Según un estudio realizado en Dinamarca, cambiar mucho de hogar puede conllevar enfermedades mentales e intentos de suicidio en la edad adulta.
Los cambios de hogar en la infancia, cuando son muy numerosos, pueden afectar a la salud y el bienestar de esa persona, ya que incrementan las probabilidades de sufrir problemas como enfermedades mentales, abusos de sustancias nocivas e intentos de suicidio en la edad adulta, según un estudio recientemente publicado por la revista American Journal of Preventive Medicine.
Para llevar a cabo la investigación, se realizó el seguimiento de 1,47 millones de daneses nacidos entre los años 1971 y 1997, desde sus quince años hasta ya entrados los cuarenta. Asimismo, los científicos contaban con la información de cada uno de los cambios de residencia que esas personas habían vivido desde su nacimiento hasta los catorce años y procedieron a asociar esas reubicaciones –que podían ser con los padres o sin la familia– con la edad a la que se habían producido. En general, el 37% había cambiado de casa al menos una vez antes de cumplir los quince años.
Con todos esos datos en la mano, los investigadores pudieron estudiar la correlación entre esos cambios de hogar y los eventos negativos que tuvieron lugar en la edad adulta de las personas estudiadas, y que se producían cualquiera que fuera el nivel socioeconómico de la familia –curiosamente, y en contra de lo que podría creerse, tras analizar los ingresos económicos, el nivel educativo y la situación laboral, llegaron a la conclusión de que no existía un mayor riesgo en las familias más desfavorecidas–.
De esta manera, se tuvieron en cuenta los intentos de suicidio, la delincuencia violenta, las enfermedades psiquiátricas, el abuso de sustancias nocivas para la salud, así como las muertes prematuras –por causas naturales y no naturales–.
Según la tesis de la investigación, los riesgos de sufrir efectos adversos en la edad adulta eran mayores cuando los individuos se habían mudado con frecuencia durante la infancia: a cada traslado adicional, más riesgo; y más aún cuando esos traslados múltiples se habían producido en un mismo año.
Debido a todo esto, los investigadores del estudio, entre los que se encuentra el doctor Roger T. Webb, del Centre for Mental Health and Safety, de la Universidad de Manchester (Inglaterra), señalan la necesidad de que “los servicios sociales y de salud, escuelas y otras agencias públicas permanezcan vigilantes a las necesidades psicológicas de los adolescentes reubicados, tanto de las familias con recursos como de aquellas más necesitadas”.