EL BESTIARIO
SANTIAGO J. SANTAMARÍA
El anuncio de la designación en su noventa edición, fue hecho por la editora en jefe de la revista estadounidense, Nancy Gibbs, ¿Es para bien o para mal?, se preguntan los ciudadanos; el escritor de ‘La zona muerta’ lo tiene claro, ya se burlaba del candidato republicano y hacía campaña contra él en Twitter: “Si eres un hombre cuya mujer o hijas han sufrido acoso sexual, y estás pensando votarle, la culpa es tuya”; en la novela un tipo llamado Johnny Smith despertaba de un grave accidente de coche después de cinco años en coma y descubría que era capaz de predecir el futuro a través del contacto, ya fuera tocando un objeto o a una persona; ese don (o maldición, según se mire) llegaba a su cenit cuando estrechando la mano de un político en un mitin descubría que este no iba solo a llegar a presidente de los Estados Unidos, sino que iba a iniciar la tercera guerra mundial; no tiene ninguna duda, “lanzará los misiles nucleares a la primera oportunidad que se le conceda”
La última historia de terror de Stephen King tiene solo 133 caracteres y un protagonista: Donald Trump. Con solo esas pocas letras ha conseguido en Twitter a estas alturas más de 120.000 retuits y más de 190.000 me gusta. La historia es así de corta: “Mi historia de terror más reciente: érase una vez un hombre llamado Donald Trump, que se postulaba para presidente. Algunas personas querían que ganara”. Desde el comienzo de la campaña presidencial de Estados Unidos, King ha mantenido una férrea oposición en las redes sociales contra el que fuera candidato republicano, pero ninguno de sus tuits ha alcanzado el éxito de este último. Solo se ha acercado a estas cifras uno del pasado 20 de octubre en el que cuestionaba que los republicanos quieran poner el arma nuclear “en manos de un hombre que tiene el temperamento de un niño de dos años.
Stephen King ha escrito cerca de 50 novelas y ha vendido más de 300 millones de ejemplares. Es el autor de Carrie (1973) y El resplandor (1979), el libro que Stanley Kubrick y Jack Nicholson convirtieron en una memorable película. Es seguramente el escritor vivo más popular del mundo. El escritor también ha aprovechado su cuenta de Twitter para cuestionar al que será, en apenas 43 días, el sucesor del demócrata Barack Obama, tras las acusaciones contra Trump de acoso sexual. “Si eres un hombre cuya mujer o hijas han sufrido acoso sexual, y estás pensando votar a Donald Trump, la culpa es tuya”, escribía.
En 1979, Stephen King publicó la novela’La zona muerta’. En ella, un tipo llamado Johnny Smith despertaba de un grave accidente de coche después de cinco años en coma y descubría que era capaz de predecir el futuro a través del contacto, ya fuera tocando un objeto o a una persona. Ese don (o maldición, según se mire) llegaba a su cenit cuando estrechando la mano de un político en un mitin descubría que este no iba solo a llegar a presidente de los Estados Unidos, sino que iba a iniciar la tercera guerra mundial.
Es imposible no pensar en el relato (convertido más tarde en -magnífica- película por David Cronenberg) al leer el terrorífico artículo de la periodista del New Yorker, Jane Mayer, sobre el escritor Tony Schwartz. Schwartz es conocido, principalmente, por ser el auténtico autor de ‘The art of deal’, el superventas de Donald Trump donde este decía (entre otras cosas) que estrechar la mano de alguien era sumamente peligroso por los virus y bacterias que podían transmitirse, y que por eso se abstenía de hacerlo. Schwartz afirma en el artículo que no tiene ninguna duda de que si Trump gana las elecciones y se hace con la presidencia de los Estados Unidos “lanzará los misiles nucleares a la primera oportunidad que se le conceda”. El republicano no es candidato es el nuevo presidente electo.
