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+ Claro que hay un favorito; siempre ha sido así y todos lo saben
+ Romper las `reglas no escritas´, es escoger la marginalidad y la derrota
En la política en general, no sólo en México sino en el mundo y a lo largo de la historia, no hay ingenuos. Pero especialmente en el PRI, mucho menos. Si algo ha demostrado este partido es que acoge, protege e impulsa, de manera especial, a quienes tienen esa capacidad de entender los resortes más íntimos del género humano. Su naturaleza le ha hecho sobrevivir, y ésta es la de reproducirse y afianzarse al poder como primer objetivo.
En esa meta, que se ve trastocada precisamente cuando las `fisuras´ dan pie al empoderamiento de su oposición, depende de la `disciplina partidista´, que no es otra cosa que asumir el papel que toca a cada quien en el engranaje de la llamada `maquinaria´.
En el estado hay 11 presidencias municipales, de manera que no todos los aspirantes pueden alcanzar la nominación; así como 15 diputaciones de mayoría y 10 de representación proporcional. El punto aquí es que cada seis años, en el PRI sólo una persona puede ser el candidato o la candidata al gobierno del estado.
Los priístas, mejor que nadie, saben que el proyecto no lo conforma una sola persona, sino que depende de la aceptación, casi renunciación de los que no resulten ungidos, para fortalecer la opción general de las siglas partidarias. Una persona va a la encabeza, pero su contundencia electoral como instituto político, se mide en función del acto de abstinencia de los que no llegarán el encargo, por lo menos en la ocasión en ciernes.
En unos cuantos días más, el PRI habrá de decantarse, con sus mecanismos `secretos´, sus conciliábulos cupulares y con negociaciones íntimas, muy lejos de la mirada pública y hasta de la mayoría de sus adeptos (porque así se conduce este partido cuando dilucida las candidaturas), para designar a quién habrá de firmar la solicitud de registro como abanderado a la gubernatura ante el Instituto Nacional Electoral.
Junto con el aval del PRI, muy probablemente, irán las firmas de los representantes del Partido Verde; del Partido Alianza Social y del Partido Encuentro Social.
Como siempre, hay un favorito. Y aquellos que pretendan hacer como que esto no ocurre, acusando abierta o veladamente de `dados cargados´ o de torceduras democráticas, simplemente fingen una ingenuidad que les hace ver como bisoños.
Es cierto que ser favorito no es garantía de triunfo en la contienda interna, pero ayuda mucho. Sobre todo cuando el `padrino´ tiene un músculo político saludable, con referencias óptimas de desempeño administrativo y electoral.
En el caso particular de Quintana Roo, el gobernador Roberto Borge Angulo está en una cuenta regresiva para culminar su proyecto político, y desde luego que lo quiere coronar influyendo en la determinación que acabará avalando su partido para presentarse a la elección estatal.
Queda claro que su sexenio no acabará allí. No terminará cuando se elija a quien contienda para sucederlo, porque claramente ha trabajado en forma intensa en paralelo a su proyecto de gobierno, para robustecer al PRI como opción político-electoral. Allí están los resultados en los procesos de renovación de las presidencias municipales, el Congreso local, y las diputaciones federales.
El enredo en el que está sumidos los partidos opositores al PRI, sin oportunidades de presentarse en forma competitiva al concurso de las preferencias ciudadanas, sin cuadros emergentes, confundidos y metidos en una guerra intestina, es en mucho atribuible a la estrategia planteada por Borge Angulo, en la perspectiva de su mandato.
Los que han prosperado formando parte de ese proyecto, entienden que no se trató, como no se tratará tampoco en lo sucesorio, de un tema estrictamente personal. Ha sido un proyecto de partido, donde se entiende que sólo uno es candidato; sólo uno es gobernador, y donde cada quien asume el papel que le corresponda.
Es cierto que hay un sello, un estilo y un acento personal. Como lo habrá también en adelante. La única garantía de triunfo es que todos, en lo individual, sumen sus esfuerzos aún pasado el momento clave de la designación de la candidatura.
En este canal, en donde se ha aceptado el papel de `capitán´ del proyecto partidista a Roberto Borge, se encuentran la mayoría de los aspirantes. Cierto que todos tienen merecimientos, sobre todo y precisamente, porque entienden y asumen esta naturaleza genética del PRI. Con sus `reglas no escritas´ y sus decisiones cupulares, que luego caen en `cascada´ para reconocer y retribuir a todos los participantes que no se `rajaron´, sabiendo que las cosas funcionan así.
Cierto que hay un favorito y también es cierto que el `capitán´ del equipo aspira a dejar el cargo en manos de quien considera que le daría continuidad a obras, programas, incluyendo aquellos que le interesen más de forma personal. ¿Es esto nuevo? ¡Por supuesto que no!
La tarea de los demás, de lo que no ocupan ese lugar especial en el esquema personal del líder político, es presentar sus lealtades y confirmar que están tan listos para convertirse en `el candidato´, tanto o igual que para no serlo. Porque también es cierto que pueden.
Excepto uno.
Claro, el que decidió `romper´ esta inercia de trabajo en equipo. Aquél que ya dijo, en voz de su esposa, que el PRI no es la única vía para satisfacer sus objetivos, que son más bien personales antes que de grupo o de partido. En este partido no se premia la `marginalidad´, sino que por el contrario, relega a quienes asumen como prioridad sus intereses individuales.
Así las cosas, la decisión está a pocos días de decantarse y el escenario, aunque algunos quisieran interpretarlo de otra forma, está muy claro. Quien resulte candidato necesita que esta actitud de aceptación de `un solo liderazgo´, se mantenga y se repita.
Con todo y algunos leves devaneos, no hay berrinches ni fisuras. La inercia en el PRI permite ver que en el futuro cercano, habrán de decidir a su candidato, para apoyarlo con la `maquinaria´ bien `aceitada´, y manteniendo a Roberto Borge como el `capitán´ hasta el último día de su mandato. En esos términos actuó el gobernador cuando le tocó ser el candidato. Es la lección que han aprendido y ahora toca a los aspirantes reproducirla, si quieren mantener su posicionamiento como el partido gobernante. @Antoniocallejo