Días después de una nueva matanza en una universidad norteamericana a manos de un ‘loco’ coleccionista de armas de fuego, ha vuelto a ser cuestionado la actual legislación que permite su venta libre. Hemos podido leer en los últimos días tres noticias relacionadas con este peliagudo tema, que abren las esperanzas de que por fin Estados Unidos sea escenario de masacres indiscriminadas contra la población civil, y en especial contra estudiantes…
¿Son los consoladores más peligrosos que las armas? Un grupo de estudiantes de la Universidad de Texas, en Austin, llevan consoladores a clase en protesta a la reciente ley estatal que permite portar armas en el campus.
La candidata demócrata Hillary Clinton ha ido mucho más lejos que otros políticos al hablar del control de la posesión y uso de armas de fuego. Según Clinton, EE UU no puede dejar “que una minoría mantenga una posición que aterrorice a la mayoría”. La exsecretaria también se declaró “decepcionada” por el hecho de que el Congreso no haya aprobado una nueva ley que aumente los controles.
Como muchos otros padres, Julianne Moore quedó muy afectada por el tiroteo en una escuela primaria de Connecticut, en 2012, que se saldó con 27 víctimas. Esa noche, cuenta la actriz, estaba decorando el árbol de navidad con su hija y esta le preguntó. “Mamá, ¿han tiroteado a los niños?”. Y fue entonces cuando la intérprete se planteó que tenía que hacer algo para que el suceso no volviera a repetirse y decidió apoyar a la organización a favor del control de armas en la sociedad estadounidense Everytown for Gun Safety.
Los universitarios tejanos exhiben en público, coloridos consoladores en protesta a la promulgación de una reciente ley estatal que permite portar armas en el campus (Open Carry Bill). La campaña estudiantil que lleva el hashtag #CocksNotGlocks (penes no armas, en inglés), tiene como objetivo protestar y dar visibilidad a una polémica y evidente contradicción sobre la política de seguridad en universidades públicas del estado de Texas. Parece que en ese estado la ley permite portar armas en las universidades pero sus instituciones penalizan a sus estudiantes por exhibir juguetes sexuales.
Hillary impuso sus tablas ante las cámaras de la CNN en el primer debate demócrata. Donald Trump fue ignorado de manera insultante
Hillary Clinton impuso sus tablas ante las cámaras de CNN e hizo evidente la distancia entre ella y el resto de los candidatos demócratas en cuanto a experiencia en primera línea. En el primer debate de primarias del Partido Demócrata, el público estadounidense vio este martes a cinco personas con experiencia diversa hablar sobre economía, políticas sociales, política exterior y clase media, quizá por primera vez en esta campaña. La propia Clinton acabó el acto destacando la diferencia con los debates republicanos. Donald Trump fue ignorado de manera insultante.
Los cinco candidatos demócratas se reducen a tres. La exsecretaria de Estado, el senador Bernie Sanders y el exgobernador de Maryland Martin O’Malley. El único plano convincente de la CNN sobre la situación del Partido Demócrata era aquel en el que salían los tres. Clinton, en el medio, dominó el debate como domina unas encuestas en las que apenas baja del 40% y llega al 79% de apoyo entre los demócratas, aparte de ser la candidata más conocida de cualquier partido con la excepción del millonario televisivo Donald Trump. Nada de esto cambió en el enfrentamiento televisado.
La campaña de Clinton tiene pocos peligros externos, su peligro es más bien de implosión. La bomba interna es su actuación como secretaria de Estado durante el asalto al Consulado de EE UU en Bengasi (Libia) en el que murieron cuatro norteamericanos. El Partido Republicano, en una cruzada por hacerla responsable de las muertes, descubrió que Clinton utilizó su correo electrónico personal para trabajo oficial. Desde entonces, Clinton se ha disculpado, ha dicho que era un error y ha entregado 55.000 páginas de emails para que sean analizados y publicados.
