La sensación de falta de tiempo se volvió casi una percepción normal en estos días tan acelerados y vertiginosos que nos toca vivir. Las listas de tareas se alargan y los objetivos cumplidos suelen ser pocos. Cada vez queda menos tiempo para actividades esenciales, como almorzar, dormir las horas recomendadas, pasear o conversar cara a cara con un amigo. Todo esto no es inofensivo: genera frustración, insatisfacción y afecta claramente nuestra vida, aunque no nos detengamos a prestarle atención.
Un artículo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) menciona que Francesc Núñez, profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, aborda la falta de tiempo en la vida actual a partir del concepto de aceleración formulado por el sociólogo alemán Hartmut Rosa.
“La vida en las sociedades contemporáneas se ha acelerado”, sostuvo Núñez, “lo que significa que la cantidad de acciones por unidad de tiempo ha aumentado”. Si bien los desarrollos tecnológicos prometían darnos más ocio, en muchos casos provocaron el efecto inverso. Nos sentimos sobrecargados de tareas, superexigidos y con falta de tiempo libre para disfrutar de la vida.
La doctora María Roca, directora de INECO Organizaciones y subdirectora del Departamento de Neuropsicología de INECO explicó a Infobae que la sensación de no dar abasto frente a lo que el ambiente nos exige, tanto en tiempo como en recursos personales, genera altos niveles de estrés.

“El estrés es, en principio, un mecanismo neurobiológico que prepara al organismo ante situaciones de desafío. Sin embargo, cuando ese desafío es percibido como excesivo, aparece el distrés o estrés negativo. Este se manifiesta de diversas maneras», expresó la médica:
- En el plano físico: produce contracturas, problemas gastrointestinales y disminución de las defensas.
- En el plano cognitivo: causa dificultades de atención, problemas en la toma de decisiones y fallas de memoria.
- En el plano emocional: conduce al agotamiento y el cansancio.
- En el plano conductual: puede producir aislamiento.
La doctora Roca manifestó: “Cuando no organizamos bien nuestro tiempo, es común experimentar esa sensación de saturación. Algunos signos característicos incluyen vivir apurados, dificultad para concentrarse, cometer errores frecuentes, baja productividad y sensación de no terminar nunca las tareas. También puede aparecer la tendencia a postergar lo importante y vivir en modo reactivo, resolviendo urgencias constantes. Todos estos factores pueden indicar que estamos atravesando una situación de distrés”.
Y señaló que a las manifestaciones ya mencionadas se suman otras: “Irritabilidad, fatiga mental, ansiedad, frustración, trastornos del sueño y cansancio persistente. Es fundamental prestar atención a estas señales, ya que son una alerta de que el cerebro necesita una pausa, frenar y desarrollar estrategias para gestionar el tiempo y los recursos intelectuales con mayor eficiencia”, remarcó.

Por su parte, la doctora Lía Marcela Fernández, psiquiatra y psicoterapeuta de la Fundación Aiglé, docente y Magíster en Psicología Clínica Cognitiva explicó a Infobae que en los contextos actuales, sobre todo en las sociedades occidentales, la falta de tiempo es casi un mal universal.
“Hay sobrecarga de tareas y necesidad de cumplir con todo rápido, lo que genera la sensación de que vamos corriendo detrás de las cosas. En ese sentido, la experiencia de los niños y de los ancianos suele ser bien diferente”, afirmó.
Y advirtió que vivir con la sensación permanente de que el tiempo no alcanza puede ser muy nocivo. “Es necesario frenar para contrarrestar sus efectos, de lo contrario, aparecen fatiga mental, falta de descanso, dificultad para concentrarse, ansiedad, preocupación y un sistema nervioso activado que libera cortisol y adrenalina”.
Esto afecta áreas del cerebro que intervienen en la planificación, la toma de decisiones y el control de situaciones, advirtió la experta. “La dopamina se libera en exceso, lo cual puede interferir en las respuestas adecuadas. También se activa la amígdala, lo que genera ansiedad y miedo, afectando la toma de decisiones y la gestión del estrés”, describió.