El gran mérito de la pieza de Mayer, más allá de su indudable relevancia, es la capacidad de la periodista para transmitirnos el pánico que siente Schwartz por el millonario y su convencimiento de que este podría acabar con la civilización por simple capricho. Se habían dicho muchas cosas del candidato a la presidencia, pero ninguna tan inquietante. Hoy ya es el elegido a ocupar la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero del 2017 y la revista estadounidense Time acaba de nombrarle la persona del año.
Donald Trump, “presidente de los Estados Divididos de América”, es quien más ha influido “para bien o para mal” en el mundo
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido elegido como persona del año 2016 por la revista Time, que cada mes de diciembre escoge a quien considera que, “para bien o para mal”, ha tenido una mayor influencia en los acontecimientos mundiales del año. “Es un gran honor, significa mucho”, ha dicho Trump a la cadena NBC nada más conocer la elección. La portada de la publicación define al mandatario como el “presidente de los Estados Divididos de América”. Hillary Clinton, rival de Trump en las elecciones de Estados Unidos, también ha sido aspirante a persona del año.
El anuncio fue hecho por la editora en jefe de Time, Nancy Gibbs, en el programa matutino de la cadena NBC. La revista explica que esta es la elección número 90 de la persona del año en su historia y añade que el desafío al que ahora se enfrenta Trump es lo profundamente dividido que está el país con respecto a la elección como persona del año. De hecho, se pregunta sobre la designación de este 2016: “¿Es para bien o para mal?”.
Time explica en su texto sobre la designación que para quienes están a favor de Trump, su victoria electoral supone “una reprimenda a la actitud arrogante de la clase gobernante”. Por el contrario, considera que quienes están en contra, el presidente electo es una ruptura con las normas de convivencia y su discurso extiende “una política envenenada por sus opiniones racistas y sexistas”, que “inspira temor”. “Nunca se ha visto una persona que haya destacado [en el mundo político de EE UU] de esa forma tan poco convencional”, agregó Gibbs en el programa Today, que se emite desde Nueva York.
“No he hecho nada para dividir a los estadounidenses, estaban ya divididos, superaré estas diferencias cuando asuma la Casa Blanca”
Nancy Gibbs ha explicado que la cúpula de Time lo ha elegido al magnate neoyorquino, entre otros motivos, por su capacidad para “dar voz a un electorado oculto, divulgando sus iras y retransmitiendo sus miedos” Y añade que en campaña ha sido capaz de crear una nueva “cultura política” a costa de “demoler” la que hasta ahora existía. En una llamada telefónica en directo al programa, Trump calificó como un “tremendo honor” haber sido elegido como persona del año por la revista, pero rechazó que él sea el responsable de la división de los estadounidenses. “No he hecho nada para dividir a los estadounidenses, estaban ya divididos”, agregó, y se comprometió a superar estas diferencias cuando asuma la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. Gibbs ha admitido en su artículo explicativo que no sabe si la creciente influencia de Trump ha sido “mejor o peor” para el país y el mundo, en la medida en que de momento “es difícil medir la magnitud de su irrupción” en la primera línea política.
Trump sucede a la canciller alemana, Angela Merkel, como la persona del año para Time. El año pasado, Trump cargó en Twitter contra la elección de Merkel: “Os dije que Time nunca me elegiría como persona del año a pesar de ser el gran favorito. Han elegido a una persona que está arruinando Alemania”. La revista también ha difundido este miércoles una lista de finalistas en la que figuran, entre otros nombres, el de Hillary Clinton, rival de Trump en las recientes elecciones presidenciales. Además, aparecen la cantante Beyoncé, los descubridores de la técnica de modificación genética CRISPR, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Donald J. Trump nació el 14 de junio de 1946 en Queens, uno de esos barrios de Nueva York donde sobrevivir era, al mismo tiempo, una cuestión de actitud y un juego de azar. Hay muchas versiones de su juventud, pero los rasgos comunes en todas ellas son su mal carácter, su poca afición por la disciplina y su incipiente machismo. Lo más interesante empieza a finales de los años sesenta, cuando se incorpora a la empresa de bienes inmobiliarios de su padre y se empeña en aprender el negocio. En las siguientes dos décadas se arruina y enriquece en varias ocasiones y usa toda clase de triquiñuelas legales (algunos de sus biógrafos afirman que también usó algunas otras poco compatibles con la ley) para seguir amasando dinero. Se hace con medio Manhattan y apuesta por una arquitectura llamativa y pomposa, la misma que utilizará para sus hoteles, auténticos monumentos al ego. ‘Donald Trump: retrato de un (presunto) sociópata”, escrito por Toni García Ramón en la revista española Jot Down Cultural Magazine, nos aporta unas magníficas pinceladas de la personalidad del inminente presidente.
