Son muchos los agravios. Son muchos los atropellos. Son muchas las sinvergüenzadas. Son muchos los latrocinios. Son muchos los desfalcos. Pero todavía el pueblo quintanarroense le seguía pagando a Roberto Borge cerca de cuatro decenas de escoltas. El colmo.
Por eso, lo menos que se podía hacer era retirarle 34 escoltas. Con los miles de millones de pesos que tiene, lo menos que puede hacer es pagarse sus guardias personales. Si tuviera sentido común, su tuviera un mínimo respeto a la ciudadanía, él mismo hubiera prescindido de esa carga al erario, sobre todo en estos momentos en que hacen falta elementos policíacos para reforzar la seguridad de la gente común y corriente.
Pero el poder marea. El poder extravío a Roberto Borge, que de la nada ascendió a la máxima responsabilidad política en Quintana Roo, y no supo estar a la altura. Utilizó el poder para el mal. Utilizó el poder no para servir sino para servirse con la cuchara grande.
La ciudadanía está a la espera de que se le finquen responsabilidades penales claras y concretas, y que se restituyan al patrimonio del estado los bienes de las que indebidamente se apropió.
Los despojos son cuantiosos y la sociedad espera que no haya impunidad.
La mentalidad de los corruptos es perversa, intrínsecamente perversa. En opinión del psicoterapeuta y escritor Luis Muiño, el peso de la conciencia en estas personas no existe. «Se consideran por encima del bien y del mal, como diría Nietzsche. No tienen la escala común de valores que tiene el ciudadano. Duermen tranquilos, vamos, no muestran signos de arrepentimiento ni de culpa, sin atenerse a la norma moral del resto, que además consideran que la moral es la del perdedor y los mediocres. Es más, justifican sus actos». No muestran pesar, no comparten un sentido de la ética común: «Son muy ególatras, tremendamente narcisistas, consideran que están por encima del resto, y esta característica es la misma que en el caso de los estafadores y los asesinos en serie».
Quizá es por eso que Borge piensa que merece que sus cuatro decenas de escoltas sean pagados por el pueblo al que saqueó hasta el hartazgo. Lo merezco, lo merezco, ha de pensar en su fuero interno.
Si los corruptos no tienen ningún peso en su conciencia, si creen que merecen los millones de dólares que hurtaron, entonces aquí debe entrar la siquiatría y no sólo fiscales y jueces.
Bienvenida la medida de retirarle 34 escoltas. Pero falta más.
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