichos proferidos hace unos días por la ministra Olga Sánchez Cordero en Cancún, tanto en hombres como en mujeres, relacionados con el tema de la equidad de género, las cuotas políticas y los gobiernos con paridad. De entrada, siguen celebrando en el Palacio de Benito Juárez lo que sostuvo la abogada con un prestigio único en México: “Ustedes han dado una muestra de lo que se puede hacer y que en otros municipios y cabildos del país no sucede”. Esto, claro está, en referencia a la igualdad.
El gobierno de Paul Carrillo es el único de Quintana Roo con un Cabildo 50-50, y uno de los pocos en la república. Además -apuntó una ministra bien informada de la realidad local- es de los pocos en mantener la equidad en áreas administrativas, lo cual es inusual, porque dicho sea de paso, algunos gobernantes cumplen un tiempo, para luego entregar esos cargos a compadres, amigos o beneficiarios de un arreglo, no a servidores públicos más competentes. En este sentido, en Benito Juárez han dado muestra de “lealtad y legalidad”.
La ministra con 20 años en el máximo tribunal del país sabe lo que habla. Durante dos décadas ha defendido e impulsado la equidad, sobre todo en el ámbito electoral. Basta un ejemplo: en reciente controversia por la ley electoral de Tamaulipas, consideró que “la paridad en lo electoral constituye no solo una condición deseable, sino un principio universal y obligatorio desde los ámbitos constitucional y convencional para el acceso de las mujeres en condiciones de plena igualdad a los diferentes cargos de gobierno que se desarrollan en un ayuntamiento”.
Por eso festejó lo ocurrido en Cancún, primero en la Universidad del Caribe, y después en el edificio de la avenida Tulum. No pudo ser más clara ni firme al afirmar que las condiciones de igualdad no son una graciosa concesión hacia las mujeres, aun cuando persistan signos de machismo en nuestra sociedad.
Tuvo ecos –decía al inicio-, porque en estas fechas las mujeres se organizan, se muestran y acuerdan. En las últimas semanas las hemos visto en múltiples reuniones principalmente con aspirantes a gobernador, tras las cuales se van ganando los espacios, pues saben que la ley obliga a los partidos a darles la mitad de los cargos en disputa.
En esa charla magistral, la letrada explicó paso a paso la transición en el ramo legal para alcanzar la igualdad de hombres y mujeres en las oportunidades políticas, desde la condición de “personas” y no “una clase” como se les definía en constituciones anteriores, hasta conseguir el derecho al voto y lograr las actuales cuotas de 50-50.
El camino no ha sido fácil y ha encontrado en su momento salida fácil al cumplir los intereses trazados por los hombres. Por lo mismo, la batalla no está ganada. Si bien en la ley ha quedado estipulado el avance, es incorrecto dejar que siga imperando la simulación, puesto que falta convertir en auténtica participación lo bien planteado en letras.
Antes que ello debe haber un pacto de cordialidad, madurez y unidad en todos los partidos, no solo en el que gobierna. Porque se advierte claramente un “fuego amigo”, una “guerra sucia” entre ellas, para aprovechar lo antes posible dicha oportunidad histórica. ¿Están dispuestas a hacer ese pacto, todas, en pro de la democracia? Es una inquietud abordada bajo la mesa en estos encuentros.
La apuesta inicial es llegar con el mismo rango de oportunidad a dirigir los destinos de ciudades, estado y país, aunque deben tener claro que los puestos gubernamentales (o empresariales en la iniciativa privada) deberían quedar en manos de los más capaces, para impulsar la competitividad, para fortalecer el progreso, para perfeccionar el sistema democrático.
El Cancún de Paul dio el primer paso, que lo ha mantenido al ritmo exigido y a costa de infaltables críticas. Ha sido un ejemplo, reconocido por una mujer que sabe, el cual debiera ser replicado en épocas venideras. Sí, por el bien del estado y del país.