Cuando Mario Villanueva fue designado candidato a gobernador del estado, la oposición ni siquiera había salido de su huevo en Quintana Roo. El PRI era el partido absoluto. De hecho, Partido, Estado y Gobierno eran la misma cosa. Por tanto, esa trinidad tenía el monopolio de la verdad y de los asuntos públicos.
Al asumir esa candidatura, y desde esa posición de `tlatoani´, Villanueva Madrid jerarquizó su discurso de campaña en tres ejes principales: Justificó su elección en tanto que su partido lo escogió como el liderazgo lo más representativo, luego expuso su calidad de `amigo del pueblo´ al que iba a gobernar de la mano (échenme la mano, decía como sello de su gestión), y no menos importante, presentó su ánimo de `purgar´ al sistema, enfilando contra quienes señaló de `enemigos´ del estado, que en este caso eran miembros de su mismo partido y compañeros de gobierno en todos los casos.
Sin que fuera realmente necesario para ganar en las urnas, pues quedaba claro que no había enfrente ningún líder opositor fuera del PRI con los tamaños para enfrentar al `sistema´, procuró azuzar a quienes pedían auditorías y revisiones a sus antecesores, con el ofrecimiento de que llegaría hasta las últimas consecuencias.
Y así lo hizo al asumir la gubernatura: Más de una docena de, para entonces, ex funcionarios, cayeron en esta campaña persecutoria emprendida por Villanueva contra los suyos. Las pesquisas hallaron desfalcos, desvíos y toda suerte de irregularidades. En consecuencia, pisaron la cárcel un ex presidente municipal de Cancún, y unos 12 ex funcionarios del nivel estatal.
Villanueva hizo lo que le pareció justo y en función de un presunto clamor popular, que no iba más allá de la clase política priísta. Cancún ni pintaba con un peso político, lo cual además le permitió a Mario ser su presidente municipal.
En la actual campaña política ocurre algo similar, pero con matices bien interesantes.
Carlos Joaquín González, priísta de formación, utiliza un esquema casi copiado al que usó Villanueva Madrid. Los mismos pasos: Justificó su irrupción en el escenario de competencia por la gubernatura: “Soy el más idóneo… antes pensaron distinto y se equivocaron… soy quintanarroense”. Luego, se puso a nivel de piso: “Aunque nací con oportunidades, quiero trabajar por los que son iguales o mejores que yo”. Su tercer paso inmediato, fue enderezar la oferta de una purga: “Caiga quien caiga”.
Desde entonces, hizo especial énfasis en su oferta de llevar a la cárcel a los presuntos responsables de endeudar la estado. Es el delito que les imputa.
La diferencia sustancial entre aquél momento de Mario Villanueva y el de Carlos Joaquín, es que en este segundo caso, el candidato que ofrece ejecutar una `purga´ y `castigar´ a otros políticos, ya no forma parte de ese `sistema´ donde no había oposición y donde el partido y el gobierno eran lo mismo. Desde fuera lo amenaza.
Carlos Joaquín formó parte de la misma administración en la que se originó esa deuda que ahora quiere utilizar como bandera de campaña, estando no solo fuera del gobierno, sino del PRI. Tuvo la osadía, seguramente porque presiente una protección muy especial, de abdicar incluso de su pertenencia al gobierno federal.
Fue presidente municipal de Solidaridad y secretario de Turismo estatal, en ese gobierno que solicitó créditos para enfrentar la inercia de la administración.
Y aquí seamos crudos. El ánimo de revancha, venganza o de `justicia por mano propia´ que utiliza Carlos Joaquín como eje principal bandera, tiene su origen en una circunstancia muy específica.
Siendo gobernador Félix González Canto, la nómina del gobierno del estado engrosó notoriamente. En ese entonces, miles de burócratas en el sur del estado veían con buenos ojos que sus familiares ingresaran a la nómina, que se aumentaran las secretarías, subsecretarías, direcciones generales, de área y jefaturas de oficina.
El Sur ha vivido y aún es así, directamente de los fondos públicos convertidos en puestos de trabajo. Esa medida populista era el regocijo de un Chetumal vibrante y en pleno desarrollo.
Carlos Joaquín gobernó Solidaridad con un porcentaje alto de participaciones estatales y federales que le llegaron puntuales, sin retraso, no sólo porque había recursos producto de esos créditos, sino también porque tuvo el respaldo del gobernador para realizar su gobierno.
Durante el gobierno de Roberto Borge, una vez que resultó electo Enrique Peña Nieto, una revisión de las finanzas públicas del país determinó que era necesario hacer ajustes. La caída de los precios del petróleo, la crisis inmobiliaria de Estados Unidos y la depreciación del peso, obligaron a exigir un recorte operativo no sólo en el gobierno de Quintana Roo, sino en todo el país.