Miente hasta sobre su pelo, tan auténtico como él mismo: los trasplantes se los hace en sus cuarteles generales en Manhattan
La alta sociedad le abre las puertas después de su matrimonio con Ivana Trump, la primera de sus tres esposas. Más tarde se haría con los derechos del certamen de Miss Universo y su popularidad aumentaría con su participación en el popular concurso televisivo The apprentice, en el que daba rienda suelta a un narcisismo que no amortiguaba ni su estridente tendencia al histrionismo. Por aquel entonces se declaraba indiferente a la religión, favorable al aborto y a la creación de un Estado palestino y contrario a la guerra de Irak.
Existe una curiosa coincidencia entre demócratas, republicanos e independientes, de que la auténtica motivación inicial para la candidatura de Trump a la presidencia de Estados Unidos fue simplemente una boutade, un movimiento vinculado al noble arte del autobombo, un ataque de notoriedad, y que lo que siguió fue una inquietante combinación de factores que demostró que el millonario domina de forma escalofriante la retórica del populismo. Cuando algunos se rieron de su delirante propuesta de erigir un muro entre Estados Unidos y México, otros empezaron a pensar que no era tan mala idea. Tampoco dudó en priorizar a los blancos, los ricos o los extremistas religiosos, quitándole electorado al propio Ted Cruz, un fanático con el carisma de un perchero al que barrió del mapa con un golpe de tupé.
Cuando el Partido Republicano quiso darse cuenta habían creado un monstruo mucho peor que la propia Sarah Palin, que -obviamente- fue una de las primeras figuras republicanas en mostrarle su apoyo. Ya era demasiado tarde. Trump se merendó también al mismísimo (Jeb) Bush, abusó de periodistas y colegas y mintió hasta sobre su pelo, tan auténtico como él mismo: los trasplantes se los hace una empresa instalada en los cuarteles generales de Trump en Manhattan.
Nada de musulmanes, hace unos días amplió las restricciones a franceses y alemanes, sus países pudieran ser atacados por Rusia
Después empezó su auténtica campaña. Nada de musulmanes entrando en Estados Unidos (hace unos días dijo que también habría restricciones para ciudadanos franceses y alemanes), nada de ayudar a países que pudieran ser atacados por Rusia (Trump no reconoce la autoridad de la OTAN y exige un aumento del 55% en defensa a sus socios europeos a pesar de que ello sigue sin garantizar su compromiso), nada de parar las emisiones de carbón (“el carbón no es nocivo para el medio ambiente”, dijo el candidato). Además, ahora se manifiesta totalmente contrario al aborto, no recuerda nada de Palestina, es profundamente religioso y dice haberse equivocado en su posición contraria a la guerra de Irak. De hecho, cuando en 60 minutes y en una entrevista compartida con su compañero de ticket (tal y como se conoce en el argot político a la pareja que forman los aspirantes a presidente y vicepresidente) y candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos, Mike Pence, le preguntaron por ello, respondió: “Yo puedo equivocarme”. “¿Y Hillary?”, le dijo la periodista. “No, ella no”, contestó Trump.
