Hace parecer a la gente maleducada y poco elegante, pero tiene sus bondades.
Aunque una gran parte de la sociedad cree que decir groserías hace parecer a la gente maleducada y poco elegante, según una investigación publicada por la BBC, estas palabrotas podrían tener beneficios sorprendentes que van desde aliviar el dolor hasta hacernos más persuasivos.
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De acuerdo con el psicólogo Richard Stephens, autor del libro Black Sheep: The hidden benefits of being bad, es posible que decir malas palabras involucre una parte del cerebro completamente distinta a la que se ocupa con el resto del vocabulario.
Así, mientras la mayoría del lenguaje se ubica en la corteza del hemisferio izquierdo, las groserías podrían estar asociadas a un área más vieja y rudimentaria de este importante órgano.
“Las personas afásicas (afectadas por una pérdida o trastorno del habla) generalmente presentan daño en el hemisferio izquierdo y tienen dificultades para hablar. Pero hay muchos casos registrados de afásicos que pueden usar el lenguaje estereotípico de manera más fluida, es decir, pueden hacer cosas como cantar o decir palabrotas en forma fluida», explicó Stephens.
Beneficios comunicativos
En investigaciones recientes se ha demostrado que aunque estas palabras sean un tabú en la sociedad, en verdad tienen un beneficio. Uno de ellos es que diciendo groserías, los mensajes se comunican más efectivamente.
Al decir “palabrotas” no sólo comunicamos el significado de éstas, sino también nuestra respuesta emocional a ese significado. Por tanto, expresamos enojo, tristeza, dolor, disgusto o necesidad de que alguien debe alejarse sin usar violencia física. Las groserías nos ayudan a ser más expresivos y persuasivos emocionalmente hablando.
Groserías anti-dolor
Richard Stephens y sus colegas hicieron una serie de estudios en los que demostraron que las groserías pueden incrementar la tolerancia al dolor.
En uno de los estudios, un grupo de estudiantes que repetía una grosería fue capaz de mantener en la mano durante más tiempo un cubo de hielo, en comparación a aquellos que pronunciaban una palabra neutral.
Además de haber un cambio en la tolerancia al dolor, también se registró un incremento en el ritmo cardiaco de los participantes. Cuando dices groserías se eleva tu ritmo cardiaco, lo que sugiere una respuesta emocional a las palabrotas en sí», expresó el psicólogo.
Groserías y solidaridad
Un estudio hecho en Nueva Zelanda examinó las interacciones entre trabajadores en una fábrica de jabón. Los participantes decían constantemente la palabra “fuck”. Los investigadores de la Universidad de Victoria en Wellington, encontraron que, aunque los trabajadores usaban de manera regular esta palabra entre ellos, no lo hacían tanto con equipos diferentes a los suyos dentro de la empresa.
Como conclusión llegaron a que en este contexto laboral, las groserías se asocian con expresiones de solidaridad y se usaban como una forma de unir a los miembros del equipo.