La doctora señaló que ante estos síntomas físicos y psicológicos, ya no se trata solo de un contexto externo, sino de un impacto real en la salud. “Pueden verse afectadas funciones digestivas, aparecer sentimientos de inseguridad, insomnio, ansiedad, depresión e incluso conductas de abuso de sustancias. Algunos pacientes comentan que, frente a estas presiones, consumen sustancias para sostener el rendimiento que les exige su trabajo. Así terminan con dificultades para gestionar el tiempo y con una adicción”, destacó.
Y completó: “El burnout o estrés crónico laboral se ha agravado en muchos sectores. Las causas pueden ser diversas y dependen de la capacidad individual para enfrentar problemas. No manejar el tiempo puede provocar desgaste emocional, despersonalización e irritabilidad. Se instala la sensación de trabajar sin parar y de no alcanzar ningún nivel de realización, lo que afecta la autoestima y genera frustración”.
La doctora Fernández explicó también que sentir que el tiempo no alcanza está ligado a la ansiedad. “Esta percepción es frecuente y se relaciona con exigencias, tareas y rasgos personales. La cultura occidental potencia esa sensación crónica. Vivimos con intolerancia a la incertidumbre, buscamos respuestas inmediatas y rechazamos la frustración. Las redes sociales y la hiperconectividad han cambiado nuestra relación con el tiempo. Todo avanza a gran velocidad, lo que genera estrés”.

“Factores como las exigencias laborales, la falta de reconocimiento y los problemas económicos suman carga. No tomarse el tiempo para pensar y definir deseos personales agrava la situación. El estrés crónico afecta el sistema nervioso autónomo, que entra en un estado constante de alerta. El organismo, preparado para responder a amenazas puntuales, no está diseñado para sostener esa tensión en el tiempo”, señaló la doctora Fernández.
Es vital desarrollar habilidades de afrontamiento, decidir con qué situaciones lidiar y a cuáles decir que no, para reducir las tareas que generan malestar, agregó la experta. “Aunque no siempre se puede evitar todo lo que desencadena estrés, hay casos donde la sobrecarga no se puede modificar, como sucede con personas que trabajan, tienen hijos pequeños y atraviesan dificultades económicas. Ayudarlas a gestionar mejor su tiempo y encontrar momentos de placer puede ser clave”, dijo Fernández.
Y afirmó que el escenario más complejo aparece con lo que se conoce como indefensión aprendida: “Es cuando una persona acepta pasivamente una situación adversa y deja de intentar cambiarla. Muchas personas llegan a la consulta en este estado, tras vivir con sobrecarga, falta de gestión del tiempo y sensación permanente de que no alcanzan a hacer todo. Ese estado puede generar depresión”, señaló.

Y afirmó que en estos casos “es esencial parar, pensar y evaluar qué se puede hacer para aliviar el estrés. Las características personales también influyen. No todas las personas reaccionan igual ante la sobrecarga. Algunas, más tranquilas o sumisas, padecen con mayor intensidad el estrés crónico. La razón por la cual alguien no hace nada para cambiar una situación que lo abruma puede estar relacionada con factores emocionales, cognitivos, motivacionales y fisiológicos. No solo hay que romper el ciclo negativo, también es necesario desaprender patrones dolorosos. A veces, esto requiere ayuda profesional especializada”.
10 recomendaciones para gestionar mejor el tiempo
Frente a estas manifestaciones de estrés fisiológico, cognitivo y conductual, se pueden plantear estrategias de gestión que ayudan a recuperar el control del tiempo y el bienestar, señaló Fernández. Y añadió: “Muchas veces implica parar y hacer un cambio en el estilo de vida: cuidar la alimentación, realizar ejercicio físico, tener tiempos de ocio y momentos de relajación.
Recomendaciones de las doctoras Roca y Fernández para tener un mayor control del tiempo y recuperar el bienestar:

1. Refocalizar. “En esta era de sobrecarga de estímulos y demandas, es necesario refocalizar. La hiperconectividad constante afecta nuestra atención. Estar ocupados se asocia con el éxito, lo que nos impulsa a llenar cada minuto del día. Eso impide establecer prioridades. Terminamos diciendo que sí a todo y haciendo muchas cosas a la vez, lo que reduce la eficiencia y aumenta la fatiga”, dijo Fernández.
Y recomendó: “Hacer menos cosas pero con mayor eficiencia para que nos dé más tranquilidad. Es clave diferenciar lo urgente de lo importante. Vivimos atrapados en la idea de que todo es urgente, y postergamos lo importante: actividad física, relaciones personales y proyectos propios”.
2. Evitar caer en la trampa del multitasking y reconectarnos con lo que hacemos. “El exceso de tareas nos desconecta. Es fundamental reflexionar sobre la creencia de que solo valemos por lo que producimos y no considerar el ocio como una pérdida de tiempo”, indicó Fernández.
Por su parte, Roca indicó: “Aunque parezca eficiente, el cerebro no está preparado para realizar varias tareas simultáneamente. Esta práctica aumenta los errores, reduce la productividad y genera mayor agotamiento y estrés. En cambio, conviene enfocarse en una tarea a la vez”.

