La eventual, y por lo visto muy probable llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, nos obliga a repensar mejor el papel que juega la industria turística en la promoción, no del destino o de los destinos, sino de nosotros los mexicanos. De la `mexicanidad´ que estamos ofreciendo como si se tratara de nuestra cultura. Porque si somos visitados por millones de turistas, principalmente norteamericanos, tenemos que ser muy precisos con el mensaje y la imagen que se llevan de nosotros.
El doctor en historia, Samuel Cervera León, explicó de forma magistral el modo de pensar de los estadunidenses, en función de la mitología histórica que se han construido para entenderse y para entender al resto del mundo. “A las personas que vivían en América a la llegada de los ingleses, los ven y los siguen viendo como salvajes… así justificaron la matanza de indios americanos en su territorio”.
Es decir, los norteamericanos clásicos, blancos, que son el gran mercado electoral de Trump, abrevan de las historias y las películas hollywoodenses del `viejo oeste´, para reconocerse como los osados aventureros que trajeron la civilización a Norteamérica, con sus usos y costumbres, su forma de vestir, de pensar, de comer, etcétera. Y en ese sentido han extendido su cultura a través de la descarnada propaganda de su industria del cine y su comida rápida.
Veamos cosas elementales, simples, que están a la vista y que no reconocemos como actos `auto-denigratorios´.
Recientemente acudí como invitado, porque francamente no pagaría tan caro un platillo de comida mexicana que está más sabrosa en un mercado, al restaurante `La Pasteletería´, que forma parte del conglomerado de empresas de Grupo Xcaret, del considerado por muchos un `genio del turismo y de las finanzas´, don Miguel Quintana Pali.
Al subir al primer nivel, me topé con una escultura mural hecha a partir de la repetición de figuras de pequeños charros regordetes, redondos prácticamente, con actitud de entusiasmo, presuntamente tocando como orquesta cada uno con su respectivo guitarrón, trompeta, violín, sarape al hombro, de bigotes ralos y saltones.
Es un tipo de `artesanía´ que pretende presentar el espíritu de la `mexicanidad´. Así se precia Quintana Pali de hacerlo con todos sus parques, museos y `Xperiencias´.
Pero si pensamos un poquito, caemos en la cuenta de que esa imagen es la misma que tienen en mente los turistas norteamericanos (la mayoría, probablemente haya excepciones), que se figuran a los mexicanos tumbados junto a un cactus, durmiendo, con un sarape al hombre y un sombrero que parece tienda de campaña de lo grande.
Cualquier película norteamericana, sea antigua o nueva, presenta a la comida mexicana como una `tortura´, sus paisajes como un desierto infernal, la música aflamencada y a los mexicanos como torvos, mugrosos y maleantes.
Es la misma imagen del `buen salvaje´ que tienen los norteamericanos promedio, y es la imagen que le proyectamos cuando celebramos ese tipo de `artesanías auto-denigrantes. Pero los productos de Grupo Xcaret van más allá y peor aún.
Los mexicanos no somos eso ni de lejos. En todo caso, deberíamos presentar una imagen de triunfadores, celebrando los logros de Alejandro González Iñárritu, Gael García, Diego Luna, `El Chicharito´, por mencionar a los más conocidos, pero también desde luego a Octavio Paz (Premio Nobel de literatura), a Juan Rulfo, o científicos que se perfilaron o ganaron el Nobel (https://mayitzin.com/2011/01/23/los-5-cientificos-mexicanos-mas-influyentes-de-la-historia/), Mario Molina (Premio Nobel de Química 1990); Alonso García Robles (premio Nobel de la Paz 1982).l
Pero no quisiera parecer exagerado con el tema Xcaret y la deformación de la `mexicanidad´ en la que incurre la concepción financiera y turística de Quintana Pali.
Estudio sobre Xcaret y su conveniente deformación de la cultura mexicana
El investigador Martín Manuel Checa-Artasu, del Centro de Estudios de Geografía Humana, realizó la investigación denominada `Patrimonio, naturaleza recreada y gestión turística: El parque eco arqueológico de Xcaret´.
En resumen, indica el texto:
“Este trabajo es un análisis de una serie de aspectos en torno al parque eco arqueológico de Xcaret, en la región turística de la Riviera Maya, en el estado de Quintana Roo, México. En primer lugar, la capacidad de reciclar y reconstruir un medio natural complejo adecuado para el turismo. En segundo lugar, el uso del patrimonio cultural de la zona como excusa temática. En tercer lugar, el modelo de negocio en si mismo y la trama empresarial que apunta a los valores de sostenibilidad y una política de comunicación como estrategias para la atracción de los visitantes al parque”.
