En mayo del 2008, a la edad de 82 años, falleció en la ciudad de Mérida el ingeniero Rubén Encalada Alonzo, quien hizo de Cancún su hogar desde 1975. Vivió en esta ciudad fructíferos años y se involucró en la vida comunitaria como pocos cancunenses. Murió un hombre bueno, siempre dispuesto a hacer el bien, siempre dispuesto a aportar tiempo y talento para el bienestar comunitario. Todos recuerdan su labor al frente de la Cruz Roja local, que fue importante para que esta benemérita institución levantara cabeza.
Después de una importante carrera política, administrativa y académica en Yucatán, don Rubén trasladó su hogar a una ciudad que apenas estaba naciendo. Don Rubén fue diputado federal por Yucatán de 1967 a 1970; secretario de Obras Públicas de esa entidad, y director de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Yucatán. En 1970 aspiró a la presidencia municipal de Mérida, apoyado por el entonces gobernador, Carlos Loret de Mola, pero Víctor Cervera Pacheco se interpuso en su camino.
A principios de 1975, llegó a Cancún a vivir. De inmediato, se hizo amigo de Alfonso Alarcón Morali, representante entonces de Fonatur en esta ciudad y quien al poco tiempo fue designado candidato del PRI a la presidencia municipal. A partir del 10 de abril de 1975, Alarcón designó a Rubén Encalada como Oficial Mayor del Ayuntamiento. A partir de entonces, don Rubén participó con su experiencia en diversos cargos en varias administraciones municipales. Fue cercano colaborador de Joaquín González Castro, de José González Zapata y de Rafael Lara Lara.
Una de sus pasiones era el beisbol y el futbol. En el este último deporte, su equipo favorito era el Necaxa, y en la pelota, su corazón se entregó desde joven a los Yankees de Nueva York. Don Rubén también era colaborador de diversas publicaciones locales, donde escribía sus comentarios sobre temas de actualidad y sus recuerdos sobre la evolución de Cancún. Nació y se formó en Mérida, pero su corazón se quedó en Cancún, ciudad que sintió como suya porque la vio surgir de la nada.
Ojala que algún día las autoridades municipales decidan perpetuar la memoria de los destacados cancunenses fallecidos, poniendo sus nombres a algunas de las calles principales o de las plazas y jardines de esta ciudad. La nomenclatura espiritual de Cancún debe ser la memoria de los que aportaron mucho a esta ciudad en sus diversas facetas.
Una ciudad que no sabe honrar a sus hijos es una ciudad sin memoria.