Sylvia Plath escribió que “morir es un arte”. Pero para la reina Victoria, el verdadero arte estaba en el luto. Tras la muerte de su marido, el príncipe Alberto, en 1861, Victoria mantuvo el luto públicamente hasta su muerte, 40 años después. Y a menudo llevaba alrededor del cuello un relicario con un mechón del cabello de Alberto.
La reina Victoria fue la soberana del luto, una celebridad que definió el atuendo y la conducta de las mujeres dolientes de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, para mucha gente de aquella época, la cantidad de cabello reservado para recordar a los seres queridos excedió con mucho un pequeño mechón en un collar.
Muchas estadounidenses crearon intrincadas guirnaldas de cabello y alambre, con frecuencia en diseños florales. Las guirnaldas confeccionadas con cabello de personas muertas solían ser objetos de duelo, mientras que las creadas con pelo de varias personas –vivas y muertas- eran como árboles genealógicos sentimentales. Los diseños para guirnaldas de cabello podían encontrarse en tiendas y revistas femeninas, los mismos canales que diseminaban otras tendencias de la clase media. A veces, aunque son raros los casos, las mujeres tejían el cabello de sus familiares en dioramas: el Museo de Anatomía Mórbida de Brooklyn tiene en su colección un cementerio hecho de “labor con cabellos”.
Este broche está tejido con cabello humano. El dije metálico pende de una decoración central con forma de hoja.
Foto: Cortesía Minnesota Historical Society
También era común la joyería de cabello; y no solo el tipo de relicario que usaba la reina Victoria. Podía ser un broche, o un pendiente con pelo tejido en el centro, o incluso un brazalete de pelo. En su momento de mayor popularidad, la joyería de cabello se consideró sentimental y elegante. Se puso de moda en Europa poco antes del siglo XIX, y luego se popularizó en Estados Unidos hacia la época de la Guerra Civil.
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Hoy nos resultarían macabras las joyas o las decoraciones para el hogar hechas con cabello humano, pero nadie pensaba así en la época victoriana, dice la Dra. Helen Sheumaker, autora de Love Entwined: The Curious History of Hair Work.
La tasa de mortalidad del siglo XIX era mucho más alta, y casi todos los funerales se celebraban en casa. “La gente no solo estaba acostumbrada a estar cerca de personas que agonizaban o acababan de morir, sino que las asociaciones que hacemos hoy, en el sentido de que un cadáver es algo horripilante o atemorizador, eran un poco distintas”, explica Sheumaker.
Y las labores con cabello no “tenían que ver con la muerte”, agrega, “aun cuando se hacían en recuerdo de alguien que murió. Eran más una cuestión de sentimiento y emoción, y de mostrar a otras personas que había una relación de parentesco”. Las labores con cabello eran una tarea femenina aceptable de la clase media, muy arraigada en una cultura de consumo. Una manera de cuidar de la familia y del hogar. (Lee: Esquela en el auto)
Esta guirnalda fue hecha con cabello de varias personas (puede verse en los diferentes colores).
Foto: Cortesía Minnesota Historical Society
“Cuando alguien se ha ido, surge el impulso de conservar un residuo físico de la persona”, dice Karen Bachmann, quien imparte talleres de labores con cabello victoriano en el Museo de Anatomía Mórbida. Y el cabello cumple esa función porque es “un indicador muy personal de la identidad”, y también “muy resistente a la descomposición” (los ricos y famosos a menudo eran recordados en representaciones explícitas más realistas: el presidente Abraham Lincoln dejó máscaras hechas en vida y vaciados de sus manos, y la reina Victoria conservaba en su dormitorio un vaciado de las manos de su marido).
La joyería y las guirnaldas de cabello eran una manera de demostrar tu conexión con alguien que había muerto, pero también podían expresar tu conexión con un amigo, hijo o cónyuge vivo. “Las mujeres decimononas intercambiaban rizos de cabello como prenda de amor, así como las jóvenes de hoy llevan brazaletes de amistad”, dice Bachmann. Del igual manera, una madre a veces enmarcaba el primer corte de cabello de su hijo, o llevaba algo de ese pelo como joyería.
Puede haber muchas razones por las que la tradición de las labores con cabello se extinguió después de la era victoriana. Bachmann opina que en parte se debió al advenimiento de las casas funerarias, que sacaron la muerte de los hogares en la mayor parte del norte de Europa y Estados Unidos. No obstante, Sheumaker cree que la desaparición también está vinculada con los cambios en los estilos de moda y decoración, y con las nuevas teorías sobre higiene.
Las guirnaldas de cabello victorianas solían exhibirse en un “salón profusamente adornado, con capas y capas de papel tapiz y telas”, explica. Pero en el siglo XX, se popularizaron “las paredes encaladas y las pinturas de un solo color”, de manera que las labores con cabello no encajaron con los nuevos estilos. Al mismo tiempo, la moda femenina cambió de los géneros pesados y gruesos que podían acentuarse agradablemente con joyería de pelo, a las telas delgadas con colores brillantes, contra las cuales semejante joyería “luce realmente extraña”, concluye.
FUENTE: NATIONAL GEOGRAPHIC