CORRE LA VOZ
Por: Jorge Castro Noriega
CANDIDATO A GOBERNADOR de una alianza híbrida entre un partido de cuestionable derecha con ínfima presencia en el estado y un partido de izquierda más robusto donde el populismo y la demagogia se receta en cada elección a cucharadas a una militancia ávida de mesías salvadores que suponen tan pobres y marginados como ellos, Carlos Joaquín González, es cierto, no tiene culpa alguna de haber nacido en pañales de seda y en cuna de madera fina forrada de tul. Gracias al trabajo y duro esfuerzo de su familia, que no llegó precisamente a Cozumel con las mismas oportunidades de las que ahora se jacta él en sus spots promocionales, fue uno de los pocos afortunados quintanarroenses a los que la pobreza de la zona maya, de los pueblos de pescadores y de la zona agrícola del estado, no le impactó de niño, ni de joven, ni en edad adulta. Ha sido, pues, siempre un privilegiado.
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PERO HAY ALGO de lo que sí puede ser culpable Carlos Joaquín, y es de la brecha de aceptación y popularidad que su desenfadada –cuanto innecesaria– presunción de sus orígenes está abriendo entre él y su más acérrimo contrincante, el candidato priista Mauricio Góngora Escalante, para decepción de sus seguidores que, hay que reconocérselo, no son pocos, pero tampoco eternos. Porque mientras el cozumeleño avecindado en Yucatán ha marcado entre el electorado que él es emanado de la riqueza, de la opulencia, de una casta divina que es prácticamente dueña de media Isla de las Golondrinas, el candidato del PRI ha hecho todo lo contrario: enarbolar sus raíces populares, sus inicios laborales como “botones” hotelero y tianguista, para llegar al ánimo de la gente. De nacer así, claro, Mauricio tampoco tuvo la culpa, como tampoco la tienen miles de quintanarroenses que hoy se ven reflejados más en él pues su pasado coincide con su mensaje de que en Quintana Roo todo lo que se propone se puede lograr.
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INSISTIMOS, AL MEDIO hermano del secretario nacional de Energía le está fallando la brújula a mitad del camino entre la honestidad desenfadada que expresa sobre su buena fortuna familiar y la congruencia ideológica que debe demostrar ante un electorado que, comentábamos ayer, está fastidiado de políticos insensibles y de discursos triunfalistas que sólo ofenden, con sus actos, a quienes se encuentran en el extremo opuesto de la madeja de intereses políticos y económicos que representan una elección. Escéptico y renuente a votar, al electorado hoy se le gana sin duda con campañas de sencillez y no con exhibiciones contradictorias con la realidad en la que vive la mayoría, que es a la que Carlos Joaquín considera desafortunada por no haber nacido, como él, con grandes oportunidades.
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