El periodismo contemporáneo no sólo registra los hechos, no únicamente documenta el acontecer cotidiano, sino que en muchas ocasiones se convierte en actor y protagonista de los sucesos. El periodismo, como actividad practicada por mujeres y hombres comprometidos con su tiempo y con su circunstancia, no mira con lejanía el devenir de la sociedad, ni se pone al margen de los acontecimientos, sino que atrapa a la realidad y se contamina o se enriquece a su contacto.
La comunicación –sobre en de las redes digitales- ejerce una gran influencia en las sociedades modernas. Las redes sociales han le han dado una nueva épica a la historia. De aquí se desprende una gran responsabilidad, sobre todo ética y moral, para los medios no como corporaciones, no como sociedades anónimas, sino como empresas e interés público, hechas por personas que dan la cara y que exponen -en las impredecibles leyes del mercado- su capital.
En un sistema democrático el periodismo es un instrumento de la sociedad que debe servir de contrapeso a los abusos del poder. En los sistemas autoritarios la prensa es cómplice y comparsa, que es utilizada nada más para difundir las versiones oficiales, es decir, para enmascarar la realidad.
La relación entre la prensa y el poder es, en nuestro tiempo y espacio, mas que compleja, tortuosa. A veces da la impresión de un matrimonio desavenido, donde se miden fuerzas o se regatea el gasto. Pero he aquí el error. Entre periodistas y los príncipes nunca debió existir matrimonio y mucho menos concubinato, sino una relación de respeto pero con casa aparte.
Ino de los atributos del poder es la seducción, y la prensa a veces cae de rodillas, ya sea porque las finanzas son débiles o los principios endebles, o bien porque los orígenes son de dudosa estirpe.
La prensa no debe descalificar a ultranza ni avalar conductas; sólo debe señalar, puntualizar, proporcionar elementos para entender la realidad. No imponer dogmas; debe ofrecer puntos de vista, motivar a la reflexión; buscar resonancias inéditas en la vida cotidiana; inducir al gozo de la vida.
Cuando hayamos construido una auténtica democracia, la sociedad será el verdadero poder.
Las afinidades de intereses con el poder en cualquiera de sus vertientes, ya sea político, público o privado, pueden ser legítimos, pero siempre serán transitorios, perecederos, amoríos de ocasión.
La prensa debe contribuir al mejoramiento humano y fomentar la utilidad de la virtud, que quería José Martí, entre otras cosas. No es ocioso, creo, hablar de esto.