El equipo nórdico doblega a una Inglaterra sin ideas y alcanza los cuartos en su primera participación en un gran torneo
El fútbol no entiende de geografía, millones ni heráldica del mismo modo que el balón no hace caso a quien se lo pide sino a quien se lo ordena. Inglaterra, perenne aspirante al cetro europeo, selección de quilates y jugadores que nadan en la abundancia, perdió sin decir ni mu ante Islandia, una selección menor y tosca para la conjugación de la pelota pero de lo más fina para la definición. David le venció a Goliat y se firmó una página de oro para Islandia, que llegó a la Eurocopa como La Cenicienta y se mantiene en pie como un ‘Rambo’ enmascarado que ya está en los cuartos de final.
Hodgson hizo lo que reclamaba el país, que era dar velocidad al ataque, con Sterling y Sturridge por los costados en vez de un Lallana que ralentizaba el juego en las zonas concluyentes. Pero no solo eran profundos los extremos de Inglaterra, sino que también tiraban hacia dentro para dejar el carril a las ascensiones de dos de los mejores laterales del torneo, los incombustibles Rose y Walker. Sus galopadas y rupturas por las alas desmontaban a la zaga contraria, que se esmeraba en cerrar los pasillos interiores para que Inglaterra no pudiera conectar con Kane, desesperado en el área rival porque se esperaba tanto de él y apenas ha dado migajas. El ataque de los pross, sin embargo, era masivo porque así se lo sugería una Islandia bien replegada, con los 11 por detrás de la pelota. Un arma de doble filo porque a cambio disminuía la solidez defensiva inglesa en caso de pérdida. Justo lo que necesitaba Islandia para expresarse, que no quería el balón para jugarlo sino para ponerlo en el área contraria. Bien con contragolpes; bien con jugadas de estrategia.
Incluso le bastó con un saque de banda para instalar la duda y el sempiterno olor a derrota que acompaña a Inglaterra, capaz de gobernar el mundo del balón en el Mundial de 1966 y nunca más. Pero no fue casualidad. De ahí que los dos centrales subieran y los medios ocuparan su plaza. Fue Saevarsson quien sacó hacia el punto de penalti, Arnason la peinó hacia el segundo palo y, rompiendo desde atrás, apareció Sigursson, que remató a la red. Un lateral que saca de banda y dos centrales que rematan a gol. Éxito pleno de laboratorio. Era, en cualquier caso, el tanto del empate porque fue Inglaterra la que habló primero. Y lo hizo con sus extremos. Sturridge recibió en el costado, leyó la diagonal de Sterling y le puso un pase medido que solo detuvo el portero, aunque por el camino se llevara al delantero. Un penalti de lo más ingenuo porque Sterling seguramente no hubiese podido completar la jugada; una pena máxima que transformó Rooney con un golpeo seco y ajustado al palo.
Sigthorsson trae la gloria
Pero el arrebato era islandés. También la puntería. Resulta que en una jugada enrevesada, le llegó el balón a Sigthorsson, que se revolvió desde el balcón del área y la enchufó a gol por más que Hart la tocara. Era el hachazo a la historia. Trató Inglaterra de reponerse en el segundo acto mediante un Rooney que reclamó el balón y todo el protagonismo. Como mediocentro aporta músculo, entrega y sacrificio, también desplazamiento largo, pero no tiene pie para el pase final. Y bien que lo notó Inglaterra, que se presentaba en la zona de tres cuartos con regularidad y se quedaba sin ideas ni ingenio, atolondrado ante la responsabilidad de romper la última línea e incapaz de acentuarse ante el barullo de piernas rivales. Las melés, las aglomeraciones, eran para una Islandia que ganó todas las segundas jugadas y los balones divididos. Como en ese córner huérfano de remate que resolvió Sigursson con una chilena a la que Hart replicó con manoplas firmes. Respondió Inglaterra con disparos de media distancia de Dele Alli, Kane y Rooney, todos desbaratados por Hálldorsson.
No jugaba Inglaterra y lo festejaba Islandia, sin apenas apuros en su área. Por lo que Hodgson, intervencionista, decidió darle carrete a Vardy, que ya hizo un gol en el torneo para defender la honra de los delanteros ingleses, secos en la Eurocopa. Pero no anoche –aunque la tuvo sobre la bocina- porque la deficiencia del pase definitivo seguía latente y no había quién la resolviera. Ni siquiera Wilshere, que con su zurda de seda no supo resolver el sudoku islandés. El equipo de Hodgson apretó, ganó metros y se personó cerca del portero rival el equipo inglés, pero nunca mordió. Sigue Islandia con su marcha triunfal y se marcha Inglaterra, con la cabeza gacha y el orgullo tocado.
Fuente: El País