CORRE LA VOZ
Por: Jorge Castro Noriega
Desde el 20 de agosto del 2015 en que tomó las riendas del PRI nacional, el sonorense Manlio Fabio Beltrones se hizo el compromiso, ante la militancia de los estados gobernados por su partido, así como con su jefe político el presidente Enrique Peña Nieto, de sacar adelante, sin sobresaltos, fracturas ni divisiones, los procesos internos en las doce entidades que irían a las urnas diez meses después, el 5 de junio de 2016.
Considerado uno de los políticos más astutos y experimentados del país, Beltrones tejió desde entonces una red de alianzas y acercamientos convenientes tanto con los gobernadores de los estados en juego como con los aspirantes a sucederlos, pero también con los mandos medios de las representaciones locales y con los líderes sociales, para tener más allá de la información oficial y de las encuestas amañadas, datos de primera mano que le fueron permitiendo atar sus propios cabos.
De esta manera, el jerarca del priísmo nacional fue haciendo una exacta radiografía propia de quiénes eran realmente los aspirantes a las gubernaturas, quiénes estaban detrás de ellos y qué intenciones llevaban aparte, claro, de la de gobernar y servir con auténtica vocación a una población entera. Así, fue viendo que el reclamo más común en algunas entidades eran los señalamientos de malos gobiernos de los que la ciudadanía, comprendió, ya no quería continuidad.
Veracruz fue el estado que prendió los “focos rojos” en el CEN del PRI, producto de la escandalosa forma que tuvo Javier Duarte de gobernar, donde los constantes señalamientos de corrupción, asesinatos de periodistas críticos, secuestros y muertes de estudiantes, y el desmedido crecimiento del crimen organizado, sepultaron la intentona de éste de perpetuarse a través de su “delfín” Alberto Silva, quien fue desplazado sin mayores miramientos por Beltrones para poner como candidato al que era precisamente el más alejado y enemistado aspirante del gobernador: Héctor Yunes.
Y es que, al parecer entendió Beltrones, para sobrevivir políticamente a futuro ante el avance de la oposición y la fuga de militantes inconformes, el PRI debía no sólo garantizar procesos internos limpios y mostrarse públicamente como buenos camaradas, sino también que los candidatos emanados de éstos fueran igualmente gobernantes honestos a como ha sido la exigencia popular en todo el país. Y no nada más en los estados priístas.
En la víspera de la elección del candidato tricolor en Quintana Roo, donde siete aspirantes llevan meses enfrascados en un reñido proceso que culminó el sábado pasado en las oficinas de Manlio en el CEN, donde les dio la última repasada para sacar de entre ellos –a partir de hoy– la mejor propuesta, el líder nacional priísta mandó ayer desde Tabasco un mensaje que confirma cuál va a ser el derrotero del tricolor de ahora en adelante, pues parece que ya no es tan importante para él ganar una elección y celebrarlo jubilosamente, como cumplirle con honestidad y eficiencia a esos millones de mexicanos que una y otra vez confían en ellos, para terminar, una y otra vez, decepcionados.
Al asistir a un mítin político en Villahermosa, el sonorense no sólo emplazó a Javier Duarte a preparar las cuentas “concretas y verdaderas” que habrá de rendir ante los reclamos de corrupción que enfrenta, sino que respaldó también la propuesta del candidato Héctor Yunes de “cero impunidad” al gobierno de su antecesor, de llegar él al mando. La cabeza del aún mandatario veracruzano es un preciado trofeo que Manlio pudiera capitalizar muy bien a favor de la credibilidad y el prestigio perdidos, y según se rumoraba ayer en los pasillos del Palacio de Gobierno enXalapa, la renuncia de Duarte era inminente.
Acusado por la Auditoría Superior de la Federación por un descomunal desvío de recursos de programas federales por más de 35 mil millones de pesos, Duarte enfrenta hoy no sólo las denuncias penales en su contra y la exigencia social a la PGR para que proceda a investigarlo, sino que también empieza a probar la soledad, el descobijamiento político de su partido, que no parece muy conforme con sus resultados y tampoco parece dispuesto a dejarlo ir sin castigo. Su salida por la puerta trasera del Palacio de Gobierno de Xalapa, se presume pueda darse en cuestión de horas… y no habrá nadie ya que lo defienda.
“Al PRI nos ocupa mucho cualquier señalamiento que se pueda hacer de bueno o mal gobierno y actuamos en consecuencia. En lo bueno, insistimos, y en lo malo, lo sancionamos”, advirtió Beltrones, quien cuestionado sobre el castigo ejemplar que días atrás pidiera su candidato oficial en contra de los responsables del atraco a las arcas de la Federación, señaló sin tapujos: “Nosotros vamos a respaldar a Héctor Yunes, quien ha hecho un compromiso que es el de cero impunidad con el pasado, con el presente y con cualquiera que delinque en el futuro. Si hay algo que sancionar, estoy seguro que no le temblará la mano”.
Hoy 24 de febrero es la fecha fatal para que el PRI estatal emita la convocatoria para sacar a su candidato a gobernador, que puede ser hoy o mismo o alargar la agonía de los aspirantes hasta el 4 de marzo, según las reglas. Siete se disputan la bandera ya sin disimulo, seguros de ser cada uno mejor alternativa que los demás.
Y cada quien, en efecto, tiene lo suyo. Hay que reconocerlo. Sólo que no pierdan de vista que el camino que está trazando Manlio no va dirigido nada más a postular a un candidato porque es joven y popular, o a otro por ser un veterano y experimentado, sino que por encima de todo debe ser el mejor garante del gran gobierno que se espera el PRI le ofrezca a Quintana Roo, para que Quintana Roo siga confiando en él como hasta ahora.





















