En las elecciones del próximo martes se renueva la Cámara de Representantes al completo y un tercio de la cámara alta, dominadas ahora por los republicanosTodos los focos se centran en la elección presidencial del martes, pero la gobernabilidad de Estados Unidos en los próximos cuatro años dependerá tanto o más de lo que ocurra en las elecciones legislativas el mismo día.
Si los demócratas de Hillary Clinton logran recuperar el Senado, como apuntan algunos sondeos, y si ella es elegida presidenta, tendrá más margen de maniobra para imponer su programa. La batalla en la Cámara de Representantes, también de mayoría republicana, se centra en la futuro de su presidente o speaker, Paul Ryan, enfrentado al candidato de su partido, Donald Trump.
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El 8 de noviembre se renueva el total de los 438 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los 100 que componen el Senado. El Partido Republicano ya cuenta con la mayoría en la primera y conseguirá mantenerla con toda probabilidad después de este martes, pero la pelea por el Senado está abierta: las encuestas muestran un empate en las cinco carreras que decidirán si los demócratas arrebatan el control a los republicanos y, según las predicciones de la web especializada FiveThirtyEight, los demócratas tienen un 53% de posibilidades de conseguirlo.
El Partido Demócrata aspira a hacerse con esa mayoría que, en el caso de que Clinton gane las elecciones, le ayudaría a estrenar su mandato con un mayor margen de gobernabilidad —si gana Trump, contarían con una importante baza para ralentizar la entrada en vigor de sus políticas. En el caso contrario, una nueva oposición republicana podría obstaculizar cualquier tipo de reformas, la negociación de los próximos presupuestos e incluso el nombramiento de nuevos jueces del Tribunal Supremo.
Así, mientras los aspirantes presidenciales pelean estos últimos días por los votos de los estadounidenses en Estados clave, también hacen campaña por los candidatos que se juegan el futuro del Senado en Pensilvania, Wisconsin, New Hampshire, Carolina del Norte y Nevada.
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La esperanza de los demócratas durante esta campaña ha sido que la retórica de Trump en materia de inmigración, contra las mujeres y contra las minorías raciales tuviera un impacto negativo en las aspiraciones de sus compañeros de partido. Sin embargo, el hecho de que las encuestas se hayan igualado tanto en los últimos días apunta a que el “efecto Trump” puede no tener consecuencias en el Senado.
Los republicanos esperan además que sus rivales demócratas sufran el impacto del anuncio hace una semana del FBI, que investigará nuevos correos que podrían estar relacionados con el caso de Clinton durante su etapa al frente del Departamento de Estado. Las encuestas hasta ahora muestran que el impacto, si existe, tampoco será tan pronunciado.
La baza más sólida de los republicanos está en la Cámara de Representantes, donde apenas cederían, según los sondeos, entre 10 y 15 escaños a los demócratas, lejos de la treintena que necesitarían para superarles. A pesar de que hace apenas unas semanas los demócratas soñaron con hacerse con esos escaños por el impacto de una grabación sexista de Donald Trump, que incluso llevó a decenas de republicanos a distanciarse de su candidato, ese sueño se ha disipado.
Lo que sí ha quedado es la tensión creada por el candidato republicano con su propio partido. Este viernes, el portavoz de la Cámara y líder de la mayoría conservadora, Paul Ryan, reiteraba ante los medios que quiere mantener el puesto de “speaker”, el segundo en la sucesión de poderes en Estados Unidos, después del vicepresidente. Ryan ha votado a Trump, pero también ha criticado sus comentarios sobre los inmigrantes y sobre las mujeres y no ha hecho campaña por él.
Ryan, candidato a la vicepresidencia en 2012, representa el reto que supuso la nominación de Trump para el Partido Republicano. Una victoria del magnate este martes puede hacer descarrilar, sin embargo, la carrera del político de Wisconsin, a quienes muchos ven como candidato a liderar EE UU en el futuro. Si gana Clinton, Ryan deberá resistir a las reformas demócratas, pero también a las presiones de su propio partido, que ya debate entre el continuismo o la reformulación de un Partido Republicano preparado para regresar a la Casa Blanca.
Fuente: El país