Los romeritos son un quelite, que se parece mucho al romero que da olor. Esta palabra deriva del náhuatl quilitl, que significa “hierba comestible” y que se convierten en el ingrediente principal del plato que nunca falta en nuestras mesas cada Navidad, en la cena de fin de año y en Cuaresma: los Romeritos.
Durante la época prehispánica, estos quelites eran plantas muy valoradas por los aztecas y aún en nuestros días continúan siendo un alimento muy importante para la gente del campo, por sus grandes beneficios nutricionales y medicinales.
Para la llegada de los españoles, estos eran vistos como maleza, ya que crecían entre las milpas o en las orillas de los caminos, lo cual disminuyó un poco su consumo.
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Sin embargo, nadie se imaginaría en lo que llegaron a convertirse: en uno de los platillos que nos dan identidad y tradición en Navidad. Debido a que su creación se debe a la unión de las festividades religiosas católicas y prehispánicas, donde tanto en conventos como en las casas se consumían platillos de vigilia, en los que no se incluían carnes rojas.
Se sabe que nuestros antepasados indígenas también se preparaban para ayunar apróximadamente en las mismas fechas que los católicos, por lo que realizaban alimentos con vegetales y pescados como los metlapiques. Es a partir de esta herencia española e indígena que nació el Revoltijo (como también se le conoce), hecho con ingredientes locales y con europeos que llegaban a la Nueva España.
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Es muy común preparar los Romeritos en una cazuela de barro a la que se le añaden la manteca, el pipián, hecho con una mezcla de chile ancho y ajonjolí; se agregan los romeritos, las papas rebanadas y los nopales cocidos; un poco de caldo, trozos de torta de aguautle (actualmente hechas con camarón seco y huevo) y algunos camarones enteros, dejando que todo se sazone.
Otra de las versiones es que al comer mole y pollo en nochebuena, el día 25 se creó el Revoltijo para aprovechar las sobras del mole al que se le agregó romeritos.
FUENTE: Cocina delirante