La confrontación entre el candidato del PRI-Verde-Panal, Mauricio Góngora Escalante, y el de la alianza PAN-PRD, Carlos Joaquín González, tomó un cariz muy personal. Sin embargo, habría que entender que hay motivos muy profundos para que sea de esta manera, pues si hacemos un poco de memoria vamos a ver que ambos contendientes comparten raíces históricas profundas.
Son vecinos desde la niñez. Se conocen hace décadas y desde entonces han construido sus proyectos de vida cerca el uno del otro, pero en paralelo. Hasta que hoy en día se cruzan en un escenario donde son adversarios abiertos.
Las campañas políticas que realizan en pos de la gubernatura transcurrían cada cual por su respectivo carril, con ciertos lances y roces sutiles, hasta que empezaron a subir de tono para convertirse en invectivas directas.
Recientemente, Góngora Escalante grabó un spot en video en el muelle de cruceros de Cozumel, donde lanzó esta frase que es el nuevo hilo conductor de su discurso: “Nuevas reglas”.
Allí toca un tema muy sensible entre la población cozumeleña. Durante décadas, un par de familias se han apropiado de la atención de los cruceristas desde que llegan a la isla. Sin permitir que los miles de visitantes se acerquen siquiera a los demás negocios de la población, los encauzan y acotan para que únicamente acudan a sus locales. Tiendas, restaurantes y otros servicios, monopolizan al grueso de los turistas.
Entre esas familias se encuentra la que fundó su cacicazgo en esa isla don Nassim Joaquín Ibarra, hace más de 70 años, y quien es propietario de la más notoria concesión de distribución cervecera, además de más de una docena de constructoras, hoteles, tiendas de conveniencia, de la Distribuidora de Combustibles de Quintana Roo, así como de un número importante de bienes inmuebles de renta, desde algunos muy antiguos, pasando por modernas torres de condominios. Entre otros negocios.
El candidato del PRI-Verde-Panal, se refirió a esa práctica monopólica que beneficia sólo a su familia, mientras el resto de los cozumeleños han visto el declive de sus negocios precisamente por esa práctica insolidaria del `clan Joaquín´.
Como tantos cozumeleños, Góngora Escalante acabó cuando joven como empleado de ese grupo empresarial.
Mientras tanto, Carlos Joaquín era el hijo del dueño de esos negocios. En su juventud fue empleado de Aerocaribe, una aerolínea regional de la que era dueño su padre, don Nassim, en las oficinas representativas de Mérida, donde creció el ahora postulante pan-perredista.
Así, ambos políticos (Carlos Joaquín es apenas tres años mayor que Góngora), se conocen desde la niñez. Uno era el `Junior´ hijo del dueño del gran capital cozumeleño y de la Península, mientras otro forjaba su carrera a pulso de trabajo propio, sin heredad ni apellidos blasonados. Sin escudos de armas.
Queda claro que se veían, quizás en la lejanía que les correspondía al pertenecer a distintos grupos sociales, familiares y de amigos. Pero se vieron crecer desde entonces. Coincidían de pequeños en el verano de la isla, cuando Carlos Joaquín visitaba a su padre.
Los asertos puntuales de Góngora Escalante, sobre su carrera construida a pulso de trabajo, sin que nadie le regale o le herede nada, tienen su origen precisamente en esta larga historia de coincidencias en el tiempo, pero de desencuentros en la formación con Carlos Joaquín.
Hoy lo que vemos en la puja por la gubernatura del estado es una verdadera confrontación de dos rutas de vida completamente distintas. Una hecha con esfuerzo personal, y otra complacida por la casualidad del nacimiento en una cuna hecha a mano.
Por eso la insistencia de Carlos Joaquín y sus aliados del empresariado para animar a la población a votar masivamente. Empleados mal pagados, sin seguridad laboral suficiente y desdeñados, no han respondido a ese llamado.
Mientras Góngora anima a los trabajadores a votar para tener los mismos privilegios que los turistas; acceso a los parques temáticos, un reparto de propinas más justo y oportunidad de beneficiarse de los cruceristas de Cozumel antes que los monopolios que los pastorean.
Son dos formas completamente distintas de ver la realidad de Quintana Roo, que se forjaron desde la visión que les dio esa niñez en particular.
Cinthya Osorio de Góngora, también ha trabajado arduo
Y aunque puede resultar también singular, no se debe dejar de lado que la esposa de Mauricio Góngora, Cinthya Osorio, es también una priísta militante de hace más de 20 años. Más que los que acumuló Carlos Joaquín desde que lo invitaron a ser tesorero en Solidaridad.
Militó en las fuerzas juveniles del PRI desde que su mamá, Alma Rosa Rosas, era dirigente de la CNOP de ese partido en Benito Juárez, Cancún.
Posteriormente colaboró en la campaña de Rafal Lara Lara para la presidencia municipal de Cancún, y fue funcionaria de esa administración. Con Francisco Alor Quezada también trabajó desde su campaña, en el área de Relaciones Públicas.
Osorio de Góngora, curiosamente, trabajó como secretaria particular de la señora Gabriela Rejón, esposa de Carlos Joaquín, cuando éste fue presidente municipal de Solidaridad y su cónyuge presidenta honoraria del DIF municipal.
De manera que tanto Góngora Escalante como su esposa Cinthya conocen bien a sus oponentes políticos.
No se trata de una rivalidad que hubiera iniciado actualmente. En realidad, lo que les hace coincidir como contrincantes, fue el hecho de que Carlos Joaquín haya renunciado al PRI, un partido que prefirió apostarle a uno de sus miembros de la clase trabajadora y no a un heredero de un clan donde los hijos, aparentemente todos, se sienten con el derecho de recibir a Quintana Roo para gobernarlo por derechos de apellido.