“En un momento en que el Partido Republicano está secuestrado por la extrema derecha hay que mostrar unidad”
En el debate repitió de nuevo su defensa. Cuando llegó el turno de sus rivales para atacar el punto más débil de Clinton, el público vio entusiasmado un partido unido. O’Malley dijo: “No nos pueden definir los emails, tenemos que hablar de asuntos serios”. Sanders, en tono indignado dijo: “Los americanos están hartos de hablar de los emails. ¡Basta con los emails!” y tendió la mano a Clinton, ella le dio las gracias y el público se puso en pie. Fue el momento de la noche. “Fue el momento de la campaña, honesto, sincero”, decía en la sala de análisis Ted Devine, asesor de Sanders.
Vino a resumir la diferencia entre debatir de política y montar bronca. Solo el exsenador Lincoln Chafee, un personaje marginal en esta campaña que provocaba risas en la sala de prensa, trató de poner en duda la fiabilidad de la candidata. ¿Quiere contestarle?, le preguntaron a Clinton. “No”. Otra ovación. Los demócratas dejaron claro que no piensan participar en ninguna polémica que pueda debilitar a Clinton, aún a costa de que su campaña de primarias sea un paseo.
En la sala de análisis, el exalcalde de Los Ángeles Antonio Villaraigosa, implicado en la campaña de Clinton, comentaba que “los otros candidatos entienden que esta elección al final es entre demócratas y republicanos. En un momento en que el Partido Republicano está secuestrado por la extrema derecha hay que mostrar unidad”. Para Villaraigosa, hay un reconocimiento tácito de que ella va a ser la candidata.
Pero eso no significa que Clinton no tenga que responder por su pasado. Si hay una mancha difícil en el currículo progresista de la ex secretaria de Estado es sin duda haber votado a favor de la invasión de Irak en 2003. En el debate se la calificó como “la peor decisión en política exterior de la historia”. Hasta Chafee, que por entonces era senador republicano, votó en contra. Trató de utilizarlo contra Clinton al preguntarse qué clase de decisiones tomaría como presidenta en otras crisis si en un momento como aquel votó a favor de la invasión. La candidata lo despachó con una frase: “El presidente Obama validó mi criterio cuando me hizo secretaria de Estado y he pasado muchas horas con él en la habitación de crisis” de la Casa Blanca.
Los demócratas aparecieron como una piña en torno a la necesidad de dar una vía hacia la ciudadanía a 11 millones de indocumentados
El gran duelo de la noche era entre Hillary Clinton y Bernie Sanders, la candidata inevitable que debía unir al partido y el candidato sorpresa que la ha obligado a situarse en asuntos peligrosos desde el punto de vista presidencial como la educación gratuita o la necesidad de regulación de la banca. Sanders, sin embargo, tuvo que empezar por explicar qué significa la socialdemocracia en un país donde el término socialista es políticamente tóxico. Dijo que EE UU era el único país avanzado que no tiene sanidad universal y permisos de maternidad. Comparó su propuesta con los sistemas de los países nórdicos. El tema acabó con el presentador preguntando a cada uno si se consideraba un capitalista. Clinton matizó que la defensa de esos temas no era incompatible con la defensa de la libre empresa y el pequeño negocio que identificó con la libertad misma.
Sanders tuvo sus mejores momentos en sus ataques a la gran banca. “El Gobierno no regula Wall Street, Wall Street regula al Gobierno”, dijo en un momento dado en su denuncia de la influencia de los poderes corporativos sobre la política. También brilló cuando explicó que su campaña ha renunciado al dinero de los grandes donantes y solo admite 30 dólares por persona. Pero también en eso rehusó atacar a Clinton, que tiene detrás de ella un grupo de apoyo (super PAC, en la jerga electoral estadounidense) de recaudación ilimitada. Los asesores de Sanders explicaban en la sala de análisis que su campaña no es sobre él ni sobre Clinton, es sobre problemas concretos.
Buena parte del debate lo ocupó la política exterior. Los candidatos empezaron hablando de la reciente implicación de Rusia en la guerra civil siria y acabaron hablando del mar de China, hasta el punto de que en un momento dado Sanders se quedó sin palabras porque no sabía bien a qué tenía que responder. El candidato dijo que Rusia se arrepentirá de haber entrado en Siria “en cuanto empiecen a morir rusos”. Clinton dijo que la relación con Moscú se había estropeado con la vuelta de Putin a la presidencia y pidió zonas seguras para la gente que huya.