Y más:
“Así, vemos que el parque de Xcaret es, por tanto, un estereotipo con funcionalidad turística que, a su vez, deviene un instrumento ideológico de producción del exotismo
y de la alteridad que, de forma indirecta, se resitúa en el mundo y en la interculturalidad contemporánea, refuncionalizando y dando un nuevo significado a un espacio natural que contiene vestigios arqueológicos de la civilización maya, en una área geográfica donde ese grupo indígena pervive activo (García Canclini, 2004).
“Además, el parque de Xcaret, con sus estereotipos que buscan la autenticidad, se convierte en una mercancía que responde a las necesidades económicas, políticas e
ideológicas de los miembros de las sociedades dominantes, ya sean los turistas o sus creadores. Y adecuándose a los postulados del postmodernismo, se transforma en un centro de consumo donde la vertiente visual y el uso de las industrias culturales tienen mucho que ver (Urry, 1995).
“La transmisión de una supuesta autenticidad por parte de esa mercancía es la estrategia para poder lidiar en un entorno muy competitivo en el ámbito internacional y regional (MacCannell, 1976, 1992; Urry, 1990: 3; Santana, 1997: 59; Simon, 1997; Torres, 2002). Pero como es de sobras conocido, y Xcaret no es una excepción, lejos de la autenticidad potencialmente buscada, estos destinos turísticos ocultan y enmascaran las realidades sociales, culturales, políticas y económicas (Selwyn, 1996)”.
Miguel Quintana y Xperiencias Xcaret, aliados de Donald Trump
No podemos ser tan ligeros con el mensaje implícito que tienen los productos turísticos. Xcaret, que impone tendencia porque se le considera un `modelo exitoso´, reafirma esa construcción de la `mexicanidad´ como `los buenos salvajes´ que tanto le gusta a los norteamericanos. Precisamente por eso esos parques y productos no tienen un porcentaje alto de turistas europeos, que esos sí vienen a conocer el pasado prehispánico en el lugar preciso, con los guías adecuados y en contacto directo con los mexicanos reales. No con los `charros e indígenas´ disfrazados que atienden en Xcaret, Xel-Ha, `Xixén´ (Hasta le robaron el nombre a Chichén Itzá).
El punto aquí es que nuestro socio comercial, Estados Unidos, tiene una balanza comercial harto desequilibrada con México. Le vendemos muy poco y le compramos demasiado. Le vendemos aguacates para su (otra) adicción al guacamole, y al mismo tiempo le ofrecemos gratis una imagen auto-denigratoria de nuestra cultura, de nuestro pasado y nuestra historia.
Si gana Trump estaremos en una guerra ideológica y propagandística, en la que estamos obligados de ofrecer una imagen de México lejos de la de `violadores, narcotraficantes y asesinos´, que promueve Trump. Su discurso ha mostrado eficacia porque esa es la forma pensar de los norteamericanos de un sector duro en ese país.
No ayuda esa actitud facilona e irresponsable de Quintana Pali, quien por cierto nació en Boston, Massachusetts. No ayuda tampoco que otros negocios turísticos le copien el modelo por que es exitoso económicamente.
Hay manera de revertir, de recomponer, de hacerlo de forma correcta y benéfica para los mexicanos y los quintanarroenses.
Pero quién sabe si Quintana Pali tenga esa intención.
No sobra decir que intentó alcanzar la categoría de `Patrimonio de la Humanidad´, por parte de la ONU, con su reconocida `Travesía Maya´. Y no se lo otorgaron porque el expediente estaba evidentemente falseado. No hay rastros histórico de que hubiera existido esa travesía en el Mundo Maya prehispánico. Es un invento, como esa falsa mexicanidad del `charro montaperros, grasoso y holgazán´.
Laura Fernández, deja al PRI y se pinta de Verde
Esta semana la confirmada presidente municipal electa de Puerto Morelos, Laura Fernández Piña, sorprendió a algunos con su renuncia a las filas del PRI, para convertirse en militante del Partido Verde.
Su decisión no debe de ser vista como una incongruencia, porque está lejos de serlo. Es todo lo contrario. Mostró así su agradecimiento por la postulación que le hizo ese partido, que también gobernará Benito Juárez, pues se debe recordar que el Verde tenía el derecho de nominar candidato en Puerto Morelos, de acuerdo con el convenio de alianza que firmó con el PRI.
Laura Fernández tiene una formación priísta clásica (no de la de ahora), de manera que entiende la política como el acto de involucrarse en el quehacer público para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
Su intención es alcanzar las sinergias más viables para conseguir resultados en su comunidad, en el municipio de Puerto Morelos.
Y el PRI y el Verde no dejan su alianza ni se encuentran en competencia directa, lo cual también nos deja ver que los acuerdos persisten. Esa es la política.