Agentes federales de Estados Unidos están registrando la residencia del asesor de Donald Trump , John Bolton, en el marco de una investigación de seguridad nacional adelantada este viernes por el The New York Post.
Bolton, quien fue embajador de EEUU ante la ONU y asesor de seguridad nacional durante el primer mandato de Trump, se distanció luego del expresidente republicano, a quien calificó de “no apto” para ejercer el cargo. Desde entonces, es uno de sus más feroces críticos.
El FBI, bajo la dirección de Kash Patel, ha llevado a cabo este viernes una redada en la residencia de Bolton en Beteshda, Maryland.
La operación, desarrollada a primera hora de la mañana, forma parte de una investigación de alto perfil vinculada al manejo de documentos clasificados.
Patel, designado por Trump como director del FBI, ordenó personalmente el registro y publicó poco después un mensaje en la red social X: “Nadie está por encima de la ley… agentes del FBI en misión”, en un tono que ha sido interpretado como una advertencia política.
NO ONE is above the law… @FBI agents on mission
— FBI Director Kash Patel (@FBIDirectorKash) August 22, 2025
Documentos y un libro
De acuerdo con fuentes citadas por el diario, la investigación tiene raíces en un proceso abierto hace años y cerrado durante la administración de Joe Biden “por razones políticas”.
El epicentro del caso se sitúa en la publicación del libro de memorias de Bolton, The Room Where It Happened (2020), en el que habría incluido información clasificada.
Trump intentó bloquear sin éxito su lanzamiento alegando que el exfuncionario violaba un acuerdo de confidencialidad.
El Departamento de Justicia de aquel entonces inició una pesquisa en septiembre de 2020, aunque no prosperó.
La redada del viernes supone la reactivación de ese frente legal con un renovado impulso bajo la actual administración republicana.
Viejas rencillas
Bolton, un halcón de la política exterior, ha sido uno de los críticos más severos del expresidente desde su salida de la Casa Blanca.
Habitual en tertulias televisivas, ha cuestionado con dureza la estrategia internacional de Trump, especialmente en relación con Rusia y Corea del Norte.
La enemistad personal se ha convertido en un símbolo del cisma dentro del Partido Republicano entre los leales al presidente y sus antiguos colaboradores.
El propio Bolton perdió en enero de este año la escolta del Servicio Secreto, después de que Trump ordenara retirar su acreditación de seguridad.
La decisión se interpretó como una represalia política que dejaba al exasesor expuesto en un clima de creciente polarización.
Purga en el FBI
El asalto a la vivienda de Bolton llega un día después de que Patel revelara que el exdirector del FBI James Comey había autorizado filtraciones de información clasificada en vísperas de las elecciones de 2016.
El actual director se ha comprometido a “erradicar la corrupción gubernamental y exponer los encubrimientos”, en línea con la narrativa de Trump sobre el “Estado profundo”.
El registro domiciliario refuerza así la estrategia de la Administración de convertir a viejos enemigos internos en ejemplos de su cruzada contra las filtraciones y la deslealtad.
La decisión, sin embargo, amenaza con profundizar la percepción de un uso partidista de las instituciones federales.
Un caso trascendente
Más allá de la cuestión de los documentos clasificados, la redada plantea un pulso político de mayor calado.
Trump y Patel buscan proyectar una imagen de firmeza frente a los críticos internos, pero corren el riesgo de dar munición a quienes denuncian una deriva autoritaria.
Bolton, que se había mantenido en un segundo plano en los últimos meses, vuelve ahora al centro de la tormenta.
Su enfrentamiento con Trump adquiere una nueva dimensión judicial en un país donde la frontera entre justicia y política parece cada vez más difusa.