#Columna CORRE LA VOZ
Por: Jorge Castro Noriega
La responsabilidad de Carlos Joaquín en la tragedia- Se convirtió el mortal suceso en una guerra mediática
- Se voló la barda Canché al pretender “colosiolizarlo”
- Dan de nuevo oxígeno a Paul… pero es caso perdido
NO HAY COSA más desagradable que en aras de echarle una palada de tierra encima al adversario, se capitalicen los errores y las desgracias humanas como una oportunidad para lograr ese objetivo.
El lamentable accidente ocurrido el sábado en Carrillo Puerto, en donde perdieron la vida cinco adultos y dos niños al chocar un auto y una camioneta de la comitiva del subsecretario federal de Turismo, Carlos Joaquín González (quien había ido a una fiesta de cumpleaños de un ex alcalde de la región), no fue la excepción para los “operadores” políticos y mediáticos de sus contrincantes, quienes no desaprovecharon la tragedia para tundirlo.
El hecho de que los ocupantes de la camioneta del convoy joaquinista hayan abandonado –heridos, en busca de ayuda– la escena del accidente dejando tras de sí una estela de muerte y dolor, aunado a que el funcionario no se pronunció sino hasta horas después, condoliéndose sólo con sus colaboradores y las familias de éstos, fue hábilmente aprovechado por los estrategas del bando contrario que lo presentaron en las redes sociales como una persona fría e insensible.
Las reacciones no se hicieron esperar y durante el fin de semana Carlos Joaquín recibió en el internet innumerables recriminaciones de ciudadanos quintanarroenses indignados por la supuesta actitud de desinterés que exhibió en el triste suceso. Porque si bien es cierto que él no iba manejando la camioneta causante de las siete muertes, también es cierto que siendo colaboradores suyos los protagonistas debió haber él asumido una actitud corresponsable y portarse más humano y solidario.
Casi cuatro horas después del percance, a las 11 de la noche del sábado, a través de su cuenta @CarlosJoaquin en Twitter el funcionario federal emitió cuatro cortos mensajes aceptando los hechos pero solidarizándose únicamente con su prima, su escolta y su chofer heridos, que viajaban en la camioneta. Ni una palabra mencionó de la familia desintegrada de un golpe por la muerte, sino una hora más tarde, cuando al parecer alguien le observó su falta de tacto político, fue que agregó otro “tuitazo” apresurado (la diferencia de horarios lo demuestran) y emitió por Facebook un lacónico comunicado, aquí sí ya haciendo referencia a las víctimas mortales, ofreciendo “estar pendiente de lo que las autoridades necesiten”.
A pesar de su expertise político, le costó trabajo a Carlos Joaquín en esos momentos de tan necesaria solidaridad humana despojarse un rato de la rivalidad que mantiene con el gobernador Roberto Borge para atender la urgencia, a quien nunca llamó, ni en su papel de alto miembro del gabinete presidencial realizando actividades no oficiales en Quintana Roo(asistir a una fiesta privada no lo es) para informarle desde ese nivel lo que había acontecido en su estado durante su incursión, ni tampoco como el aspirante a la sucesión que es, por muy incómodo que se sienta o le digan que es.
Mesurado a como suele ser, a Carlos Joaquín ésta vez se le pasó la mano en lo discreto. Más allá de su investidura federal, ni siquiera como ciudadano reportó a las autoridades del estado la situación en la que colaboradores suyos se habían visto involucrados, no ofreció arreglar ni ayudar en nada y mucho menos asumir el grado de responsabilidad –políticamente la tiene– en este caso en el que ha habido, de su parte, un silencio casi tan sepulcral como el del panteón de la humilde comunidad maya de Chunhuás, donde ayer fueron enterradas las víctimas inocentes de esta tragicomedia político-mediática que, muy a su pesar, ha salpicado ya de sangre su campaña.
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SERÍA UNA MENTIRA decir que el subsecretario de la Sectur en México sólo recibió rechiflas y abucheos cibernéticos el fin de semana, pues hay que reconocer que tiene su porra en las redes sociales y, aupada por su gente de prensa, también hubo gente que se solidarizó con él y reviraron los comentarios críticos a quienes suponen son sus adversarios políticos en la lucha por la sucesión. Porque Carlos Joaquín, hay que decirlo, no es lo que se llama una perita en dulce ni tampoco se cuece al primer hervor.
Sin embargo, no le vendría mal reflexionar que si quiere ser gobernador del estado y en ésta radica quizá su última oportunidad, debe actuar más con la cabeza que con el hígado, desanidar rencores, practicar más el arte de la diplomacia y aprender a sortear más políticamente las complicaciones que, directa o indirectamente, se le irán atravesando en el camino. Siete muertos en la conciencia de los quintanarroenses no son poca cosa y por supuesto que pueden pesarle en el trayecto.