Pence es -precisamente- un ejemplo de las dificultades de Trump para encontrar un compañero a su altura. Este senador por Indiana, conocido por afirmar que el tabaco no mata, que la tierra tiene cinco mil años de antigüedad o que hombre y dinosaurio convivieron (en eso coincide con un 41% de sus compatriotas, según un estudio de 2015), es un pelele de tal tamaño que la campaña de Trump ha empezado a evitar que aparezcan juntos, ya que como se pudo ver en el citado 60 minutes Pence es incapaz de manejar opiniones propias.
La paradoja del efecto Trump es que en unas elecciones donde se contaba con un electorado totalmente desmovilizado, la maquinaria demócrata ha conseguido aunar a todos tras la peor candidata del partido en décadas: una funcionaria de clase alta que ha mentido sistemáticamente al FBI y a pesar de ello ha sido exonerada al considerar que su actitud no puso en peligro la seguridad nacional.
“McCain no es ningún héroe de guerra. Le cogieron y solo por eso le llaman así. Yo prefiero a los que no cogen”, nadie le cuestionó
En una campaña desmadejada y controlada por Trump de un modo caricaturesco (se ha repetido al menos en media docena de ocasiones el proceso de negar una información, a continuación confirmarla, para veinticuatro horas después volver a negarla y poco después matizar la negación; el ejemplo más claro fue el discurso plagiado de su tercera esposa, Melania Trump, cuyos platos rotos pagó una de las escritoras del equipo del candidato), el electorado parece haberse polarizado de un modo cristalino: votar al menor de los males.
En lo que coinciden todos los expertos es en la habilidad del millonario para desplazar las líneas rojas sin que eso parezca afectar a su candidatura. Al principio de su campaña, en un acto electoral en Ames (Iowa), calificó al excandidato a la presidencia, John McCain, de “perdedor” y lamentó haber invertido más de un millón de dólares en la campana de este. Cuando el presentador, Frank Luntz, le recordó que McCain es “un héroe de guerra” (el senador fue apresado en Vietnam y torturado por el Vietcong), Trump respondió: “No es ningún héroe de guerra. Le cogieron y solo por eso le llaman así. Yo prefiero a los que no cogen”. Cualquier otro candidato hubiera sido descalificado de inmediato, pero pocos alzaron la voz contra Trump, y ni siquiera le pasó factura en las encuestas.
Hace tan solo unos días el magnate pidió a Rusia que siguiera rastreando los correos electrónicos de su contrincante, Hillary Clinton, víctima hace unos días de un hackeo masivo (se habla de más de treinta mil documentos) detrás del cual podrían encontrarse los servicios secretos rusos. Si bien es cierto que se ha obviado la primera parte del discurso del candidato, en la que enfatizaba lo malo que era para el país que una potencia extranjera pudiera inmiscuirse en la política estadounidense, no lo es menos que no existe forma humana de descontextualizar esa segunda parte, donde el millonario animaba a los rusos a seguir desvelando secretos de estado.
La web de propaganda del Gobierno norcoreano DPRK Today aconsejaba a los estadounidenses votar a Donald, “un hombre sabio”
Para acabar de arreglarlo, Trump decía en una entrevista que no conocía a Putin, que no lo había visto en su vida, a pesar de que tal y como recordaba James Taranto en el Wall Street Journal (no precisamente un bastión del Partido Demócrata), el amo y señor de Rusia y el propio Trump se han encontrado en varias ocasiones y al menos en una de ellas con cámaras de por medio.
La amnesia del candidato parece no importar a sus fans, entre los que se encuentran prominentes figuras republicanas como Chris Christie o Newt Gringich. Sin embargo los grandes popes del partido permanecen silentes, y algunos ni siquiera disimulan su desprecio por Trump, un tipo que ha canibalizado, dividido y estigmatizado al Grand Old Party de un modo grotesco.