El debate acabó prácticamente siendo un mitin de Clinton. Los demócratas aparecieron como una piña en torno a asuntos capitales como la educación gratuita y los permisos de maternidad y de enfermedad y la necesidad de dar una vía hacia la ciudadanía a 11 millones de indocumentados. Mostraron diferentes enfoques sobre Irán, sobre las armas o sobre la legalización de la marihuana (Clinton dijo que no estaba preparada para apoyarlo totalmente), pero hasta en la disensión se limitaron a expresar su propuesta y renunciaron a atacarse. Sanders dejó claro que él está ahí para poner los temas sobre la mesa. O’Malley mostró el perfil nacional de líder demócrata joven que está buscando, y los otros dos consiguieron sus minutos en televisión. Nadie va a asaltar la candidatura de Clinton.
Julianne Moore estaba decorando el árbol de Navidad con mi hija y esta me preguntó: “Mamá, ¿han tiroteado a los niños?”
Como muchos otros padres, Julianne Moore quedó muy afectada por el tiroteo en una escuela primaria de Connecticut, en 2012, que se saldó con 27 víctimas. Esa noche, cuenta la actriz, estaba decorando el árbol de Navidad con su hija y esta le preguntó. “Mamá, ¿han tiroteado a los niños?”. Y fue entonces cuando la intérprete se planteó que tenía que hacer algo para que el suceso no volviera a repetirse y decidió apoyar a la organización a favor del control de armas en la sociedad estadounidense Everytown for Gun Safety.
“Es mi responsabilidad como madre”, ha dicho la la ganadora de un Oscar a la revista People. Moore explica que cogió su agenda de contactos y, por orden alfabético, fue llamando uno a uno a todos sus contactos para hablarles de la campaña. De momento ya se han unido a este movimiento 79 celebridades -la lista se puede comprobar en su página web- como Kim Kardashian, Ellen Degeneres, Reese Witherspoon, Sofia Coppola, Kevin Bacon o Alec Baldwin y que también cuenta con el apoyo de más de tres millones de personas anónimas.
Tras la masacre de Connecticut se produjeron 142 tiroteos más y solo en el 2015 ha habido 47 casos de violencia con armas en centros educativos
“La respuesta fue abrumadora. Estoy muy, muy emocionada”, asegura la protagonista de ‘Siempre Alice’ y continúa afirmando que cree que hay mucha gente que querría decir algo en público, pero no se atreve. “Los derechos que tenemos en la Constitución también conllevan una gran responsabilidad y creo que los padres fundadores estarían de acuerdo conmigo”, dice Moore, quien no está, sin embargo, en contra de la Segunda Enmienda -la que especifica el derecho de los ciudadanos estadounidenses a poseer armas-.
La estrella de Hollywood ha confesado que ya se ha puesto en contacto con el legislador estatal para que ejerza presión en la comunidad y “hable de ello desde un punto de vista porque sé que hay muchos propietarios de armas que están interesados en un uso responsable y seguro”, explica Moore, de 54 años.
Según datos de Everytown for Gun Safety, tras la masacre de Connecticut se produjeron 142 tiroteos más y tan solo en este 2015 ha habido 47 casos de violencia con armas en centros educativos de Estados Unidos. Moore compara los esfuerzos en seguridad que se han hecho para los automóviles con los que se deberían hacer para las armas. “Para conducir tienes que tener un carnet, un seguro, cinturones de seguridad y airbags, y gracias a eso se ha reducido la mortalidad. Al principio fue una industria sin regulación, pero es tan sencillo que creo que también podría hacerse con las armas”, dice la actriz.
El debate ‘armas sí, armas no’ divide a la sociedad estadounidense entre quienes están a favor de que los ciudadanos puedan comprar armas y quiénes no. Entre el partido Demócrata, es habitual el discurso que defienden estos 80 actores y las organizaciones como Everytown for Gun Safety. Es decir, no están a favor de abolir la Segunda Enmienda, pero sí de que se añadan “algunas leyes de sentido común de controlen el uso de armas y consigan acabar así con la violencia”. Sin embargo, los opositores de esta teoría reclaman que el verdadero trasfondo es poner fin a la venta libre de armas.
