A Carlos Joaquín González no le alcanzaron los (escasos) 17 años de militancia en el PRI para convertirse en una figura atractiva como candidato de una alianza opositora a este partido. Sin embargo, sí es interesante su nuevo papel en el escenario político, como la `piedra en el zapato´ que se le metió a su hermano, Pedro Joaquín Coldwell.
Porque la principal duda que se debe disipar en este momento al respecto de esta renuncia, es si acaso el hermano mayor del `clan Joaquín´, apoyó, alentó o al menos recomendó a su familiar enfilarse por este camino en contra de su partido. También si se desmarcará abiertamente, o si de forma sigilosa lo empujará en sus intenciones, como se podría inferir.
Siempre ha habido sospechas sobre el apoyo que brinda el actual secretario de Energía a sus familiares cuando éstos deciden remar contra el régimen. Para la clase política enterada, ni duda cabe de que la mano que `meció la cuna´ para despertar las sospechas sobre el entonces gobernador, Mario Villanueva Madrid, tuvo y tiene su origen en Cozumel, en el seno familiar de Don Nassim Joaquín, luego de que el chetumaleño arrebatara la candidatura a Doña Addy Joaquín Coldwell, para entregársela a su paisano, Joaquín Ernesto Hendricks Díaz.
Aquí en Quintana Roo se asume en forma implícita que se trató de una venganza del grupo familiar `Joaquín´, que nunca habría dejado pasar un agravio de tal magnitud.
Y quizás desde entonces, también, nació la `leyenda urbana´, en el sentido de que los miembros de ese apellido han nacido `predestinados´ a ser candidatos a la gubernatura, sin ningún mérito más que el propio nombre.
En aquella ocasión Coldwell libró el debate sobre su lealtad al PRI, porque estaba más claro mediáticamente el papel `rebelde´ que protagonizaba Villanueva Madrid en esa escaramuza, cuando retó abiertamente al presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
Pero los amarres con la oposición al PRI fueron claves en ese `descubrimiento´ de las presuntas actividades ilegales de Villanueva. El entonces senador perredista, Félix Salgado Macedonio, arribó a Quintana Roo con su estilo `fiero´, de pañuelo en vez de corbata, chamarra de cuero en vez de saco, y acusó con `dedo flamígero´ a Villanueva Madrid de ser socio del narcotráfico.
La conexión entre Salgado Macedonio y Joaquín Coldwell quizás no estaba muy clara entonces. O quizás alcanzó a pasar desapercibida en el huracán informativo que revolvía a Quintana Roo. Al guerrense senador lo trajo evidentemente el para entonces defenestrado líder de la CROC, Salvador Ramos Bustamente, ya convertido al perredismo y protegido entonces de un líder de creciente carisma, Andrés Manuel Lopez Obrador. Ramos Bustamante vio su esplendor como líder sindical con Pedro Joaquín Coldwell, de cuya amistad siempre ha presumido.
Y se desgranaron entonces una serie de artículos en la prensa sustentando la acusación, con base en un reporte llamado `Informe Tropical´, que citó el New York Times, y por supuesto en primer lugar el periódico Reforma, el mismo que ha publicado en las últimas semanas filtraciones y opiniones siempre favorables a la malograda aventura de Carlos Joaquín, el `hermanito´ de Pedro, en pos de la candidatura priísta al gobierno del estado.
El gobierno de Zedillo echó toda la `caballería´ contra Villanueva Madrid, cuando el entonces procurador General de la República, Jorge Madrazo Cuellar, emitió un comunicado para confirmar que había una investigación en marcha contra el entonces gobernador, jurado enemigo de Pedro Joaquín Coldwell. El contexto adverso ya estaba armado con un `tejido fino´.
Hasta ahora los análisis de coyuntura han apuntado, con toda lógica, a hacer un balance de los `positivos´ y la presunta fuerza política que pudiera representa el `hermanito´, Carlos Joaquín (porque para los medios nacionales sigue siendo `el hermano´ del secretario de Energía antes que un aspirante serio a la gubernatura), para hacer una prospección sobre su desempeño. Para decirlo en palabras simples, para saber si le alcanza el capital político para convertirse en un riesgo para el PRI.
Y no.
Queda muy claro que no ha podido demostrar un discurso sólido para sustentar su salida del PRI. No ha demostrado un `arrastre´ como para advertir una desbandada del tricolor. Llamarle `ruptura´ a su accionar, es sobrevaluarlo. Si acaso es una `astillada´.
Carlos Joaquín tiene, como el mismo dice, 17 años en el PRI, y cuenta con 51 años (enero 1965). Eso quiere decir que se convirtió al priismo exactamente cuando fue nombrado tesorero de Solidaridad en 2002 y a los 37 años de edad. Y de allí, como es conocido, saltó a la presidencia municipal a instancias del entonces gobernador, Félix González Canto, primo suyo por cierto, y quien también lo hizo luego secretario de Turismo estatal y posteriormente diputado federal.
Carrera partidista, siendo estricto con los términos, no tiene.
La irrupción de Carlos Joaquín en la carrera interna por la candidatura priísta al gobierno del estado, fue completamente desacertada. Cambió su `slogan´ en varias ocasiones hasta desaparecerlo. Usó el `slogan´ de “Izquierda Joaquinista”, sin trazar bien su estrategia, porque nunca habría funcionado si quería ser abanderado del PAN.
No consiguió tampoco penetrar en el `corazón´ de sus seguidores, como para esperar de ellos una desbandada del PRI para `engordar´ su aventura. Lo siguieron unos cuantos, que más bien esperaban un espacio a la hora de las negociaciones, como ocurrió en el pasado proceso, cuando les alcanzó para hacer presidentes municipales a Filiberto Martínez y a la frustrada edil Edith Mendoza Pino.
Se va solo al PRD y espera que le abran la puerta del PAN, donde una `enfermedad´ infecciosa tiene famélicos a ambos partidos. Son `presupuestívoros´.
Se acostumbraron y se hicieron adictos al presupuesto. Olvidaron el trabajo de la calle, el activismo político, cuando les abrieron la puerta de una oficina con aire acondicionado, con secretarias y viáticos para empezar la fiesta.
Los dirigentes del PAN y del PRD están esperando que Carlos Joaquín `jale la carreta´, para hacerlos llegar a cargos… a diputaciones plurinominales, a regidurías.
Y son demasiados en la fila como para que todavía quepan sus seguidores priistas. Ellos preferirán quedarse para esperar un premio de consolación, que seguramente sí les llegará. En el PRI funcionan mejor esas cosas.
Por todo eso no se debe preocupar el PRI ni su cuadros dirigentes que armarán la campaña una vez que se designe al candidato.
A partir de este momento el secretario de Energía del gabinete de Enrique Peña Nieto, Pedro Joaquín Coldwell, tiene los reflectores puestos sobre él. A ver qué hace.