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+ La `disciplina´ al estilo priísta, clave de sus triunfos
+ Las aventuras personales han causado sus derrotas
Hay un PRI donde se vale disentir. Donde es bien aceptado emprender una campaña personal basada en los logros individuales, en donde las ideas y hasta los insultos se ventilan abiertamente, para que los vea el electorado al desnudo. Es aceptado también traer a otros ciudadanos que garanticen más votos, a veces sin escrutar a detalle la biografía de esos `externos´. Sólo que ese PRI ahora se llama PRD.
La historia del Partido Revolucionario Institucional, desde su fundación en 1928 (cuando era en Partido Nacional Revolucionario, hasta 1938), y pasando por su etapa con la denominación Partido de la Revolución Mexicana, de 1938 1 1946), tiene varias lecciones. Pero una muy importante, clave diríamos en estos días, es que nadie se manda solo y el o la que disiente, tiene un periodo muy breve para hacer rabietas, porque está obligado u obligada a aceptar las decisiones partidistas, para caminar en esa `unidad´ que entienden a su estilo, o de lo contrario se ven orillados a renunciar y acogerse a otra organización. También está la opción de ostracismo político.
Y en esto no ha cambiado el PRI. Sigue manteniendo esas formas, ciertamente añejas, pero de ninguna manera primitivas o rancias, como pudieran señalar los críticos del este partido, o los adictos a los epítetos. Porque en ninguna manera es primitivo el auto control de emociones, y menos es rancio algo que todavía funciona a la perfección.
Son formas aún más civilizadas, en tanto que le han permitido a este instituto transitar por esos largos años, acumulando triunfos electorales. Han perdido incluso la presidencia del país, pero también es cierto que la recuperaron precisamente gracias a esa regla no escrita, donde todos los actores asumen el concepto de la `unidad´ al estilo priísta, y que subyace esencialmente en asumir que ninguna decisión que se tome de manera unipersonal tiene un desenlace satisfactorio para ese individuo.
A los priístas les funciona muy bien, como grupo político, la suma de voluntades en un solo objetivo. Y por el contrario, si no hallan las formas para tomar decisiones que sean aceptadas por la mayoría casi absoluta, sufren de escisiones, o al menos de fracturas. Y es cuando incrementan sus posibilidades de perder elecciones.
Se dice fácil, pero hay que admitir la complejidad que entraña la sujeción de emociones, de ambiciones naturales, sean legítimas o espurias. Los priístas que logran avanzar en el escalafón político, lo hacen precisamente en la medida que entienden que no será un esfuerzo personal ni lineal el que lo lleve a algún puesto, sino su disciplina. Los que entienden que son apenas una `ficha´ de un tablero de ajedrez, que es llevado a voluntad de un grupo en general, y desde luego desde la visión de aquél que le tocó el papel de líder en este esquema partidario, quizás único en el mundo.
Cuando Mario Vargas Llosa se refirió al PRI como `La dictadura perfecta´, realmente fabricó una frase mediática, `pegadora´, pero que no retrata a este partido. Es una visión externa, superficial, que no alcanza a explicar esta clave exitosa.
Cuando el PRI se dispone a elegir candidato, o candidatos, desde mucho antes tomó la decisión en su conjunto de entregar un liderazgo para ir desahogando esas decisiones. El gobernador en turno es el líder político en su estado, y el presidente lo es en todo el país. Así lo decidieron los miembros de este partido desde que aceparon sus respectivas candidaturas para apoyarlas unánimemente, y así funcionan las cosas.
Claro que ninguno de los dos, en su respectivo ámbito, toma las decisiones en su fuero estrictamente personal. Cabildea, dialoga, sopesa reacciones, evalúa, y luego toma una decisión que desencadena el arranque de lo que se llama `la maquinaria´.
Sólo se equivocan si pierden.
Se equivocó Ernesto Zedillo cuando eligió a Francisco Labastida Ochoa. Pero también se equivocó Roberto Madrazo Pintado cuando eligió una campaña al margen de esta regla, donde nadie se manda solo en el PRI. Su slogan en pos de la candidatura fue su filosofía, y su tumba en esa aspiración. `Dale un Madrazo al dedazo´, decía, para regocijo de anti-priístas, pero también para un grupo de copartidarios que se dividió en una confusión. El dilema de `cambiar al PRI´ es una utopía.
La `disciplina´, es su base y su mayor fortaleza.
El PRI donde se valen disensiones, críticas y proyectos personales, se llama PRD
Así es el PRI, y quien no ha entendido esa clave, quienes no la han aceptado, han formado otro `PRI´ también muy importante en términos electorales. Solo que ahora se llama: PRD.
Esa es la diferencia. Y no es fácil, como decíamos, trazar una carrera política aparentemente lineal, en ascendente, para luego hallarse en la encrucijada de dejar pasar a otro compañero o compañera de menos experiencia en la opinión personal. Es francamente difícil someter el instinto natural de competencia.
Pero el PRI premia siempre a los que se sacrifica. A veces, hasta les guarda el anhelado lugar al que renunciaron en principio.
Cualquiera que revise la historia del PRI puede ver este hilo conductor. Los políticos herederos de la Revolución Mexicana dejaron de matarse a punta de pistola cuando entendieron esta regla. Y formaron el instituto más exitoso en la historia del país y del Continente.
En Quintana Roo habrá candidato de unidad
El trabajo del gobernador, Roberto Borge Angulo, está dedicado a la construcción de una candidatura de unidad al más claro estilo de su partido. Lo ha conseguido sin duda. Todos los actores han declarado abiertamente su aceptación a este proceso, o `rito´ (palabra que si cabe perfectamente), y sólo falta esperar un poco para conocer el nombre de quien se convertirá en el resultado de esta suma de decisiones conducida. Claro, si usted quiere contar al que no admitió ni siguió la regla no escrita, cuéntelo fuera del PRI una vez que el susodicho manifieste su inconformidad abiertamente. @Antoniocallejo