El presidente de Everytown for Gun Safety, John Feinblatt, ha dicho que, a pesar de que muchos ciudadanos del mundo están expuestos a las mismas enfermedades mentales o cuotas de violencia en películas y series, en Estados Unidos los casos de asesinatos con armas son 20 veces superiores a la de otros países desarrollados. “¿Por qué sucede esto?”, se pregunta Feinblatt a sí mismo al mismo tiempo que ofrece la respuesta: “Porque es mucho más sencillo para las personas peligrosas conseguir armas en Estados Unidos”.
“¡Es la desigualdad, estúpido!”. Bernard Sanders, el alcalde socialista de Ronald Reagan ha descubierto cuál es el problema de EE UU
Se busca candidato para sacudir Washington. Sin experiencia política previa. No es necesario que posea conocimientos sobre cuestiones complejas; valoraremos sobre todo la capacidad de aplicar soluciones simples para retos difíciles. Con el otoño y el encendido de los bosques en Estados Unidos, se abre la larga carrera a la Casa Blanca que culminará el martes 8 de noviembre de 2016.
También en EE UU el populismo y el radicalismo han florecido en las primarias presidenciales. Con más fuerza en el partido republicano, donde un multimillonario promotor inmobiliario, Donald Trump, encabeza los sondeos con ocurrencias como construir un muro a lo largo de la frontera con México y pasarle la factura a los mexicanos, o enviar al ejército a ocupar los pozos de petróleo de Oriente Medio. Y no es el único ‘outsider’ -quien vive en la periferia de las normas sociales- que ha respondido al anuncio: también lo han hecho un neurocirujano y una empresaria fracasada.
Pero es en el campo demócrata, a la espera de confirmar la inevitabilidad de Hillary Clinton, donde ha surgido un insurgente que merece atención. Se trata de un viejo rockero progresista, producto de los días de ‘Haz el amor no la guerra’: Bernard Sanders, exalcalde del Ayuntamiento de Burlington, una ciudad de 40.000 habitantes del Estado de Vermont.
Solo ante el peligro: el único alcalde socialista en la América de Ronald Reagan. Se declaraba pragmático, un socialdemócrata con discurso radical. Apoyaba la revolución sandinista. Solo veía alcanzable el socialismo en EE UU a escala municipal y anhelaba la creación de un tercer partido, una alternativa de izquierdas a los demócratas. Un progresista que se había equivocado de país.
Hoy, 27 años después, Sanders, 74 años y el mismo pelo alborotado de entonces, quiere ser presidente. Ha encendido al partido demócrata, congrega multitudes, desatando el entusiasmo de buena parte de las bases que votan en las primarias, siempre más a la izquierda que los votantes que acudirán a las urnas dentro de un año. Es una ley de oro de este introito electoral.
Ahora este insurgente, que tiene a su favor el entusiasmo de muchos estadounidenses ante la perspectiva de algo diferente de una elección monárquica entre una Clinton y un Bush, batallará contra el compadreo de la riqueza y el poder. Algo que Hillary, prisionera de los grandes donantes de Wall Street, no puede hacer. Sanders pretende nada menos que sacar el dinero de la política, financiar públicamente las elecciones, y poner un impuesto sobre las transacciones financieras.
Sanders no ganará la nominación demócrata, pero ha introducido en la campaña presidencial la insoportable desigualdad que sufre EE UU. Y el discurso de un cambio real, no gestionar lo existente. El sistema está trucado, clama Sanders. No amenaza al sistema, pero el socialista revolucionario, como él se define, ha descubierto cuál es el problema y lo proclama alto y claro: ¡Es la desigualdad, estúpido!
#CocksNotGlocks, penes no armas, ‘hashtag’ en la Universidad de Texas; en este estado norteamericano la ley permite portar armas en las aulas pero sus instituciones penalizan a sus estudiantes por exhibir juguetes sexuales; Hillary Clinton apoya el control de la venta de armas; “EE UU no puede dejar que una minoría mantenga una posición que aterrorice a la mayoría”; Julianne Moore, otros 79 famosos y tres millones de ciudadanos anónimos se unen contra la libre proliferación de armamento.
@SantiGurtubay
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