De forma puntualizada, se determinó que en el estado la nómina del gobierno del estado pesaba demasiado en contraste con su nuevo escenario de ingresos. La deuda, pero también las condiciones del contexto obligaron a una dolorosa decisión para cientos de familias en el Sur del estado, donde se acentuaron los recortes por la sencilla razón de que allí se concentraban más burócratas y porque se entendía que el gobierno era su fuente principal de subsistencia.
No es fácil para nadie ponerse en los zapatos de alguien que pierde su fuente de empleos de un día para otro. Los efectos negativos se amplían a la familia porque acota los sueños de un mejor futuro para los hijos y para los que dependen de esa fuente de ingresos. Multiplicado por todos los afectados, ese se convirtió en una `bomba de tiempo´ que sólo se necesitaba enfilarla hacia alguien, por los motivos que sea, para que su onda expansiva calara contra algún responsable.
Carlos Joaquín cultivó y azuzó esa dolorosa situación de las familias, y la hizo coincidir con su propio ánimo de revancha. Como dice la publicidad de su marca favorita de relojes: “Un Rolex no cambia el mundo, es para los que hacen cambiar el mundo”.
Y así se propuso cambiarlo:
“Caiga quien caiga”, les repite una y otra vez a esos representantes de las familias afectadas por los recortes presupuestales. El resultado no necesita explicaciones. Con toda lógica y por la naturaleza humana, sus arengas han tenido el respaldo de todas esas personas que quisieran ver sufrir aunque sea un poco a aquellos que consideran responsables de la pérdida de sus fuentes de ingresos.
Para no permitir que se decaiga ese sentido que anima su campaña en pos de la gubernatura, ha ofrecido que va a “recuperar la deuda” para usarla en beneficio de los quintanarroenses.
¿Qué significa eso? Bueno, el mismo Carlos Joaquín tendría que explicar cómo recuperaría la deuda para luego repartirla cual Robin Hood del Caribe.
Pero lo que queda claro, es que el concepto de la `purga´ contra sus ex compañeros de partido y de `sistema´, quedó más que clara desde hace aproximadamente un mes, cuando el 21 de abril declaró en forma literal, que `habrá cárcel´ para los que considera responsables de ese endeudamiento.
Igual que Mario Villanueva, pero con la desventaja de…
Como se ve, Carlos Joaquín utiliza la misma estrategia propagandística que usó Mario Villanueva en su momento. Esas coincidencias se han hecho aún más marcadas en la medida que ambos se han enviado señales de cordialidad y comprensión de sus diferentes y específicas circunstancias. El Sur del estado es su bastión compartido.
En su momento, siendo candidato Villanueva Madrid se propuso ejecutar una especie de `justicia´ al interior de su partido y de los suyos, pues los consideró ventajosos y `gandallas´ –para usar sus propias palabras–. Al llegar, purgó a su partido y al gobierno simultáneamente, porque además eran lo mismo. No tuvo ningún problema para llevar a prisión a todos los que quiso.
Hoy Carlos Joaquín encontró ese nicho de inconformidad que nutre la animosidad de sus mítines en Chetumal. La diferencia, que es evidente y quizás determinante, es que ya no pertenece a ese PRI que lo hizo presidente municipal, secretario de Turismo y diputado federal; donde encontró cobijo, apoyo y ayuda, por cierto con esos recursos que hoy dice que va a recuperar.
Está en la oposición, fuera de esa órbita que se auto defiende y auto re-construye y que denominamos en forma superficial `el sistema´.
Si alcanza su cometido, sus seguidores le van a exigir que lleve a la cárcel a quienes ha señalado como responsables de esos despidos. De esa `re-ingeniería financiera´ que achicó el gobierno para hacerlo más operativo. Eso les ha vendido como oferta de campaña y ya se lo compraron.
La respuesta fue del mismo tamaño que la suya…
Más de tres semanas después de su oferta de llevar a la cárcel a sus ex compañeros, para beneplácito de sus enardecidos seguidores, el `sistema´ al que perteneció le dio una respuesta en el mismo sentido. Lo acusaron de nexos con el crimen organizado y, por tanto, le mandaron el mensaje de que tienen las mismas intenciones de verle tras las rejas. De que es correspondido con el mismo cariño que le tiene a las personas que lo trajeron de Yucatán para reinventarse en Quintana Roo.
¿Se merece esto Quintana Roo? Pues quién sabe, pero eso es lo que hay.
La pregunta es si de veras hay sustancia ambas acusaciones y en las advertencias de llevar a unos u otros a prisión.
Ya es muy tarde para dar marcha atrás en ambos equipos.
Quedan pocos días para la gran purga, esa si, que harán los ciudadanos en las urnas.
La sociedad quintanarroense, al menos la que está interesada en los asuntos públicos, está en uno u otro segmento. Va a esperar que su ganador cumpla y le de el regocijo venial de encerrar a alguien en una fría celda. De ver sufrir a su respectiva familia, a sus seguidores cercanos. Así las cosas.