Hace tan solo unas semanas, la web de propaganda del Gobierno norcoreano DPRK Today aconsejaba a los estadounidenses votar a Donald Trump, “un hombre sabio”, según informaba la agencia Reuters. Lo mismo puede decirse de medios rusos vinculados a la disciplina del Kremlin, para los que Trump sería el candidato perfecto. Seguramente sea la promesa política de aislacionismo que promete el de Queens, muy semejante a aquella que propugnaba Charles Lindbergh en los años cuarenta y que consiste en imitar a los monos de Confucio, evitando a Estados Unidos la responsabilidad de tomar cualquier decisión fuera de sus fronteras, la que ha hecho que países tradicionalmente enemistados con la primera potencia mundial ahora vean con simpatía a uno de sus candidatos a la presidencia.
Como demostración de la invulnerabilidad del candidato en términos políticos, Trump cargaba contra los padres de un soldado estadounidense muerto en combate en Irak. ¿El problema? Doble. Por una parte el soldado era musulmán; por otra, los padres del mismo aparecieron en la convención demócrata atacando con fiereza las políticas de Trump. Este, incapaz de guardar silencio, contestaba indicando que si el discurso en la convención lo pronunció el padre del soldado, Khizr Khan, era porque la madre, al ser musulmana, no estaba autorizada a hablar.
Incapaces de meterle en vereda a un tipo que declaró: “Podría irme a la Quinta Avenida, matar a un montón de gente, y seguirían votándome”
En realidad ella, Ghazala Khan, había dado un buen número de entrevistas (al menos una de ellas en televisión, a la cadena MSNBC) y advirtió que no hablaría en el summit demócrata porque se encontraba demasiado emocionada para hacerlo. Cuando en un programa en directo de la televisión ABC cuestionaron al millonario por su derecho a hablar de alguien que había realizado el sacrificio máximo por la patria, este respondió airado que él también había realizado “numerosos sacrificios y levantado muchos edificios”. Para acabar de enrarecer el ambiente, la mano derecha de Trump, Roger Stone, declaró que “Khizr Khan es un terrorista” y escribía un tuit enlazando un artículo de un página web de extrema derecha en el que se acusaba al capitán Humayun Khan (al que se confirió el corazón púrpura, la más alta condecoración concedida en combate) de preparar atentados terroristas contra Estados Unidos.
Una vez más, solo algunos republicanos saltaron a la arena para contradecir a Trump, entre ellos Paul Ryan o el muy notorio John Kasich, gobernador de Ohio: “Solo deberíamos hablar de estos padres con honor y respeto”, decía. El resto del aparato del partido (en el que militaron personas tan ilustres como Abraham Lincoln o Thomas Jefferson) permanecía callado, incapaz de meter en vereda a un tipo que hace unos meses declaró: “Podría irme a la Quinta Avenida, matar a un montón de gente, y seguirían votándome”.
Donald Trump declaraba semanas atrás que “Hillary Clinton es el diablo” y ha insultado al cuerpo de bomberos en dos ciudades distintas. En la primera de ellas, en Colorado Springs y después de que dos bomberos consiguieran rescatarle del ascensor en el que había quedado atrapado, declaró que los funcionarios del citado departamento eran “probablemente amigos de Hillary” y les culpó de que miles de personas no hubieran podido entrar a su mitin por problemas de aforo: “¿Quiénes son estos tipos para decidir cuántas personas pueden entrar en un local a verme?”, se preguntaba. Dos días después, en Columbus, repetía el mismo discurso: “Es absurdo que solo puedan verme mil personas cuando en este edificio caben cuatro, cinco o seis mil. Los han dejado fuera por razones políticas”. Unos minutos después el departamento de bomberos de la ciudad emitía una escueta nota en la que decía “la campaña de Donald Trump se reunió hace cuatro días con este departamento y ambos acordaron en limitar el aforo a mil personas”.
