Hacer una lista de los cancunenses pioneros o fundadores puede ser un juego de espejos, porque siempre se caerá en la injusticia de la omisión. Los cancunenses esenciales no son cien ni doscientos. Pueden ser una larga y borrosa lista, con sus claroscuros, con sus matices, con sus acentos particulares.
Jamás habrá coincidencias en cuantos nombres, porque los básicos los conocemos, pero no sabremos quiénes fueron los otros.
Conocemos los nombres de los primeros ingenieros, de los primeros comerciantes, de los dirigentes, de los que se hicieron cargo de las primeras obras, de los que ocuparon los primeros cargos, de la primera cocinera, y en fin, de los que fueron primeros en casi todo.
Pero no conocemos a los que cargaron las primeras piedras, a los que hicieron las primeras mezclas, a los que choferes de los primeros volquetes, a los que abrieron los primeros caminos, a los que tumbaron los primeros árboles, a los que levantaron los primeros muros, a los que por primera vez dejaron aquí el testimonio del porvenir con sus manos, con sus sueños, con sus desilusiones, con sus lágrimas, con su sudor.
Bertolt Brecht, en “Preguntas de un Obrero Que Lee”, escribe:
“¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas? En los libros figuran sólo los nombres de reyes. ¿Acaso arrastraron ellos bloques de piedra? Y Babilonia, mil veces destruida, ¿quién la volvió a levantar otras tantas? Quienes edificaron la dorada Lima, ¿en qué casas vivían?”
“¿Adónde fueron la noche en que se terminó la Gran Muralla, sus albañiles? Llena está de arcos triunfales Roma la grande. Sus césares ¿sobre quienes triunfaron? Bizancio tantas veces cantada, para sus habitantes ¿sólo tenía palacios? Hasta la legendaria Atlántida, la noche en que el mar se la tragó, los que se ahogaban pedían, bramando, ayuda a sus esclavos. El joven Alejandro conquistó la India. ¿El sólo? César venció a los galos. ¿No llevaba siquiera a un cocinero? Felipe II lloró al saber su flota hundida. ¿Nadie lloró más que él?
Los nombres esenciales de esta ciudad están en el anonimato. Los que llegaron aquí empujados por el destino, por la vida y sus azares, por las quimeras dibujadas en el tiempo”.
Por eso es digna de encomio la iniciativa de Víctor Fosado Manfrino de convocar a un homenaje de amigos a don Isauro Kanxoc Pacheco, constructor de las palapas del parque que así se llama, y de tantas otras palapas de filigrana en hoteles y casas particulares. El Parque de las Palapas debe llevar el nombre de don Isauro.