Aquí no es tan importante el absurdo debate de que si se quiso dañar su prestigio o su imagen aprovechando el lamentable percance, como lo es el hecho de que la gente deQuintana Roo, a la que tanto anhela gobernar, tiene que saber, estar segura, de que este candidato puede dar la cara tanto en las buenas, como en las malas.
Que demuestre, pues, que así como asiste gustoso a un jolgorio, también lo puede hacer, respetuoso, a un velorio.
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HAY ALGO QUE no desperdicia el periodista maya Pedro Canché: cualquier oportunidad que tenga o le caiga al vuelo para arremeter en contra del gobernador, a quien un día sí, y el otro también, le publica tanto información que le llegue a las manos, como la primera idea que le venga a la mente.
Tiene Canché lectores y seguidores, es cierto, pero en esa batida crítica que sostiene en contra del mandatario estatal y que la justifica en su llana lógica de que lo tiene que hacer porque éste lo metió nueves meses a la cárcel, ha desvirtuado un tanto en la agresión, en el insulto, que desde el anonimato del internet festinan junto con él los fans de estos embates y motivado pierde la objetividad incurriendo en publicar asuntos fuera de toda proporción.
El caso más reciente fue ayer, cuando en su página web publicó una nota que bajo el título: “Nos equivocamos de camioneta, le dicen a Carlos Joaquín”, revela un presunto atentado fallido en la carretera contra el aspirante a gobernador, a quien personifica como “el Colosiode Quintana Roo”, a propósito del accidente donde murieron siete personas.
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SABEMOS QUE CON tal de llegar al poder, o impedir que alguien –como Colosio— llegue, los políticos mexicanos y toda la estructura que los rodea son capaces de cualquier cosa, pero en este caso particular creemos que Canché exageró un poco la nota.
Porque si alguien quisiera sacar del paso al ex alcalde solidarense embistiendo la poderosa camioneta en la que suele viajar, no lo haría precisamente a bordo de un modesto y frágilTsuru (rechazado en Europa y EU por reprobar todas las pruebas de seguridad), de modelo atrasado y sobrecargado de pasajeros, sino que para asegurar su funesto cometido habría utilizado, si no uno más grande, por lo menos un vehículo del mismo peso y tamaño del objetivo a destruir.
Por ahí, creemos, no va la cosa.
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EXCLUIDO POR REBELDE e insubordinado de reuniones políticas y de seguridad de primer nivel encabezadas los últimos meses por el gobernador, secretarios del gabinete y otros presidentes municipales con altísimos funcionarios federales, al alcalde benitojuarense Paul Carrillo le volvieron a regalar oxígeno la semana pasada cuando le dieron chance de participar en el arranque de la campaña estatal de nebulización ocupando –apenitas a su medida– el minúsculo papel de ser él quien agitara orondo el banderín de salida de las cuadrillas sanitarias.
Arrastrando todavía la vergüenza de que por su eterna apatía para ejercer bien su trabajo y dejar que la delincuencia y la inseguridad lo rebasaran, convirtiendo a Cancún en apenas un mes en un festín para delincuentes que lo mismo violaban y mataban mujeres, que asaltaban y acribillaban ciudadanos a plena luz del día, Paul fue convocado también hace unos días a la puesta en marcha del Operativo Península de la Gendarmería federal, que tuvo que venirle a hacerle la chamba al ineficiente presidente municipal, brindando un respiro a la preocupada ciudadanía.
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COMO SIEMPRE LE pasa en todos los eventos de mayor nivel a los cortes de listones y banderazos de obras donde le permiten lucirse como supuesta “primera autoridad” local, en el evento del Operativo Península los discursos principales corrieron a cargo del gobernador Roberto Borge y del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, quienes en su propia cara le recalcaron a Paul la importancia de trabajar coordinados con laGendarmería en Cancún, para garantizar la seguridad de los turistas y reducir los índices delictivos, cosa que él no había logrado y por eso se prendieron los focos de alerta en el Gobierno federal, donde de ningún modo iban a permitir que un alcalde flojo y apático pusiera en riesgo la gallina turística de los huevos de oro.
Ya de relleno, cuando todo estaba dicho y sólo por tratarse del alcalde anfitrión, le prestaron un rato el micrófono y ahí Paul agradeció en su acartonado y duro léxico (con el que, según él, se ve más firme) el apoyo de esta fuerza federal que “nos permitirá –dijo– tener una herramienta más en el combate a la delincuencia”.
Y será la Gendarmería algo más que una herramienta adicional para solucionarle a Paul la gran cantidad de problemas de inseguridad que se ha echado encima, pues fuera del apoyo de la Policía Estatal que igual le mandaron, la Policía Municipal bajo su mando está convertida en un deshuesadero de patrullas y agentes mal pagados y equipados.





