Donald J. Trump puede ser un sociópata, un ególatra y un narcisista. Del mismo modo, es muy posible que su única ideología sea su propio beneficio (en una ocasión una periodista le preguntó al poderosísimo John Rockefeller “¿cuánto dinero es suficiente?”. “Solo un poquito más”, contestó él) y que una vez llegado a la presidencia, lo cual tiene visos de convertirse en una realidad en apenas 12 días, se dedique a perseguir sus intereses, dejando al país en manos más sabias. La otra, la de que un tipo que pierde los nervios por un tuit, reciba los mandos del país con el ejército más poderoso del mundo, es una de esas hipótesis que le recuerdan a uno la fragilidad del equilibrio mundial y cómo este puede venirse abajo en cuestión de segundos. Todo dependerá del electorado americano, que parece agotado y al que pueden aplicarse las palabras del malogrado David Foster Wallace: “Cansado de esa forma en que solo se cansan las democracias”.
Un individuo con ropa de obrero destroza a martillazos la estrella Trump en el Paseo de la Fama en el pavimento de Hollywood
La estrella de Donald Trump, candidato republicano a la Casa Blanca, en el Paseo de la Fama de Hollywood (California) ha sido destrozada este miércoles a golpe de pico y martillo. En un vídeo difundido por el blog Deadline, especializado en la industria del entretenimiento, un hombre vestido con uniforme de trabajador de la construcción ha borrado a martillazos el nombre de Trump del pavimento. El autor de los hechos, que asegura llamarse James Lambert Otis, ha enviado supuestamente este vídeo al medio estadounidense. “Ha sido muy difícil. La piedra era como mármol”, ha declarado Otis. Este afirma que su intención es recaudar dinero para defender a las mujeres que acusan a Trump de haberse sobrepasado sexualmente con ellas. Las autoridades han colocado una tienda de campaña sobre la estrella hasta que la Cámara de Comercio de Hollywood, entidad gestora del Paseo de la Fama, decida sobre su posible arreglo.
El candidato republicano, además de tener negocios inmobiliarios, fue director ejecutivo y presentador del reality The Apprentice (El Aprendiz) entre 2004 y 2015. Tras su paso por la televisión norteamericana consiguió en 2007 perpetuar su recuerdo en el Paseo de la Fama. Desde que Trump anunciara su candidatura a la presidencia del país, el altar personal del magnate en Hollywood ha servido a muchos ciudadanos como lugar para expresar su indignación. En las redes sociales, los usuarios han compartido imágenes que muestran excrementos de perros juntos a la estrella, le han dedicado gestos obscenos, escupitajos o la han garabateado. La estrella del candidato republicano apareció este verano rodeada por un muro con alambres y una bandera norteamericana. La acción la realizó un artista callejero para criticar la idea de Donald de levantar una valla fronteriza entre Estados Unidos y México, su país vecino.
Donald Trump, ‘presunto sociópata’ del año de Time, una nueva historia de terror de Stephen King. El anuncio de la designación en su noventa edición, fue hecho por la editora en jefe de la revista estadounidense, Nancy Gibbs, ¿Es para bien o para mal?, se preguntan los ciudadanos; el escritor de ‘La zona muerta’ lo tiene claro, ya se burlaba del candidato republicano y hacía campaña contra él en Twitter: “Si eres un hombre cuya mujer o hijas han sufrido acoso sexual, y estás pensando votarle, la culpa es tuya”; en la novela un tipo llamado Johnny Smith despertaba de un grave accidente de coche después de cinco años en coma y descubría que era capaz de predecir el futuro a través del contacto, ya fuera tocando un objeto o a una persona; ese don (o maldición, según se mire) llegaba a su cenit cuando estrechando la mano de un político en un mitin descubría que este no iba solo a llegar a presidente de los Estados Unidos, sino que iba a iniciar la tercera guerra mundial; no tiene ninguna duda, “lanzará los misiles nucleares a la primera oportunidad que se le conceda”.
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