Por: Jorge Castro Noriega
Cuando a mediados del año pasado el presidente del PRI nacional, Manlio Fabio Beltrones, abrió la apuesta a las candidaturas de unidad para enfrentar las doce elecciones estatales que venían en el 2016, los gobernadores de estas entidades, junto con los dirigentes del partido, los líderes sectoriales y los aspirantes anotados, celebraron por todo lo alto pues tradicionalmente se sabía al interior del tricolor que un candidato “único” o “de unidad” representaba tácitamente que el elegido sería sin duda el que más afecto le tuviera el gobernador.
La fórmula para la sucesión en los estados gobernados por el PRI era hasta entonces sencilla: Se presentaba a un grupo de aspirantes (generalmente terna) para vestir de democracia al partido, dentro del cual ya iba estratégicamente colocado el “delfín”. Los otros contendientes eran por lo regular leales y disciplinados colaboradores o amigos del mandatario, que nada más se inscribían para hacer bulto, no hacían grandes precampañas, operaban discretamente por el favorito y terminaban invariablemente “declinando” y levantándoles la mano al final.
Si bien la idea primordial de Manlio era la de respetar los procesos internos de los partidos y darles “mano” a los gobernadores en la operación de su sucesión, detrás de su propuesta de impulsar candidatos de unidad llevaba también implícita la intención de contener las sexenales desbandadas de aspirantes resentidos y sus seguidores, que al no obtener la nominación se convertían en los enemigos a vencer al irse a competir desde la oposición.
El caso de Mario López Valdéz, “Malova”, en Sinaloa, que le ganó al PRI en el 2011 luego de haber sido rechazado como candidato y participar por la alianza PAN-PRD-Convergencia, ha sido uno de los casos que más ruido –y vergüenza– le generó a nivel nacional al partido de Beltrones, quien optó por dejar que en los estados se pusieran de acuerdo entre ellos, para luego sentarlos a todos en sus oficinas de la Ciudad de México a firmar un pacto o acuerdo de unidad, con el que los ha venido “amarrando” de diciembre a la fecha para evitar que quienes no ganen se vayan después a buscar otras trincheras.
Varios estados ya acordaron de esta salomónica manera con Manlio sus candidatos únicos y en la mayoría, hay que reconocerlo, el jerarca priísta ha palomeado los que estaban en el ánimo de los gobernadores. Ahí están los casos de Durango y Tlaxcala, donde los “delfines” terminaron siendo candidatos, y más recientemente el de ayer, cuando el alto mando delCEN del PRI otorgó su voto de confianza al senador Alejandro Tello, el favorito de Miguel Alonso Reyes, mandamás político de Zacatecas.
Pero también, no hay que soslayarlo, Manlio también tiene la facultad de garantizar el triunfo en las entidades por encima de todo y por ello se ha reservado el ejercicio de una especie de derecho de veto en los casos en que, él suponga, los “delfines” no pinten bien en el camino hacia las urnas. Y este derecho lo ejerció, ayer mismo también, con Veracruz, donde el favorito del gobernador Javier Duarte, Alberto Silva, fue desplazado con un golpe de timón y en su lugar, con el apoyo unánime de todos los sectores jarochos, fue nombrado candidato de unidad Héctor Yunes, quien cabe decir no sólo era el aspirante más alejado de Duarte, sino también el más confrontado con él.
El mismo escenario parece pintarle a Oaxaca, donde no obstante que el senador Eviel Pérez Magaña es el mejor posicionado en las encuestas y al parecer es por quien se inclina el Ejecutivo estatal, Gabino Cué, ahí Beltrones tampoco parece estar muy convencido con esta propuesta y han trascendido versiones de que, tomando el hilo conductor del proceso, ya pidió que para el cónclave con el priísmo oaxaqueño, a celebrarse en el DF hoy o mañana a más tardar, sólo le pongan sobre el escritorio dos nombres: El de Alejandro Murat Hinojosa, hijo del ex gobernador José Murat y quien fuera coordinador de Vivienda en el equipo de transición del presidente Peña Nieto, y el del poderoso y muy querido empresario local Gerardo Gutiérrez Candiani, de quien se sabe es muy amigo también del huésped deLos Pinos.
El mensaje del líder nacional del PRI es claro y aunque los mandatarios de los estados que faltan en ser llamados a firmar el pacto unificador siguen llevando “mano” todavía en la sucesión, deben apostarle en que para ganar, tienen que aportar candidatos ganadores; que convenzan; que la gente quiera; que tengan experiencia; que garanticen buenos resultados; que se ganen a pulso la candidatura. Difundir encuestas triunfalistas manipuladas, propagar información falsa, atacar por debajo de la mesa a los de casa, dilapidar dinero público en regalos y despensas, o victimizarse permanentemente frente al sistema, está visto, no es garantía de triunfo –ni de derrota– para nadie.
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