3. Aprender a delegar: identificar tareas que pueden ser delegadas a otras personas y hacerlo de manera efectiva puede liberar tiempo significativo que puede ser dedicado a actividades de mayor valor o al esparcimiento personal.
4. Practicar mindfulness para reconectar con el presente. “La mejor estrategia es entender que organizar el tiempo es un acto de salud mental. Esto implica diseñar cómo vamos a usarlo, aceptar que no podemos hacer todo, y priorizar tareas. Hay herramientas como alarmas o recordatorios para descansar o hacer ejercicio. Una técnica conocida es el método STOP: parar, tomarse un respiro, observarse y proceder”, describió la doctora Fernández.
5. Planificar de manera clara los objetivos a alcanzar en el día, la semana o el mes. “Es útil desglosar cada meta en pasos concretos, calcular de forma realista el tiempo que tomará cada uno y monitorear el desempeño para recalcular cuando sea necesario. También es fundamental prever márgenes para imprevistos, ya que una planificación demasiado ajustada puede caer fácilmente ante cualquier contratiempo”, señaló Roca.
La experta dijo que una técnica muy conocida es la Pomodoro, que propone alternar períodos de trabajo concentrado con pausas breves. Este método se basa en la idea de dividir el tiempo de trabajo en bloques de 25 minutos, llamados “Pomodoros”, seguidos de breves descansos de 5 minutos. Después de completar cuatro “Pomodoros”, se toma un descanso más largo de 15-30 minutos.

6. Controlar los distractores. “Identificar qué roba nuestra atención —como el uso prolongado de redes sociales— permite administrar mejor el tiempo. También deben considerarse los distractores internos, como pensamientos persistentes que nos desvían del foco”, explicó Roca.
7. Aprender a diferenciar entre lo urgente y lo importante. ”Priorizar tareas permite asignar tiempo y energía de forma adecuada. Lo urgente e importante debe resolverse de inmediato; lo importante pero no urgente puede planificarse; y lo que no es ni urgente ni importante debe descartarse. Muchas actividades de bajo valor consumen gran parte del tiempo, como revisar compulsivamente redes sociales”, puntualizó Roca.
8. Monitorear el uso de las redes sociales. “Si bien las tecnologías pueden ser una fuente de distracción, también ofrecen herramientas útiles para la gestión del tiempo. Existen aplicaciones que permiten monitorear el uso de redes, pausar bandejas de entrada y bloquear distracciones. Utilizar la tecnología a nuestro favor es clave para mantener el foco”.
9. Planificar el tiempo de inactividad: Incorporar actividades de ocio y relajación en la agenda como si fueran compromisos importantes asegura que se dedique tiempo al descanso y a desconectarse.

10. Aprender a decir “no”: Ser capaz de rechazar compromisos o tareas adicionales que no se alinean con las prioridades personales o profesionales es fundamental para no sobrecargarse de responsabilidades.
11. Conocerse a uno mismo. “Algunas personas rinden mejor a la mañana, otras por la tarde. Reconocer cuándo cometemos errores y hacer pausas cuando se pierde la productividad permite ubicar las tareas más demandantes en los momentos de mayor rendimiento. Conocernos es parte esencial para manejar el tiempo de forma saludable”, concluyó Roca.
12. Comunicarse cara a cara. Francesc Núñez, basado en el libro “En defensa de la conversación”, de la psicóloga Sherry Turkle, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), destacó la importancia de recuperar la conversación cara a cara frente a los efectos negativos de la comunicación electrónica: pérdida de empatía, dificultades para escuchar, diálogos superficiales, distracción constante, falta de concentración y una menor capacidad de introspección y creatividad. También recomendó recuperar el bienestar en la era digital creando espacios libres de tecnología.