Pocos, muy pocos personajes legendarios del cine generan intensas especulaciones o acalorados debates cuando se acerca el momento de elegir y anunciar a ese nuevo actor o rostro que lo encarnará en la pantalla. Los principales, pensaría yo, siempre han sido: James Bond, Batman y Superman.
Por eso, a pocos días del estreno de lo que se espera sea una nueva generación de entregas sobre el también denominado Hombre de Acero, las expectativas frente a la película “Superman”, dirigida por James Gunn y protagonizada por David Corenswet, son muy altas.
Con un presupuesto que nadie ha querido compartir de forma oficial, pero que internet y sus cibernautas especulan que estaría entre los 200 y 300 millones de dólares, los cálculos de la industria en casos de grandes producciones como esta, indican que “Superman” debería reunir el doble de lo invertido para salir airosa, comercialmente hablando, cubriendo los costos de su producción y de su posterior campaña de mercadeo.
Sin embargo, Gunn desvirtúa esos cálculos. “Escuchan de estas cifras que indicarían que la película sólo será un éxito si logra hacer 700 millones (de dólares en la taquilla) o algo así, pero son un total disparate. No necesita ser la situación descomunal que la gente está comentando”, aseguró Gunn en un artículo de la revista GQ, cuyo titular es “¿Puede David Corenswet salvar a Superman?”.
Lo que nos lleva a mi siguiente tema, las expectativas, también enormes, frente al actor que a partir de ahora encarnará en el cine a uno de los superhéroes más cercanos al corazón del público.
Cuando hace dos años se anunció que Corenswet había sido el elegido para lucir el traje azul y la capa roja, admito que su nombre no me sonaba. Desde hace unos diez años, este actor que nació y hoy ha vuelto a vivir en el estado de Pensilvania, viene trabajando en el teatro, el cine y la televisión. Aunque participó en episodios de series policíacas e incluso en uno de “House of Cards”, su aparición en series del productor Ryan Murphy (“The Politician” y “Hollywood”) representaron sus proyectos más estables.
Del mismo modo en que Henry Cavill (Superman, desde 2013) proyectaba gran presencia en la pantalla y también en persona, igual impresión me causó Corenswet, cuando hace apenas un par de días pude ver la película y días después conversar con él sobre su estreno.
Su voz, su figura, su rostro y su amabilidad coinciden con esa imagen del superhéroe y su alter ego, Clark Kent, que quizá la mayoría ha creado en su respectivo imaginario.
Pero la característica que Corenswet y Gunn parecen haber añadido al mítico personaje es la de un tipo bonachón y cómico que, me corregirán los expertos en el tema, quizá no es tan fiel a la de los cómics.
Sin embargo, creo que es en los momentos en que Superman parece conectar con la afabilidad y hasta la torpeza de su Clark Kent, cuando el personaje gana puntos en simpatía y popularidad. Se convierte en lo que los estadounidenses llaman el ‘good old boy’, un buen muchacho.
Al cumplirse el embargo impuesto por sus productores, hoy sí podemos hablar de esas primeras impresiones luego de haber visto la película. Quien esperaba algo más parecido en tono al Batman de Christopher Nolan o al Superman de Zack Snyder, malas noticias. El Superman de Gunn es completamente lo opuesto. Basta con ver la impronta del cineasta en sus “Guardianes de la Galaxia”.
El Superman de la cosecha 2025 está comprometido con hacer el bien y aunque le sobran desafíos para cumplir esa tarea, en lugar de la introspección y el aislamiento, expone su vulnerabilidad ante el público que lo cree invencible. Este Superman no siempre está en control, a veces pierde los estribos y alza la voz.
No digo que Gunn humaniza completamente a Superman —el personaje sigue siendo de otro planeta—, pero sí explora su lado más lúdico. Si esta nueva serie de películas sobre Superman pone punto final a esos superhéroes atormentados y oscuros de principios de este nuevo siglo, ¡bienvenido sea este cambio de aire! Ya surgirán nuevos retos y crisis planetarias para ponernos serios e introspectivos.
