El PRI de Quintana Roo muestra ya una clara intención de aprovechar el desencanto –por no decir, catastróficamente decepción– de la gente con Carlos Joaquín González y un cambio prometido que hasta ahora no se ha concretado.
El nivel más bajo de aceptación popular de un presidente de la república en muchos años que presenta Enrique Peña Nieto –debido en parte por los propios yerros y en parte por la coyuntura internacional más adversa en décadas– está siendo ágilmente aprovechado por otros parridos y aspirantes presidenciales: el PAN se mantiene muy por arriba en las preferencias electorales mientras Morena ya alcanzó al PRI en segundo lugar y Andrés Manuel López Obrador se coloca en la antesala de la presidencia, in crescendo.
Sin embargo durante su mini-informe de gobierno dirigido a la burocracia federal el presidente repitió muchas veces una palabra central para la práctica política del priismo, que ha sido clave para que el Tricolor no se haya dejado arrastrar por la baja en la popularidad de Peña: unidad. El singular acto transmitido en cadena nacional bien pudiera entenderse como el banderazo de salida para las elecciones generales del 1 de julio de 2018, en las que se renovará la presidencia y la totalidad de los escaños en el Congreso de la Unión. La propia llegada de Peña Nieto a los pinos se basó en ese valor tan caro para los priistas.
En el estado y aun antes del discurso sin teleprompter de un presidente que de manera inusual se mostró dueño de gran elocuencia, el presidente del Comité Directivo Estatal del PRI tuvo una intensa semana de activismo al interior de los sectores y organizaciones de su partido promoviendo precisamente la unidad: los afanes priistas están enfocados desde ya a la construcción de una oposición competitiva, que contraste con las profundas divisiones y divergencias que muestra el gobierno de Carlos Joaquín, que nunca se identificó con los partidos que lo postularon –el PAN y el PRD– y ahora trasluce cruentas guerras intestinas que el mandatario parece ignorar tozudamente.
Muy temprano, casi desde su debut como oposición en el estado, el PRI se encuentra con un notable desencanto de la población e incluso de muchos de sus más fervientes seguidores y promotores con el novel gobernante. Son muchos los frentes abiertos en apenas poco más de dos meses: quienes esperaban, merced a sus méritos en campaña, ocupar los mejores puestos de gobierno se quedaron marginados a cargos secundarios y la mayoría están chiflando en la loma del desempleo. Los electores que confiaron en la promesa del cambio, especialmente en la capital Chetumal, que tan crucial fue para la elección de Joaquín, en su inmensa mayoría pertenecen a familias de prosapia burocrática en todos los niveles que tienen miembros o amigos muy cercanos que fueron sacados con cajas destempladas del gobierno estatal sin importar méritos profesionales ni riesgosas simpatías políticas demostradas incluso con años de apoyar a Carlos Joaquín al interior de los gobiernos felixista y borgista.
En lo que se refiere a sus antecesores –en especial a Roberto Borge Angulo– Carlos Joaquín sigue debiendo la prometida aplicación de justicia por las presuntas corruptelas y latrocinios, tema que utilizó prolijamente durante su larga campaña y no quiere o no puede –prometió más de lo que estaría en sus manos– cumplir. La prensa local no sólo fue tajantemente cortada de los planes del gobierno de Carlos Joaquín, sino que tanto medios como periodistas estamos siendo víctimas de permanentes agresiones por parte de funcionarios, seguidores, trolls y zombies –amén de especialistas que en sesudos foros aseguran que el gobierno debe prescindir del periodismo tradicional–, convencido de que las redes sociales y la prensa de la Ciudad de México –a la que sí contrata, con altísimos costos– le sacarán al buey de la barranca, aunque ahí precisamente es donde se ha reflejado con más claridad el divorcio con los entusiastas del cambio.
La conducción económica del estado se ha vuelto inmediatamente lesiva para la población: un severo endeudamiento que acaso era inevitable pero que groseramente sus operadores manejaron engañosamente con los consabidos eufemismos de “reestructuración” y “refinanciamiento”, tratando de engañar al público; la muy reciente cuanto salvaje instauración de impuestos y cobros de servicios –como el inverosímil costo del emplacamiento para el ya tan cercano 2017– amargará sin duda las navidades de las familias agobiadas por la carestía y el desempleo, y aun más sus ánimos políticos; el rudo enfrentamiento con el sector más importante de la iniciativa privada del estado –el hotelero–, en otro tema en que Joaquín, experto en el tema, seguramente tiene razón como lo es el destino del impuesto sobre el hospedaje, pero que nadie en el gobierno se ocupó de dorar la píldora para vender la postura gubernamental de mejor manera y en cambio lo plantearon como una gatillera imposición muy al estilo cerrero de su errático responsable de las finanzas públicas Juan Vergara Fernández pone la cereza en el intragable pastel del fin de año joaquinista.
No cabe duda: los opositores tienen de donde cebarse para sacar provecho de este vacilante comienzo del gobierno que la gente percibe, como bien indican las oleadas de inconformidad en las redes sociales, como traidor a sus promesas y ofrecimientos. En particular el líder priista local, aguantando todo tipo de críticas constructivas y destructivas, se ve decidido a tomar la iniciativa.
GRILLOGRAMA
Se le voltearon…
Convulso está ya el estado
Carlos, sálvate si puedes
Pues por lo visto tus redes
Ya te tienen enredado